Capítulo 19
Aurora Flecher
Unos gemidos hicieron que volviera en sí. No quería seguir viendo esto, no quería escuchar más. Me devolví a la habitación e intenté dormir; con lágrimas en los ojos intenté dormir, intenté alejar aquellos sonidos que no quería escuchar. Alexander Walton, cuando decían que eras un gólem no creí que fuera real.
Los rayos del sol hicieron de las suyas y me despertaron. Me levanté en guardia, mirando para todos lados; no había rastro de Alexander. Después de darme una ducha, colocarme ropa cómoda, fui a la sala y me encontré con el señor.
—Buenos días.
¿Buenos días?, ¿Qué tienen de buenos?
—Buenos días —terminé respondiéndole de mala gana.
Alexander estaba parado enfrente del ventanal que brindaba la bella vista de la Torre Eiffel, pero más allá de la vista de la Torre, lo que me llamó la atención fue la espalda de Alexander. Tenía varios rasguños y algunos lugares rojizos. No aguanté la rabia y la molestia, así que le hablé:
—Has aprovechado el tiempo.
—Creo que eso no debería de importarte. —Su voz se escuchaba ronca y molesta.
No debería estar enojado. Quien estableció las reglas del juego fue él y quien las rompió también fue él.
—No me importa —susurré, sirviéndome jugo de naranja.
—Ah, ¿no? —preguntó dándome la cara.
—¡No! —rugí con molestia.
Alexander se acercó a mi oído y con su voz ronca y profunda me susurró:
—No te creo, amor.
Yo tampoco me creo una mierda, pero ¿Qué le vamos a hacer?
El demonio que tenía por esposo tomó un polo y un abrigo que se encontraban en un apartado del mueble y se los colocó, para después decirme:
—Desayuna. Iremos a buscar algo.
¿Cómo tendría hambre después de tener a Alexander tan cerca de mí? Me sentía bien con el jugo que me había tomado, así que respondí:
—Estoy bien así, podemos irnos. —Mi voz salió seca y molesta.
—Perfecto.
¡Dios!
Salimos de nuestra habitación y luego atravesamos la bella puerta de entrada del Shangri-La. Al cabo de unos minutos de haber salido, Alexander me toma de las caderas, provocando que me removiera incómoda.
Alexander es una persona dañina, nociva, tóxica. Ni siquiera me molestaré en preguntarle si no hablaremos de lo que vi y escuché la noche anterior; no lo haré, no tengo por qué hacerlo, porque, a pesar de que somos esposos unidos por un documento, más allá de eso no nos une nada más, nada nos une. Fue estúpido pensar que tal vez este «matrimonio» podría llegar a ser algo más, fue estúpido pensar que Alexander Walton dejaría su promiscua vida solo por alguien como yo. Como dije antes, él es una persona altamente tóxica.
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¡Muchas gracias por leer !
Editado: 04.08.2023