Me casé con una mujer ¿trans?

Señales del universo.

Selena despertó con el sonido de su nombre en todos los portales de noticias.

“La boda del año: Vázquez y Licano sellan su alianza con un anillo de 3 quilates”

“Selena Vázquez: la heredera que conquistó al soltero más codiciado de Colombia”

“¿Amor verdadero o estrategia empresarial? El compromiso que tiene a todos hablando”

Ella solo pensaba en una cosa:

¿Dónde se anula un contrato matrimonial? ¿En una notaría o en un exorcismo?

Se levantó, con una energía de decisión, se puso su bata de seda y bajó las escaleras con la determinación de una mujer que iba a incendiar el sistema… o al menos su sala de estar.

—¡Mamá! —gritó, entrando al comedor como un huracán con tacones.

Sonia, impecable en su bata de satén y con una copa de jugo de naranja, levantó la vista con calma.

—Buenos días, mi amor.

—¿Buenos días? ¡Estoy comprometida con un hombre que no conozco, que no apareció en la reunión, y que probablemente ni sabe cómo me llamo! Solo firme porque ustedes me obligaron.

—Claro que sabe. Te buscó en Instagram. Le gustó tu feed.

—¡Esto no es un reality de citas, mamá!

—No, es mejor. Es una oportunidad. la cual no puedes desperdiciar amor.

Selena se dejó caer en la silla.

—Quiero anular el contrato. Hoy. Ahora. Ya. No quiero está boda.

Sonia suspiró.

—Selena, hija… ¿tú sabes lo que hemos invertido en esta unión?

—¿Invertido? ¿Me estás diciendo que soy una acción en la bolsa? Mamá, ¡soy tu hija!

—No, mi amor. Eres una joya. Pero incluso las joyas necesitan un buen escaparate.

Selena la miró con incredulidad.

—¿Y si no quiero ser exhibida? Soy humana, no un objeto.

—Entonces serás olvidada. Y tú no naciste para eso.

Silencio se pronuncio.

Sonia se acercó, le tomó la mano y bajó la voz.

—¿Tú sabes lo que me costó llegar hasta aquí? ¿Cuántas veces me cerraron puertas por no tener el apellido correcto? ¿Cuántas veces me dijeron que una mujer no podía dirigir una empresa, ni una familia, ni su propio destino?

—¿Y por eso me vendes como si fuera una alianza estratégica? Mamá no me hagan esto.

—No te estoy vendiendo. Te estoy posicionando.

Selena se soltó de su mano.

—No quiero ser posicionada. Quiero ser libre.

—La libertad no paga facturas, Selena. Ni becas. Ni choferes. Ni viajes a París.

Selena se levantó.

—Entonces pagaré yo. Con mi nombre. Con mi historia. Con mi dignidad.

Sonia la miró con tristeza.

—Eres joven. Y estás asustada. Pero ya crecerás. Y me agradecerás.

Selena no respondió.

Subió a su habitación, cerró la puerta y se miró al espejo.

—No voy a casarme con un desconocido. No voy a ser parte de esta farsa. No voy a ser la protagonista de una historia que no escribí.

Y por primera vez en mucho tiempo… se sintió viva.

La noche en Medellín tenía sabor a escape.
Selena se había puesto su vestido más atrevido, sus tacones más altos y su actitud más desafiante.

Paola la esperaba en la entrada de Discoteca Brilla, el lugar donde los ricos bailaban como si no tuvieran herencias que proteger.

—¡Amiga, estás divina! —exclamó Paola, mientras le daba una vuelta como si fuera jurado de pasarela.

—Gracias. Hoy no vine a agradar. Vine a olvidar.

—Últimamente esa es la razón que te hace salir de tu casa —bromeó Paola.

Entraron. Luces violetas, música envolvente, y una barra que parecía salida de una película de lujo.

Pidieron dos cócteles con nombres impronunciables y se instalaron en la zona VIP, rodeadas de empresarios jóvenes, influencers y modelos que no sabían qué era una hipoteca.

Selena bailaba como si el contrato no existiera. Como si Moisés Licano fuera solo un mal chiste. y como si su vida aún le perteneciera.

—Estoy segura de que me voy a librar de ese compromiso ridículo —dijo, mientras se acomodaba el cabello—. Esta mañana se lo dije a mi mamá.

Paola la miró con una ceja levantada.

—Amiga… esa boda la veo más posible que Shakira se vuelva a casar.

Selena se detuvo.
—No ayudas, se supone que eres mi mejor amiga y debes colaborar con mi estabilidad emocional.

—Es que es verdad. Y además, todo lo que estás gastando aquí… es con el dinero de tu papá. Dime, ¿a donde vas a correr?

Selena sintió un nudo en la garganta. Quiso responder. Quiso defenderse. Pero no pudo.

—Si ese tal Moisés no hace algo… entonces tendré que volverme monja.

Paola soltó una carcajada.
—¿Monja tú? ¡Por favor! No durarías ni una semana sin WiFi ni pestañas postizas y toda cubierta como saco de papas.

—Estoy hablando en serio, no te rías.

—Y yo también. Pero tranquila. El universo tiene sus formas, así que estoy segura de que te ayudará.

Salieron de la discoteca a las tres de la mañana. El aire era fresco, la ciudad aún vibraba, y Selena caminaba con los tacones en la mano.

—¿Sabes qué? —dijo—. Si mañana me obligan a ir a una sesión de fotos con ese hombre, voy a fingir que tengo varicela.

—Ja, ja, ja, ¿pondrás en práctica tus teorías del maquillaje?

—Puede ser, así mis padres creerán que de verdad estoy enferma.

Paola revisaba su celular, distraída.
Y de pronto… gritó.

—¡AAAAHHHHHH

Selena se detuvo en seco al ver a Paola gritar como si hubiera ganado la lotería.

—¿Por qué gritas? ¿Te pisé el pie o viste a tu ex?

Paola, con los ojos brillando y el celular temblando en la mano, respondió:

—¡El universo hizo su magia, amiga! ¡No te vas a casar!

Ambas comenzaron a caminar tambaleándose hacia el coche que las esperaba afuera. Los tacones en la mano, el maquillaje ligeramente corrido, y la dignidad colgando de un hilo.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Selena, entre risas y tropiezos.

Paola empezó a cantar, desafinada pero feliz:

> Si el destino me quiere casar, yo me pongo a bailar…
>Si el contrato me quiere atrapar, yo me pongo a gritar…
>Pero si Moisés se transforma, yo me pongo a celebrar…




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