Al día siguiente, la tarde comenzó con Pablo arrastrando a Moisés a un pequeño salón de belleza en el centro de la ciudad.
—Parce, si quieres que tu mamá y tu papá te crean, no puedes seguir con esas uñas plásticas de juguetería. Necesitas uñas postizas de verdad, de las que hacen que hasta mandar un mensaje sea un reto.
Moisés se dejó caer en la silla frente a la manicurista, nervioso. El olor a acetona le mareaba, y el sonido del torno eléctrico le recordaba más a un dentista que a un spa.
—Relájate —dijo la manicurista, mientras le limaba las uñas con precisión quirúrgica—. Esto no duele, pero sí incomoda cuando es la primera vez.
Moisés cerró los ojos. Sintió cómo le pegaban las primeras uñas largas, brillantes, con un acabado impecable. Cuando abrió las manos, casi no las reconoció.
—Se sienten… raras. Como si no fueran mías.
Movió los dedos lentamente, intentando acostumbrarse. Cada gesto parecía más delicado, más calculado.
—Ahora sí —dijo Pablo, sonriendo—. Ya no pareces disfrazado. Pareces comprometido con tu transición.
Moisés levantó las manos, las miró a contraluz y suspiró.
—¿Y si me descubren? ¿Y si piensan que todo esto es una farsa? —le susurró a su amigo.
—Pues que piensen lo que quieran —respondió Pablo—. Lo importante es que tu mamá vea que estás dispuesto a jugar el papel completo.
Después de las uñas, vino el maquillaje. Esta vez no lo hizo él mismo, sino la hermana de Pablo, experta en resaltar lo que nadie quiere mostrar.
—Vamos a suavizar tus rasgos, a darle luz a tu mirada —dijo, mientras aplicaba base, contour y sombras.
Moisés se miró en el espejo. El resultado era sorprendente: labios definidos, ojos intensos, piel perfecta. La peluca rubia coronaba el look, y por primera vez, Moisés no se sintió disfrazado… se sintió el personaje.
—¿Qué tal? —preguntó la hermana de Pablo, con orgullo.
—Me veo… distinto. Como si fuera otra persona.
—Exacto. Esa es la idea.
Pablo lo miró y soltó una carcajada.
—Parce, ahora sí pareces influencer de maquillaje. Si subes un tutorial, te haces viral en dos horas.
Moisés sonrió, nervioso.
—No sé si quiero ser viral. Solo quiero ser libre y no tener que casarme con una mujer.
Mientras tanto en la mansión Licano, todo estaba preparado. Globos dorados, música suave, y una mesa llena de postres que parecían sacados de Pinterest. La familia lo esperaba con sonrisas y abrazos.
Al entrar, Mireya levantó una copa.
—¡Bienvenida, Moisesa!
Moisés tragó saliva. Él había elegido “Moisetta”, pero sus padres habían decidido bautizarlo como “Moisesa”. No discutió, solo sonrió. Y resignado se quedó con ese nombre.
Los tíos lo abrazaron, las primas le pidieron selfies, y hasta los abuelos lo felicitaron por su valentía.
—Estamos orgullosos de ti —dijo una tía, con lágrimas en los ojos.
—Eres un ejemplo para todos —añadió un primo, mientras grababa un video para TikTok.
—¡Moisesa, un saludo a la cámara! ¡Eres nuestra bandera, prima! ¡El orgullo de la familia Licano! —grito Camilo, uno de sus primos menores que también estaba grabando.
—¡Mi niña! ¡Qué valentía! Y ¡Qué modernidad! ¡La juventud de hoy en día es otra cosa! ¡Y qué pierna, m’ija! ¡Más torneada que un jarrón de El Carmen de Viboral! —exclamó una de las tías, Socorro, mientras lo abrazaba con una emoción demasiado teatral.
Moisés intentaba mantener la calma, pero por dentro sentía inquietud. Demasiado amor. Demasiada calma. Como si todos estuvieran más emocionados por la estrategia que por su esencia.
Se acercó a su padre, Elías, que lo miraba con seriedad.
—¿De verdad aceptas esto, papá? —pregunto una vez más.
—Claro que sí —respondió Elías—. Eres Moisesa. Y como Moisesa, seguirás siendo parte del negocio.
Moisés bajó la mirada.
—¿Y si no quiero ser parte del negocio?
Elías sonrió con frialdad.
—Entonces no serás parte de la familia.
Moises no dijo nada más. Solo se quedo en silencio mientras trataba de descubrir que se traía entre manos su familia.
Mientras la fiesta avanzaba, las redes sociales ardían, porque Moisés era una figura conocida en el mundo empresarial y su vida, aunque aburrida, vendía y ahora parecía haber triplicado más los negocios.
@RevistaElite:
> Moisés Licano ahora es Moisesa. La heredera que redefine el poder.
@ChismeTotal:
> ¿Y qué pasó con la novia? ¿Dónde queda Selena Vázquez?
@ForoEmpresarial:
> ¿Por qué no lo dijo antes? ¿Es genuino o es alguna estrategia?
El hashtag #MoisesaLibre se hizo tendencia regional.
Moisés miró su celular y suspiró. El mundo lo celebraba. Su familia lo abrazaba. Pero él… aún no sabía si estaba escapando de un matrimonio o entrando en una farsa mucho más grande.
Mireya levantó la copa y pidió silencio.
—Hoy celebramos a Moisesa. Una nueva etapa, una nueva vida, una nueva imagen. Que todos sepan que la familia Licano está lista para el futuro.
Los invitados aplaudieron. Algunos lloraron. Otros grabaron.
Moisés sonrió, pero por dentro sentía que estaba atrapado en un guion que no había escrito.
Se acercó a Pablo y susurró:
—Esto no me da calma. Me da miedo.
Pablo le dio una palmada en la espalda.
—Tranquilo, parce. Si el universo te puso aquí, es porque tiene un plan. Además eres el genio del marketing, solo ten fe.
Moisés miró a su madre, a su padre, a toda la familia celebrando.
Y pensó.
«Si esto es libertad… entonces prefiero la cárcel»
Porque veía como su familia, en lugar de ser tradicional y conservadora, resultaba ser progresista y, lo más importante aún seguían pensando como ¡Canjearlo al igual que una mercancia!
Y es que Moisés, antes de usar ese disfraz se había preparado para gritos, sermones y, quizás, el exorcismo de la casa, pero lo que se encontró en cambio fue siendo el centro de atención y elogiado por su autenticidad. Aunque se sintió extrañamente feliz por la aceptación, pero la pesadilla de su plan lo golpeó como un balde de agua fría.