De pronto la noche estaba cargada de tensión. Selena, sentada en el sofá con los brazos cruzados, miraba a Moisés con una mezcla de rabia y desconfianza.
—Moisés, dime la verdad. ¿Eres trans de verdad? —preguntó, con voz firme repitiendo la pregunta.
Él se quedó en silencio unos segundos, seguía sin poder responder era como si la pregunta lo hubiera golpeado en el pecho. Luego sonrió con ironía, intentando suavizar la situación.
—¿Cómo vas a preguntar eso? Es obvio que soy una mujer trans. ¿acaso no se nota?
Selena arqueó una ceja, incrédula.
—¿Obvio? Lo único obvio es que cada día te quitas más cosas: las uñas, las pestañas, las pelucas… hasta tu ropa cambió. ¿que mas sigue?
Moisés levantó las manos, como si se defendiera en un juicio.
—Mi cuerpo masculino me pide un descanso de todo eso. Hasta que no me someta a cirugías para corregir esos detalles, mi cuerpo no va a reaccionar como el de una mujer.
—Mmm —Selena no le creía.
—Ya sabes que odio las cirugías.
Selena lo miró fijamente, con los ojos brillando de desconfianza.
—¿Cirugías? ¿Eso es tu excusa?
—No es una excusa, es la realidad —respondió él, con voz firme.
—Pues yo no te creo —dijo ella, levantándose del sofá—. No después de todo lo que he visto.
Moisés la siguió con la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.
—¿Entonces qué quieres? ¿Que me abra el pecho aquí mismo para demostrarlo?
Selena se giró, con una sonrisa sarcástica.
—No.
«Lo que quiero es ponerte a prueba Moisesa» penso ella.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Selena pensaba en silencio.
«Si realmente es trans, debería demostrarlo. Si no lo es, entonces todo ha sido una mentira desde el inicio.»
La idea de ponerlo a prueba comenzó a crecer en su mente. No sabía exactamente cómo, pero estaba decidida a descubrir la verdad.
Al día siguiente, durante el desayuno, Selena lo miró con seriedad.
—He decidido algo.
Moisés levantó la vista de su taza de café.
—¿Qué cosa?
«Voy a ponerte a prueba. Quiero saber si realmente eres trans o si todo esto ha sido una mentira.» penso ella, aunque las ganas de decírselo le sobraban.
—Quiero una prueba de amor, Moisesa.
Él se atragantó con el café, tosiendo.
—¿Qué? ¿Una prueba? ¿Qué clase de prueba? ¿Como así que de amor?
—La clase de prueba que me dé respuestas —respondió ella, con firmeza.
Moisés se quedó mudo. El miedo y la incomodidad se reflejaban en su rostro.
—Selena, esto no es un juego.
—No lo es —replicó ella—. Es mi vida. Y estoy cansada de vivir en una farsa y tu Moisesa no quieres cooperar. Así que necesito que de verdad pueda confiar en tí, de mujer a mujer.
Él bajó la mirada, nervioso.
—¿Y si no te gusta si no logro pasar la prueba o no te la doy?
Selena lo miró fijamente.
—Prefiero una verdad dolorosa que una mentira eterna.
Y esa noche, ambos se acostaron en silencio. Selena, con la mente llena de planes, pensaba en cómo organizar la prueba. Moisés, con el corazón acelerado, sabía que estaba acorralado.
«¿Qué haré si descubre la verdad?» pensaba él.
«¿Y si todo esto se derrumba? estoy seguro que me odiara eternamente»
La tensión era insoportable. La farsa estaba a punto de enfrentarse a la realidad.