Me casé con una mujer ¿trans?

Visitas.

El regreso de Moisés Licano.

Así era el titular que aparecía en los principales portales de noticias. La entrevista que había aceptado se convirtió en tendencia global. Por primera vez, Moisés daba su versión de los hechos, sin máscaras ni disfraces.

Aunque muchos se escandalizaron por la gran mentira que había sostenido durante meses, otros lo tomaron con calma, incluso con simpatía. La polémica estaba servida, pero la verdad ya no podía ocultarse.

En la entrevista, Moisés habló con voz firme:

—No me volví una drag queen para burlarme de las mujeres trans. No. Lo hice porque tenía miedo. Siempre pensé que el amor era una cárcel, y por eso huía de las mujeres.

El silencio del público fue palpable. Luego añadió, con una sonrisa sincera:

—Pero no puedo negar que “Moisesa” me trajo cosas buenas. Entre ellas, Selena Vázquez, de quien ahora estoy enamorado hasta el tuétano.

Selena, sentada a su lado, intervino con naturalidad.

—Fue divertido verlo en modo mujer. Pero lo más importante es que ahora estamos juntos, sin disfraces, sin farsas.

Ambos dejaron claro que, sin importar la opinión del público, su concentración estaría en ellos, en su relación, en lo que habían construido.

Las redes sociales se llenaron de comentarios:

- Al menos tuvo el valor de decir la verdad.
- Una mentira enorme, pero terminó en amor. Qué novela.

- No me ofende. Se veía claro que era un personaje.
-Lo importante es que ya no se esconde. que viva el amor.

La división seguía, pero Moisés y Selena ya no se preocupaban. Por primera vez, estaban en paz con lo que habían decidido.

Esa misma noche, organizaron una reunión íntima con sus amigos más cercanos. Pablo y Paola llegaron con botellas de vino y una energía festiva. El ambiente era relajado, después de un día agotador.

—¡Brindemos por la libertad! —exclamó Pablo, levantando su copa.

—Por fin ya no tienen que fingir nada —añadió Paola, con una sonrisa cómplice.

Moisés y Selena se miraron, emocionados. La sensación de alivio era inmensa. Ya no había secretos, ya no había disfraces.

Pero Pablo y Paola no perdieron la oportunidad de hacer bromas.

—Moisés, ¿y qué pasó con las pestañas postizas? —preguntó Pablo, riendo.

—Las guardé en un museo personal —respondió Moisés, con ironía.

Paola intervino:

—Yo aún quiero ver las fotos de “Moisesa” en el spa. Eso sí es material de comedia muy valioso.

Selena se doblaba de la risa, mientras Moisés fingía indignación.

—¡Ya basta! Esa etapa quedó atrás.

El ambiente se llenó de carcajadas. La tensión de los últimos meses se disipaba poco a poco, reemplazada por la alegría de la libertad.

Cuando la noche avanzó y las copas se vaciaron, Selena se recostó en el sofá, mirando a Moisés con ternura.
—¿Sabes qué es lo mejor? —dijo, con voz suave—. Que ya no tenemos que ocultar nada. Ahora si puedo decir que Moisés Licano es mi hombre.

Moisés se acercó, tomándola de la mano.

—Lo mejor es que ahora soy yo, sin máscaras. Y tú me aceptas así. Y eres mía.

Selena sonrió, con los ojos brillando.

—Siempre te acepté. Solo necesitaba que tú también lo hicieras.

El silencio se volvió un abrazo invisible. Afuera, la ciudad seguía su curso. Adentro, ellos celebraban la libertad de ser quienes realmente eran.

El regreso de Moisés Licano no fue solo un titular. Fue el inicio de una nueva etapa. La farsa había terminado, y lo que quedaba era real: un amor que había nacido en medio del caos, pero que ahora se sostenía en la verdad.

Con amigos, risas y complicidad, Moisés y Selena cerraban un día agotador, pero también liberador. Y aunque el mundo siguiera opinando, ellos ya habían decidido: su historia solo les pertenecía a ellos y a nadie más.

Al día siguiente, Selena recibió la visita de su madre, Sonia. Apenas entró a la casa, la miró con esa mezcla de complicidad y picardía que solo una madre puede tener.

—Yo siempre sospeché que ustedes iban a caer al final —dijo Sonia, cruzándose de brazos, con una sonrisa triunfal.

Selena se sonrojó.

—¿Caer? ¡Mamá, no es como lo pintas! ¿Sabes todo lo que tuve que soportar por culpa de ustedes?

—Ay, hija, por favor. Desde que lo vi disfrazado de “Moisesa” supe que tarde o temprano te iba a gustar. Es que los hombres con drama siempre atraen.

Selena soltó una carcajada.

—¿Drama? ¡Moisés es un drama entero!

Sonia se acomodó en el sofá, como si estuviera viendo su propia telenovela.

—Pues ahora que ya se quitaron las máscaras, espero que no me salgas con más sorpresas.

—Mamá —Selena la señalo.

Y Sonia soltó una carcajada que resonó en toda la sala.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Moisés recibía a su madre en su oficina. Mireya. Ella llegó con lágrimas en los ojos y un ramo de flores.

—¡Al fin! —exclamó, abrazándolo con fuerza—. Mi sueño se cumplió: verte casado como todo hombre debe estar.

Moisés se quedó paralizado.

—Mamá… no es tan así.

—¿Cómo que no? —respondió Mireya, con tono solemne—. Ya tienes esposa, ya tienes escándalo, ya tienes titulares. Eso es matrimonio moderno.

Moisés se llevó la mano a la frente, resignado.

—Mamá, no es un logro estar en todos los portales de chismes.

El verdadero enredo comenzó cuando Sonia y Mireya se encontraron en la tarde cuando está última decidió ir a la casa de su hijo.

—¡Sonia! —dijo Mireya, con entusiasmo—. Tu hija me ha dado la mayor alegría.

—¡Mireya! —respondió Sonia, con ironía—. Y tu hijo me ha dado la mayor sorpresa.

Ambas se miraron, y de pronto comenzaron a hablar al mismo tiempo, como si compitieran por quién tenía más razón.

—Yo siempre supe que terminarían juntos…

—Yo siempre soñé con verlo casado…

Selena y Moisés se miraban, atrapados en medio de la escena.




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