El destino lo dirá,
Si otra vida, hay que esperar.
Narrador.
Harriet se encuentra en medio de la habitación luciendo un lujoso vestido blanco con pedrería brillante y un largo velo bordado de lirios, en su dedo anular deslumbra un costoso anillo con una gran piedra de diamante. Laurence fue la encargada en maquillarla y ayudarla con el peinado.
—¿Si fuiste mi amiga desde hace años…— Laurence tembló, no estaba preparada psicológicamente para responder a las dudas de Harriet.—… sabes cómo fue mi relación con Maximiliano?
Un pedante, pensó la rubia.
Recuerda bien que Harriet en sus años de lucidez le había mencionado que Maximiliano Corrigan era el prototipo de novio y esposo perfecto que su padre le había impuesto y esperaba de ella. Solía contarle que era el único niño al que le permitían tenerle cerca y hablarle, incluso en sus años de niñez él se quedó en casa de los Robinson. Harriet tuvo un momento donde pensó y creyó que lo amaba, pero no era así y que las mismas imposiciones de su padre le había hecho creer que era así, pero no, amó descomunalmente a Travis desde antes siquiera saberlo con exactitud.
—Siempre recíproco y esperanzadora.
¿Qué más podría decirle? Si miente era probable que Max lo desmienta al no saber la versión de ella.
—No lo recuerdo. Su voz y calidez corporal me resulta conocida pero cuando hago el intento de verlo y reconocerlo simplemente no puedo y me aturde una fuerte jaqueca.
Laurence mordió su labio inferior.
Esas jaquecas probablemente sea su subconsciente gritando a los cuatro vientos lo que sabe, pero según Atlas había solo un 1% de probabilidad para que Harriet recuerde a todos los de su entorno.
¿Qué pasará cuando ella recuerde todo?
¿Odiará a Atlas por casarla con Maximiliano aún sabiendo su voluntad?
¿Le obligarán a quedarse con el castaño para toda la vida?
Eran dudas sin respuestas, no era adivina ni vidente para saber que le repara a Harriet en el futuro.
—Recuerda el accidente.
Laurence le incrusta una peineta con pedrería dorada de adorno, según Atlas ésta perteneció a Eleonor Robinson cuando se casó con él y quiere que su hija la conserve.
Laurence la observó por medio del espejo y notó que los ojos encantadores de Harriet se encuentran cubiertos en una tristeza densa, aún sin saber la verdad siente que este no es su ser amado. La rubia sintió pena por su amiga, tiene de que manera informarle lo que está pasando y arriesgarse, pero había ese lado pesimista que le recuerda la amenaza de Atlas Robinson.
—Mi pierna se ve estupenda con tu método.
En el rostro de Harriet aparece una media sonrisa al enfocar aquella parte de ella que permanece incompleta. Laurence le había decorado la prótesis haciéndole ver real y similar a su pierna, eso subió el autoestima de Harriet.
Las campanas suenan y los novios abandonan el altar tras Maximiliano darle un pequeño beso inocente a Harriet delante de todos, sellando así su destino. Juntos. Eternamente.
—¿Estás orgulloso, no?
Douglas se encuentra enojado consigo mismo, pudo de mil maneras decirle la verdad a Harriet y no lo hizo.
Siente que la ha traicionado de algún modo.
—Está al lado del hombre que si es para su vida. —. Le respondió Atlas a su padre.
—Ella quería a Travis, iban a tener un bebé…—
Atlas bufó, recordar el pequeño desliz de su hija lo hace sentir mal.
—Lastimosamente el bebé no sobrevivió al accidente.
—¿Y de haberlo hecho que hubieras hecho?
Atlas se encoge de hombros curvando sus labios desinteresadamente.
—Decirle a Max que es padre.
Douglas jadeó indignado observando severamente a su hijo.
—De verdad que tú distanciamiento con Asíc te ha afectado de mal manera.
El mayor deja de lado a su hijo, quien al escuchar el nombre de la rubia sufre internamente.
Douglas aparece junto con su joven esposa Grace Almonte, quien hablaba animadamente con Laurence.
—No te lo perdono. —. Le dijo la morena a su esposo.
—Fue idea de mi hijo.
—Tu eres el que los lidera, pudiste salvar a Harriet pero preferiste callar y en el proceso herir a mi hermano. —. Le riñe la morena enojada, decepcionada del comportamiento y cobardía de su esposo.
Douglas lo sabe, mierda, él más que nadie tenía en sus manos el poder para detener a Atlas pero decidió callar y observar el desastre y ahora eternamente se ha ganado el odio de su nieta.
—¿Travis como se encuentra?
A Grace le ofendió la pregunta, observó a su esposo echando chispas y le reclama:
—En Kansas muerto en vida. Sobreviviendo a la maldita mentira de que su mujer ha muerto.
La morena fulmina una vez a su esposo con la mirada antes de abandonarlo por irse a otro punto de la fiesta, a dónde sea que no esté un Robinson.
—Hemos hecho mal, Laurence.
Laurence asiente y ver con tristeza como Harriet intenta seguirle el paso a Maximiliano.
—Lo peor de todo esto es que Travis no sabía del embarazo y menos de la pérdida.
Eso carcome la consciencia de la rubia.
Es el peor secreto que ha tenido que guardar ya que de Travis saberlo solo intensificaría su dolor y es lo que menos quiere crearle.
—Espero que ese 1% suba al 100 y ella pueda darle una patada a todos, no me importa ganarme su odio porque recuerde y enfrente este sinfín de mentiras y engaños.
Laurence sintió su móvil vibrar y al observarle notó que se trataba de una llamada entrante de Spencer; el manager de Travis y quién es su esposo desde hace dos años y medio.
—Vuelvo en breve.
Ella se alejó a un punto solitario de la celebración para atender.
—¿Bien?
—¿Qué carajos pasó entre Harriet y mi Travis?
Laurence muerde su labio.
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Editado: 19.10.2025