Me elijo a mí

16 | Evan.

Capítulo 16.

Evan:

 

 

 

 

— Ma, ya nos vamos. — aviso entrando a la cocina, dónde mamá se encuentra preparando la lonchera de André. Mi ceño se frunce cuándo observo que rápidamente pasa las manos por su rostro, cómo limpiándose las lágrimas, así que me acerco. — ¿Pasa algo? — pregunto con suavidad. 

Ella se gira, y esboza una sonrisa. Por más que se esfuerce, puedo notar que es fingida. — No pasa nada, mi amor. Vayan tranquilas. 

Quiero preguntarle qué está pasando. Nunca había visto a mamá con la mirada tan apagada y… triste. Pero prefiero esperar a que ella misma me diga. Sé que si insisto, seguirá negando que algo pasa. 

Le doy una sonrisa de boca cerrada y asiento. 

— Está bien, ma. — beso su frente. — Nos vemos en un rato. 

Salgo rápidamente de la cocina, y me dispongo a salir. Pero me detengo cuándo la puerta se abre de pronto. Y papá se adentra a la casa. 

— ¡Pá! — me acerco a abrazarlo, y él besa mi frente. 

— Hola, mi vida. 

— ¿No pasaste la noche en casa? — pregunto al notar que lleva la misma ropa de ayer y él se tensa. Anoche me dormí tan temprano, que no noté siquiera si había llegado o no.

— Eehmm… no. —  mi ceño se frunce, y rápidamente agrega; — Tuve que pasar la noche en la oficina porque tenía mucho trabajo atrasado, y pues, para no regresar tan tarde, preferí quedarme.

¿Son ideas mías, o se puso nervioso?

— Entiendo. — digo en tono dudoso. 

Él me da una sonrisa de boca cerrada. — Voy a darme una ducha. Necesito descansar, estoy exhausto. 

Asiento. — Está bien, pa. — beso su mejilla. — Nos vemos después. Voy a ir con Dani a hacer unas cosas. 

— Cuídate, mi amor. — besa mi frente, y sin más, se dirige a la habitación. 

Tengo el ligero presentimiento de que algo está pasando. Pero… mejor dejo de armarme historias, y me centro en lo que me tiene más nerviosa ahora… Daniela. 

Salgo de casa, ya que Dani está afuera esperándome. Nos subimos al taxi que acababa de llegar.  Y nos dirigimos a la clínica. 

Al llegar, subimos al ascensor, que lleva al piso del consultorio de la ginecóloga de Dani, la doctora Mendes. Al entrar una mujer de unos 45 años nos recibe, se ve algo alta de estatura pero no puedo notarlo bien, ya que está sentada, tez blanca, cabello castaño, y ojos azul eléctrico. Levanta su mirada cuándo su secretaria nos anuncia, y esboza una sonrisa al ver a Dani. 

—Bienvenidas, chicas. Tomen asiento. — dice señalando las dos sillas frente a ella. — ¿Y bien, que las trae por aquí?. 

Nos sentamos, Dani suspira con pesadez, y comienza a explicarle todo. Le comenta  sobre el retraso de más de dos semanas, cosa que es extraña ya que pues, ella suele ser muy puntual. La doctora, escucha atentamente todo y luego llama a una enfermera para que le tomen una muestra de sangre. Mientras esperamos los resultados de la prueba, le hace un ultrasonido, el cual no muestra signos de algún embarazo. 

Unos minutos después, la misma enfermera regresa con los resultados de la prueba. 

También salió negativa. 

La doctora explica que el ciclo menstrual suele descontrolarse cuándo estás sometida a mucho estrés, y también por otros factores. Y efectivamente, Daniela últimamente ha vivido estresada. Entre sus estudios, el trabajo, y el ambiente tóxico en el que se encuentra viviendo, el estrés es demasiado. 

Luego de darle algunas indicaciones a Dani, la doctora nos dice que ya podemos retirarnos. 

— ¿Quieres ir a tomar algo? — pregunto ya estando fuera de la clínica. 

— Prefiero que mejor vayamos a casa. — dice con suavidad, y yo asiento.

— Volvamos entonces. — le doy una sonrisa de boca cerrada. 

Ella le hace una seña a uno de los taxistas que se encuentran frente a la clínica, y él asiente. Nos subimos al auto, y el señor comienza a conducir. 

Al llegar a casa, nos encerramos en mi habitación, y sin darnos cuenta, nos quedamos dormidas. 

                  ∘❀∘❀∘❀∘❀∘❀∘❀∘

— ¡Angie, la orden de la mesa 10 está lista! — mi jefa me llama desde el mostrador. 

Dejo la orden que estoy entregando en una de las mesas, y rápidamente me acerco a buscar la próxima.

— Lo siento. — digo mientras pongo todo en la bandeja. 

— Deberías ser más rápida, niña. — me reta. 

No digo nada, sólo me giro para dirigirme a dejar la orden. 

Hoy todos andamos de pésimo humor. Daniela pidió unos días libres, y otra compañera enfermó, por ende, no somos muchos y el trabajo se acumula. A pesar de ser día de semana, el café ha estado bastante lleno. Y el día ha sido bastante pesado. 

Por suerte, ya casi termina mi turno. 

Dejo la orden en la mesa que corresponde, y me dirijo hasta una de las que está vacía para sentarme a descansar mis piernas. No he parado ni un segundo, y me muero de cansancio. Miro la hora en mi celular, y suspiro aliviada al ver que ya mi turno acabó. La campanita de la entrada suena, avisando que hay nuevos clientes, pero no presto atención. Me levanto para dirigirme a marcar mi salida, y luego a los lockers a buscar mi mochila. Me despido de mi jefa con un gesto de mano, y salgo del establecimiento. 

Al salir un auto que conozco a la perfección entra en mi campo de visión. 

El auto de Diego. 

De pronto siento cómo mi corazón comienza a latir desenfrenadamente. Observo cómo apaga el auto, y la puerta se abre. Me quedo estática cuándo comienza a acercarse hacia mí. Tiene el ceño fruncido, y parece ¿molesto?.

— ¿Q- que haces aquí? — titubeo cuándo se planta frente a mí. 

— Hola a ti también. —  dice con sarcasmo. 

Verlo molesto me causa gracia. Aunque no sé si realmente me parece divertido, o son los nervios que estoy sintiendo justo ahora que me están traicionando. Ha estado llamándome y enviando mensajes, pero lo ignoré, no tenía cabeza para nada.

— Hola. — digo por lo bajo. 

— Angie, ¿se puede saber que hice mal? — mi ceño se frunce ante la pregunta. — Mira… si te molestó lo que pasó la otra noche, yo. 




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