Los días pasaron como si fuese verano pero sólo estábamos en Julio... el frío amenazaba todo a su paso, los arboles ya habían perdido todas sus hojas, el viento anunciaba unos meses de silencio y lluvias.
Hacía varias semanas que no hablaba con mi madre, ni siquiera una llamada, me sentía tranquila pero con algo de miedo aún.
Las vacaciones de invierno se acercaron muy rápido, las alumnas debíamos elegir quedarnos a cubrir una actividad llamada Guardia donde debíamos hacer algunas cosas como trabajar en la cocina, comedor, hotel, huerta o la limpieza del internado por 15 días o bien irnos a nuestra casa.
Se dice que cada año hay una niña que con suerte va a pasar el verano a su casa y yo no tenía ni un gramo de esperanza.
Mientras tanto mis compañeras estaban locas, vaciaban sus armarios, contando lo que llevarían y lo que no. Andaban de aquí para allá con la idea de irse por 15 días a hacer cosas que los jóvenes de ciudad hacen, o sea beber alcohol a escondidas de sus padres, asistir a fiestas, ver a los respectivos novios o novias en algunos casos. Como eso me dejaba algo triste porque estando en mi lugar quería tener un lugar a dónde ir, una casa dónde llegar y que sea lindo hacerlo.
En toda esa inmensidad de bosque en el cuál se encontraba el colegio yo era feliz solamente en dos lugares, el primer era en el área de investigación dónde el wifi funcionaba a la velocidad de la luz cuándo no llovía y en la biblioteca dónde menos alumnas han pisado en su vida porque para muchas leer aburría, era agotador.
El lugar estaba con un poco de polvo, telas de araña y uno que otro escarabajo muerto cuándo entré por primera vez. Desde allí mantuve todo limpio, en las tardes que no tenía clases huía a encerrarme ahí, pasaba horas y horas leyendo libros de biología, leyes ambientales, novelas, cuentos, proyectos entre otras cosas; eso me parecía muy placentero pero por sobre todo fácil. Me costaba mucho hablar con mis compañeras por que tenían temas que no me interesaban mucho como hablar de chicos, moda, encuentros sexuales descarados (sí, mis compañeras no tenían nada de santas por eso las quería) sin embargo en los libros encontraba cosas muy interesantes y no digo que lo ultimo no me parecía interesante pero en ese momento no importaba mucho en cambio los datos que leía podría en algún momento utilizarlo para algo en mi crecimiento o simplemente los grandes autores me hacían compañía con poemas, narraciones, canciones, dibujos o fotografía eso me mantenía alejada de la realidad... es decir de la realidad en dónde me sentía sola y no sabía a quién recurrir.
Y la verdad es que me había sentido sola tanto tiempo que no me molestaba el silencio en absoluto.
Comencé mi amor por la lectura desde los 6 a 7 años en un internado para monjas en la Capital del País, Asunción.
Desde pequeña me había destacado por mi curiosidad y mi sed de más, creo que por eso me había metido en tantos problemas para mi corta edad.
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Hola, he vuelto y prometo publicar más de seguido, jeje
Gracias por leerme.
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Mucho lofiu lector@s!