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No sabía cuándo se suponía tenía que presentarme para las reuniones del club, la nota no hablaba de horarios, puntos de reunión, material de lectura, objetivos comunes o nada entre esas líneas. La nota solo contenía una frase. Penélope no me había dado ningún tipo de información como mensajera.
No tenía ni una pista de cómo empezar.
Podría quedarme sentado esperando indicaciones, tal vez era parte de la iniciación del club ejercer la práctica de la paciencia, pero, por otro lado, James podría haber estado midiendo mi audacia y mi inteligencia, dejando sobre mi falda la tarea de deducir cuándo presentarme por mi cuenta. Después de todo, había conseguido una vieja aplicación para su club que había sido abandonada en la oficina de uno de los coordinadores, quien no me la extendió de buena manera pero se resignó a hacerlo después de mi insistencia.
Todos estaban enterados de cómo el club —el presidente del club mejor dicho— manejaba su dinámica con los otros estudiantes. James era sin duda alguna uno de los estudiantes de apellido con mayor peso de la universidad y las donaciones que la familia hacía a esta no pasaban desapercibidas. James tenía el poder de salirse con la suya en más de una situación. Yo me había salido con la mía, habiendo conseguido una aplicación por mi cuenta. Era de esperarse que tuviera algo de resentimiento, pero eso no explicaba por qué me había extendido un lugar en su cuasi secta.
Quería dar una buena primera impresión y permanecer cerca de Penélope con la excusa perfecta, pero para lograr eso tenía que deducir qué es lo que se esperaba de mí.
Sabía dónde se llevaban a cabo las reuniones. El ático, descubrí las primeras semanas, no era un secreto para nadie. No sabía exactamente cuándo era que se suponía, tenía que presentarme en el lugar.
Dejé pasar dos días y al tercero decidí hacerme paso después de mis clases por la torre central para llegar al ala oeste y después de hacerme paso entre los alumnos que me seguían con la mirada por el segundo pasillo, subir nuevamente la escalera caracol. La puerta estaba cerrada como era de esperarse y antes de golpear pude escuchar las voces que provenían de adentro. Cuando mis nudillos impactaron contra la madera se hizo el silencio, lo hice levemente y con cuidado, pero fue como si hubiera estampado mi puño con violencia. La puerta se abrió segundos después. “Ya era hora.” Escuché provenir de adentro de la habitación. Era la voz tosca y masculina de James, pero él no se encontraba en el umbral, frente a mí estaba Vinny.
“Oh, sí, sí. ¿Cómo era tu nombre?” Preguntó acomodándose los lentes para observar mi rostro más detenidamente.
“Máximo.”
“¿Y qué se le ofrece nuevamente, señor Máximo?” Su voz seguía con esa melancolía de nuestro primer encuentro, algo a lo que me fui acostumbrando durante los meses.
“Estoy acá—
James se levantó del sillón. “Dejalo pasar.” Se acercó hacia la puerta y Vinny se hizo a un lado para que él pudiera estrecharme la mano. “Bienvenido.”
“No lo hiciste.” Dijo una voz que desconocía, el quinto miembro de quien no había escuchado hablar todavía, quien no estaba en mi rango de visión en ese momento.
James hizo una reverencia para que me introdujera en la habitación. “La última vez que revisé yo seguía siendo el que tomaba las decisiones.”
Quedé parado en la entrada mientras que James se quedó a mi lado y Vinny tomó asiento donde suponía había estado antes de abrirme. Una silla que tenía una bella bufanda pashmina de color marrón colgando del respaldo y notas en el asiento que se escapaban hasta el suelo desordenadas.
Un chico de pelo oscuro casi negro estaba recargando su peso contra una de las columnas, debajo de uno de los candelabros empotrados. “Estoy a favor de que esto deje de ser una autocracia.” Cruzó los brazos y los tobillos al mismo tiempo cerrando completamente su postura. Sus ojos pasaron de la figura de James a la mía. Debajo de mi brazo del cual colgaba mi maletín tenía un par de libros, "Cien sonetos de amor", "Hojas de hierba" y "El profeta". De forma inocente, todavía creía que la acción principal del club rondaba alrededor de la poesía y había tomado prestado un par de libros de la biblioteca antes de llegar al ático. Ingenuo. Él miró mis libros y dibujó una sonrisa macabra antes de levantar violentamente la barbilla en un gesto hostil. “Es porque Pen te lo pidió.”
“No tengo que compartir mis razones.” James se hizo paso para sentarse al lado de la chica rubia que se arrodillaba sobre el suelo, tenía un juego de cartas sobre la mesa y barajaba el resto del mazo con destreza.
Cuando mis ojos se encontraron detrás de la chica rubia a Penélope sentada en el sillón, mis extremidades se relajaron de una sola vez, fue como si alguien hubiera robado toda la tensión de mi cuerpo y la hubiera reemplazado con pura sensibilidad. “Hola, Max” Susurró.
Me quedé parado como un imbécil esperando que alguien dijera algo más pero todos retomaron sus actividades como si yo no hubiera aparecido minutos atrás pero esta vez nadie estaba hablando. Gia estaba leyendo sus cartas de tarot, mientras Penélope la observaba recostando sus mejillas sobre los talones de sus manos. James en la otra punta del sillón y tomó un libro que descansaba en el apoyabrazos dado vuelta para usarlo como separador, "Conducting Technique" de Brock McElheran, enseguida se dispuso a leer con el ceño fruncido y esa expresión seria de labios apretados que lo caracterizaba. Vinny se puso a tachar sus notas con una lapicera sentado en su silla. Y del que todavía no me había aprendido su nombre se dio vuelta después de darme un segundo repaso y tomando dardos de arriba de la cómoda, se puso a arrojarlos al blanco que estaba en el lado opuesto a la habitación al lado de la ventana por donde entraba lo único poco de luz natural que quedaba del ocaso.
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Editado: 23.08.2024