Me enamoré de Penélope

Capítulo 5

“Es hoy.” Me dijo Lorenzo Gales, quien estaba terminando de armar sus cigarrillos para el día. Uno de mis compañeros y amistades formales de clases con quien compartía tres. “Hoy a la noche, no sé, podés pasar un rato si no tenés nada que hacer.” Y esa noche, aunque intenté leer más de Baudelaire para la consigna de James, terminé de cenar, algo que hice sin entusiasmo para buscar mi teléfono y mandarle un mensaje a Lorenzo, quien me había prometido una fiesta tranquila. 

¿Sigo en la lista? Pregunté.

Sí, es la tercera calle, condo cuatro, lo vas a reconocer es de ladrillo a la vista. Respondió.

Me vestí con solo unos pantalones de corderoy y una camisa blanca y me dispuse a caminar por el campus buscando el condominio. Desde la esquina opuesta podía escuchar la música que provenía de las ventanas que estaban abiertas y emanando humo. A la entrada dos chicos estaban fumando uno en cada lado del marco de la puerta, me hice paso entre ellos que no preguntaron de dónde venía ni a dónde iba y seguí por las escaleras siguiendo la música hasta que entre rostros conocidos de mis compañeros de historia del arte, me encontré a Grace Lancaster. Esta vez no tenía sus horribles botas, pero sí un moribundo vestido de pintas blancas y rosas que parecía salido de un comercial de los años cuarenta. “Buenas noches.” Me dijo pegando su cuerpo al mío y mi mirada siguió pegada en su vestido mientras me tomaba del brazo de forma poco disimulada.

“Así que, el club de poesía, hum.” Tenía el pelo levantado en una coleta y tenía que soplarse los mechones colorados que se metían en el paso de sus ojos. “¡Hasta trajiste uno!” Ella tomó el libro que por alguna razón me había acompañado conmigo a la fiesta. ¿Por qué decidí llevar el libro conmigo? Todavía no lo entiendo. Supongo que fue una forma vanidosa de demostrar mi aceptación en público. 

Había ido a mi primera fiesta en el campus llevando un libro de poesía, por Dios santo. 

“‘Las flores del mal’ interesante, ¿alguna parte favorita?”

“Estoy intentando leerlo, no estoy pudiendo todavía.” Respondí con toda la flacidez de la honestidad desinteresada. 

“Nunca entendí la poesía, 

Soy la herida y el cuchillo,

soy el golpe y la mejilla,

soy las piezas del cuerpo,

y la rueda que las tritura.

No tiene mucho sentido, ¿no?” Preguntó después de recitar. 

“Es sobre la dualidad de la existencia.” 

“Te van a odiar más de lo que ya te odian.”  Miré a mi alrededor, la tibieza de las miradas cargadas de los invitados de la fiesta, me alcanzó finalmente. “No te preocupes, yo no te odio, aunque creo que estás lleno de intenciones pretenciosas. Pero eso es un plus en mi libro.” Ella me devolvió el mío y carraspeó la garganta. “¿Querés algo para tomar?” 

“Por favor.” 

Mientras Grace se hizo paso hacia la cocina, yo busqué entre la gente a Lorenzo, el anfitrión, quien me recibió con un medio abrazo, presentándome a los demás con quienes estaba teniendo una charla. Estreché mi mano tres veces y sentí el peso que asentaba en el aire aun con la música a todo volumen. Eran tres estudiantes, uno de arte y dos de teatro. Cuando Grace volvió a aparecer con una copa colmada de vino rojo para mí, hice lo correcto y la introduje al resto. Ella se encargó de llevar a cabo la mayor parte de la conversación. Me enteré de que los dos estudiantes de teatro estaban preparando una obra con Vinny quien iba a ser el protagonista principal en Hamlet. “Es bueno.” Dijo uno. “Odioso a veces, pero bueno. No se podía evitar lo inevitable. Pueden decir lo que quieran de él pero nació para estar arriba del escenario.” 

“Me gustaría ver la obra.” Le dije amablemente. 

“Se lleva a cabo en el anfiteatro en la zona sur del campus.”

“Nunca estuve, es mi primer año. Estoy haciendo un máster.” 

Él asintió con la cabeza e intercambiamos brevemente números para que pudiera enviarme la invitación a mi departamento. 

El estudiante de arte no se quedó atrás comentando de Gia. “Una genio.” Pero como los demás, acompañó su cumplido con una descripción denigrante de su forma de ser con sus pares. “Se cree que es mejor que el resto solo porque tiene la habilidad.” 

Me informaron que Gia Forbes era de esos estudiantes que no habían llegado a la universidad por mera recomendación de su apellido, sino por su propio esfuerzo. Pero aunque Gia no tenía las posibilidades económicas de los demás integrantes del club de poesía, vivía como tal. Era gracias a su afiliación con los Holt que heredaba vestidos de marcas de precios casi inalcanzables, siempre estaba invitada a los eventos a los cuales los Holt asistían en verano cuando no estaban viviendo en el campus y recibía un pequeño préstamo que Penélope le daba sin cobrárselo nunca. 

Tragué el vino mientras mis acompañantes siguieron comentando sobre los miembros del club. De su resentimiento, de cómo cada integrante tenía un gran defecto en su carácter que lo llevaba a ser despreciable a pesar de sus virtudes. 

No me di cuenta de que estaba alcoholizado hasta que fue muy tarde. Perdí mi libro entre conversaciones y me encontré a mí mismo intentando sostenerme contra la pared para poder ir al baño y no mojarme los pantalones. 




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