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Estaba dejando el salón cuando por el rabillo del ojo reconocí a Vinny. Donovan me había dejado atrás para encontrarse con su chica de jazz y me había quedado merodeando, viendo cómo retiraban el piano que James había tocado con tanta euforia.
Vinny estaba con sus tiradores acomodados sobre su pecho y su saco sobre su hombro, él no me notó hasta que llegué a su lado. Estaba revolviendo notas dentro de su maletín y en su mano noté como tenía uno de los borradores de Gia. Era un dibujo del frente del rostro de James, uno completamente abstraído del mundo. Asumí que lo había hecho al final de la exhibición, de forma apresurada, para capturar el momento fugaz y después dejarlo ir, abandonando su bosquejo entre las sillas.
“Creo que lo entiendo.” Le dije a Vinny quien no se sorprendió cuando me dirigí a él sin saludar. “Al fin lo entiendo.”
“¿Y qué es lo que entendés, querido Max?”
“A ustedes.”
Vinny me miró por encima de sus anteojos, su mirada me recorrió de arriba a abajo. “Eso es una sorpresa.”
“¿James practicó todo con Penny?”
“Un par de veces.”
Suspiré. “¿Sabés? Me pasé casi la mitad de mi vida estudiando arte y por ridículo que suene, nunca me detuve un segundo a realmente apreciarlo.” Vinny simplemente dibujó una sonrisa. “Creía que sabía lo que significaba apreciar el arte, lo que era pararse frente a una pintura y comprender qué era lo que la hacía excepcional. Me dediqué a estudiar la biografía de artistas, a desmembrar los años de su vida, a entender el contexto social, económico y cultural. Pensé que estudiar esto y aquello me iba a dar la fórmula perfecta para tener el resultado de qué es el ‘arte perfecto’. Pensé que el arte era la suma de las partes ideales que llevaban a un todo. Busqué esa fórmula. Me infiltré en sus problemas, en sus penas, entendí por qué querían pertenecer a movimientos o ser completamente radicales. Supuse que podía ponerme en sus zapatos. Creí que podía explicar a la perfección lo que era la técnica, la muestra de habilidad. Siempre fui arrogante, me di el gusto de criticar a algunos, aborrecer a otros y adorar a solo algunos.
Ahora entiendo lo que se siente dejar que algo te consuma, entiendo lo que es dejar todo por tu arte. ¿Quiénes somos nosotros, meros historiadores, para criticar la obra de alguien de quien nunca vamos a pisar las mismas pisadas? Somos observadores, nada más. Y como tal, sólo podemos intentar comprender, pero nunca vamos a ser, y eso es lo que entendí hoy. Nunca voy a ser ninguno de ustedes, ni como ninguno de ustedes.
No sé qué los lleva a ser como son, pero entendí cuál es su cruel destino. Están para siempre condenados a crear y a ser criticados, observados y desnudados en frente a quienes no podemos llegar a hacer lo mismo ni en nuestros sueños.”
Vinny no tuvo ninguna respuesta emocional a mi discurso, o por lo menos no la demostró. Me volvió a mirar a través de sus anteojos y palmeó levemente mi brazo dos veces antes de ponerse a andar, con sus notas, con el dibujo de Gia y con mi perplejidad.
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El lunes esperé a todos sentado en uno de los sillones. Nadie estaba en el ático, pensé que por alguna razón la reunión se había cancelado y naturalmente nadie me había avisado.
Esperé, diez, quince, veinte minutos y me levanté del sillón dispuesto a irme a mi departamento pero, cuando estaba levantando mi maletín del suelo, la puerta principal se abrió con su chirrido tan particular.
James estaba parado en el umbral. “¿Te ibas?”, preguntó.
“Siempre están acá y no los encontré… ¿Se canceló la reunión?” Pregunté.
Él entró dejando su saco de lado en el perchero, tomándose su tiempo para empezar a prepararse un café sin ofrecerme si quería uno como era común. “Me dijo Pen que querés dejar el club.”
Me llevé la mano a la nuca. “Lo estaba pensando.”
“¿Y cuál es la conclusión?” Se giró y cuando el café estuvo listo se lo llevó a los labios después de soplar la superficie levemente. “Nunca me gustó esta cafetera.” Agregó después de su primer sorbo.
“No voy a dejar el club.”
Él dibujó una sonrisa. “Difícil de roer.” Tomó asiento en el sillón opuesto al mío y dejó su taza de café en la mesa petiza que nos separaba.
“Sé qué me querés empujar fuera.” Le dije, volviéndome a sentar en mi lugar, entrelazando mis dedos frente a mí.
“No pensaba disimularlo.” James volvió a tomar un sorbo de su café. Siempre se movía como si ya hubiera conquistado el mundo, como si se sentara en la cima y estuviera viendo a todos desde arriba. No era mal educado, ni petulante, ni engreído. Tenía la confianza heredada, supuse que de sus padres primero y después un resultado de su natural talento con la música.
“Por algo me aceptaste.”
“Por algo querías dejarlo.”
Los dos nos quedamos contemplándonos mutuamente. Yo entendía que para quedarme necesitaba la autorización de James. Si todos hacían lo que James decía, entonces yo tenía ese mismo destino frente a mí. En ese momento no parecía algo determinante, ni dañino.
“No lo voy a hacer.”
Me gustaría poder contar esta parte como si hubiera tomado la decisión después de meditarlo el fin de semana, con la cabeza fría. Mi cabeza estaba lejos de estar fría, estaba hirviendo por Penélope. Estaba confundido y aturdido, tan confundido que tomé la decisión en ese mismo momento.
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Editado: 23.08.2024