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Si antes creía que el grupo era todo lo hermético que podría llegar a ser, la situación con Donovan me probó lo contrario. Después del incidente, cada uno de los miembros se recluyó más y más. Si antes había paredes que nos separaban de la realidad, ahora nos encontrábamos rodeados de murallas impenetrables. Todos se volvieron más recluidos, si antes mencionaban un par de nombres de sus clases, ahora ya no lo hacían para nada. Las pocas amistades enclenques que tenían se volvieron inexistentes. En la misma medida me vi más y más absorbido por el club. No tenía más relaciones cordiales. No tenía relaciones con nadie fuera del club, punto.
Lo que había pasado en su momento no había sido registrado con el nivel de seriedad que una situación de ese calibre requiere. Había actuado por impulso, con miedo y por instinto. Mientras el tiempo iba pasando, el enojo de Brandon empezaba a alcanzarme, yo también empecé a odiarlos a todos. A Donovan, por supuesto, a Grace, a Lorenzo y a Tim. “Los idiotas son felices, el resto se vuelve loco.” Me dijo Gia, y pensé que era cierto. Todos los que no pertenecían al club, eran, en ese momento, —y en mi mente— un cúmulo de imbéciles que no merecían mi tiempo ni mi registro.
Todos odiaban al grupo, sólo porque eran indiscutiblemente superiores al resto en muchos aspectos. ¿Era eso lo que había llevado a Donovan a encerrar a las chicas en el baño? Yo creía que sí. Fue una forma de someterlas, de dominarlas, de rebajarlas a su nivel.
Con cada día, mi odio seguía ebulliciendo dentro de mí. En las noches soñaba con Donovan tocando a Penélope, poniendo sus manos en su cuerpo, besándola a la fuerza. Después, era cualquiera. Cualquier alumno que había visto durante el día yendo y viniendo de clases. Tuve más razones para seguir a Penélope a su casa cuando no caminaba con Brandon. Razones para acompañar a Gia a sus clases de acrílico en mi almuerzo.
No fui el único que desarrolló un instinto extra cuando se trataba de las chicas. Brandon parecía tener pelos de punta en su espalda constantemente cuando caminaba por los pasillos y James estaba más irritable que nunca. Vinny, en cambio, estaba más sensible a los gestos, a las reacciones fuera de lugar que ellas empezaban a tener.
Todos nos volvimos a nuestra manera un poco más posesivos. Se sentía como si las chicas fueran nuestras y alguien hubiera entrado en nuestro territorio sin que nos diéramos cuenta, hubiera robado algo precioso y se hubiera salido con la suya. Mi único consuelo era que, de todos, yo había sido quien había saboreado un poco de venganza.
Empezamos a recluirnos más y gracias a eso empecé a entender los ritmos de cada uno de mis compañeros, empecé a aprender cómo apaciguar los ataques de Brandon, cómo contentar a James, cómo acercarme más a Vinny, cómo acostumbrarme a la desnudez de Gia y cómo mantener una distancia prudente con Penélope.
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“¿Dónde están las chicas?” Le pregunté a Brandon cuando cerró la puerta del ático solo. Sabíamos que ellas habían pasado la tarde en su casa y que, se suponía, iban a venir al club con él.
“Indispuestas.” Respondió.
“¿Qué?” Pregunté incrédulo.
James bajó el libro que tenía delante del rostro. “Tienen el mismo ciclo.” Se acomodó el cigarrillo en la boca y después, “menstrual.” Agregó.
Vinny se rió cuando notó que me puse colorado. “Pasan mucho tiempo juntas y se sincronizan.” Me explicó.
“Gia me tiró uno de los tarros para limpiar sus pinceles cuando abrí la puerta.” Brandon se quitó el sobre todo y debajo pude ver la mancha de colores que se extendía por su camisa blanca.
“¿Están mal?” Pregunté.
“Pen estaba con dolores menstruales y Gia… sólo quejándose porque tiene el derecho en estos días y busca cualquier excusa para hacerlo.” Respondió Brandon. “Intentá vivir con ellas estos días. Son difíciles de soportar, especialmente cuando se confabulan.”
“¿Está Gia viviendo con vos?” Preguntó Vinny.
“Últimamente, duerme con Pen semana de por medio.”
Mi mente viajó hacia la habitación de Penélope, donde una imagen de las dos chicas idénticas dormidas en la misma cama se formó tan nítida que podía sentir el olor de sus perfumes, mezclándose entre sí, como sus piernas y algunos mechones de su pelo.
“James.” La voz de Brandon era firme. Me giré para ver a quién había llamado y me di cuenta de que estaba apretando el ceño, su frente más fruncida de lo común. “¿Pasa algo?”
“Nada.” Dijo relajando su expresión. “Nada…”
Como estábamos solo los cuatro, nos tomamos el recreo dejando que la idiotez de la testosterona se apoderara de la noche. Pasamos el tiempo hablando mayormente de la población femenina. “¿Cuántas chicas?” Preguntó Brandon y Vinny levantó los hombros.
“No llevo la cuenta. No me sorprendería que vos sí las contaras.”
“No fueron tantas como para perder la cuenta.” Dijo Brandon mientras sus ojos viajaron hacia sus cejas intentando recordar. “¿Cuántos hombres?” Preguntó una vez que volvió a nosotros.
“Siete, por ahora.” Respondió Vinny. “Max, ¿cuántos?”
James y yo negamos con la cabeza a la vez. “Ninguno.” Dije. “Nunca lo hice con un hombre.” Vinny pareció sorprenderse con mi confesión.
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Editado: 23.08.2024