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Un día martes recordé que había dejado olvidado en el ático uno de mis libros de Teoría y Crítica del Arte, después de mi clase optativa de latín me dirigí al ala oeste subiendo las escaleras de dos en dos para aterrizar en el hall, dejé mi maletín en uno de los dos sillones del recibidor y cuando estuve a punto de cargar todo mi peso sobre la puerta para abrirla me di cuenta de que estaba sin traba, cedió y tuve que retroceder para no perder el equilibrio.
En el ínterin escuché un murmullo.
Me quedé expectante contra la madera, preguntándome quién podía estar dentro. Supuse que James con alguien más, el siempre estaba en el espacio cuando no se encontraba en su departamento, decía que era más acogedor que el lugar en el que vivía pero nunca lo había visto hasta ese momento, por lo que no podía decir a ciencia cierta si era verdad o no.
Como no quería interrumpir una reunión privada del club, levanté mi maletín y estuve a punto de cerrar la puerta cuando escuché el primer gemido seguido de otro, uno ahogado. Escuché el rasqueteo y enseguida me imaginé la cómoda que siempre tenía la cafetera de James encima, vibrando. Cuando escuché el gruñido supe que dentro, detrás de la puerta, a solo unos metros alguien estaba teniendo sexo contra uno de los muebles. Mi mente viajó entre posibilidades, algo en mí quiso imaginarse a Gia con Vinny, también pasó la posibilidad de que James o Brandon hubieran llevado alguna chica al lugar, era más probable que el segundo se inclinara más a faltarle el respeto al santuario de James pero como ninguno de los miembros del club se estaba frecuentando con ninguno de los estudiantes era algo que dudaba que pudiera pasar. Finalmente, mi mente pasó por miles de imágenes de Penélope mirando a Brandon de forma cómplice, escuche los “amore mío” en mi mente, volví a rememorar las noches que pasaron juntos en el jacuzzi, ambos vestidos con ropa y la imagen de Brandon colgándose a Penélope en su último episodio se clavó en mi mente.
Empujé levemente la puerta, solo unos milímetros para ver a través de la abertura, quería comprobar que estaba equivocado, quería poder decirme a mí mismo que mis perversas fantasías eran producto de una mente trastornada.
Cuando divisé las dos figuras, ambas estaban de pie, no pude ver bien, no llegué a divisar identidades, por lo que empujé para tener unos milímetros más de visión y finalmente reconocí a James por su porte, por su piel morena, por cómo sostenía de la cintura a quien estaba de espaldas sosteniéndose contra la cómoda con ambas manos. Él tenía los pantalones bajos, sus pantalones negros que tanto le gustaba usar, sus zapatos haciendo juego y la camisa blanca abierta, su saco estaba sobre el sillón desarmado. No había imaginado que James era capaz de deshacerse de una prenda sin antes acomodarla perfectamente en su lugar.
“Gia.” Dijo perdiendo el aire.
El embestía con fuerza y brusquedad una y otra vez, gruñendo entre los mechones de pelo rubio de Gia, empujándose contra sus caderas con velocidad. Ella se sostenía contra la cómoda y noté a penas que él la sostenía de la boca, lo que enmudecía sus gemidos.
Me quedé helado viendo la escena por unos segundos. Supe que no podía hacer ningún movimiento brusco y no quería ser víctima del cliché de ser descubierto gracias a que una de las maderas crujiera debajo de mis pies.
Estuve a punto de irme sin pensarlo dos veces, de dejar la escena atrás, de no volver a pensar en eso nunca más. Había visto cómo James había resguardado a Gia del mundo la noche del incidente con Donovan. Un gesto así es difícil de olvidar y fácil de identificar como amor. Pero tuve la desgracia de quedarme un segundo de más.
James se movió para buscar más profundidad, levantando la pierna de Gia levemente y esta se giró para darme su perfil.
Fue entonces cuando me di cuenta.
No era Gia. Nunca había sido Gia.
Era Penélope.
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Esa noche me encerré en mi departamento con una botella de ron, tomé más de lo que una persona en su sano juicio toma de una sola vez en un periodo razonable de tiempo. Empecé a dar vueltas por el lugar para después destrozar el librero que de a poco había construido gracias a mi creciente colección de libros de poesía y terminé llorando en el suelo de mi living, el cual rara vez usaba, ya que nadie del club me visitaba y no tenía otros amigos.
No sé en qué momento lo hice, pero recontando los hechos supongo que fui yo quien llamó a Vinny. Sé que él apareció en mi casa a la noche. Tuve que haber abierto la puerta para él y dejarlo pasar. No tengo idea de que le dije, pero algo le debo haber contado en mi momento de conciencia inalcanzable. Sé que durmió conmigo en mi cama porque nos despertamos juntos. Yo estaba en mi pijama y el en boxers. Al lado de la cama estaba mi balde de limpieza, expectante, pero no vomité. No llegué a hacerlo y debe haber sido por eso que me desperté todavía borracho.
Lo primero que hice fue ir al baño y cuando volví en ropa interior a la habitación con la intención de seguir durmiendo, Vinny estaba despierto.
“¿Estás mejor?” Me preguntó. Asentí con la cabeza y me senté en el borde de la cama. “Casi te llevo al hospital. Perdiste la conciencia varias veces. Te metí en la ducha, espero que no te importe, es por eso que mi ropa está secándose en tu baño.” No había notado la ropa para nada cuando fui.
Vinny se sentó en el colchón y como no estaba seguro de que había dicho la noche anterior, no dije nada para no traicionarme. Tenía miedo de haberle dicho a Vinny lo que había visto porque no sabía si él era consciente de lo que pasaba entre James y Penélope. Pero finalmente el habló: “Lo sé, Max.” Volví a asentir con la cabeza. “Y creo que todos sabemos que estás loco por Pen. No es un secreto. Lamento que tuvieras que haberlo descubierto de esa forma.”
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Editado: 23.08.2024