Bendito despertador de los cojones.
Si, no es una buena frase, pero acompaña el día de mierda que lo carga.
Salgo de las cobijas perezosa, nada de lo planificado había funcionado, había gastado más horas leyendo ordenando y escribiendo en la Macbook, que durmiendo y relajando mis nervios.
Hoy era uno de esos días importantes, para todo el mundo sería como algo súper importante que no podrías olvidar, para mí solo era conocer los nuevos bacantes de la universidad de la capital, pero era de importancia, al menos para mí.
Cuando ya estoy lista con unos simples vaqueros largos, una blusa amarilla ancha y unos zapatos de centro comercial blancos me peino.
No era muy superficial en el ámbito de la belleza, sabía y creía el cuento de que cada mujer resplandecia y brillaba a su modo.
Yo trataba de encontrar ese brillo todas las mañanas, ese brillo del cual nos habían hablado en revistas de moda, libros y hasta la mismísima escuela.
Me hice dos colitas de trenzas a cada lado de mí cuello, limpie mis lentes.
Tenía miopía desde los 8 años por lo que ya eran parte de mí día a día, me las pongo y me aplicó la casi desgastada barra de labios hidratante, ya me tocaría comprar otra.
Meto todo lo importante en mí bolso grande y tomo el celular.
Nuevamente nada ocurría en el, a pesar de todo estaba tranquila.