Camino afuera de la habitación y veo que mi mamá pone la mesa con Bárbara. Miro la comida y por alguna extraña razón empiezo a sentir náuseas y asco. Mi corazón se acelera debido al miedo que comienzo a sentir, mamá no se puede enterar todavía.
-Kate -salgo de mis pensamientos al escuchar la voz de mi amiga.
-¿si?
-¿estás bien? -pregunta preocupada.
-si si, solo que me quedé pensando en la llamada que acabo de colgar -digo lo primero que se me viene a la mente.
-¿llamada? -ahora es mamá la que pregunta. -¿con quién estabas hablando?
-con mi jefe, el que acabas de conocer hace poco -miento.
Ella hace memoria para luego, asentir repetidas veces con la cabeza.
-ah si ya me acordé. Que chico más educado.
Siento la mirada de Bar en mí, pero no le hago caso y me siento en la silla del comedor.
Miro la comida, son albóndigas con salsa. Miro a Bárbara con alerta cuando siento como las náuseas vuelven. Mi mamá habla de como le fue con las ventas en su floristería este año.
-pero hija come, no has probado ningún solo bocado.
-es que no tengo hambre -la miro angustiada.
Teresa me mira con desconfianza, cómo si no creyera nada de lo que le estoy diciendo y temo que empiece a sospechar. El ambiente es tenso, de repente todo se vuelve en un silencio sepulcral y como siento dos miradas en mí, ignoro mis náuseas y tomo el tenedor que está frente a mí.
-intentaré comer algo.
Parto la albóndiga y llevo un pequeño trozo de ella a mi boca. El olor me llega y me entra una arcada.
-¡Katerine! -la voz de mi madre es lo último que escucho antes de salir corriendo hacia el baño social.
Entro y cierro la puerta como sea. Me arrodillo y boto toda la poca comida que comí durante el día. Que en realidad, solo fueron unos tacos y agua.
Cuando termino bajo la perilla del inodoro y lo lavo. Luego de 25 minutos, termino. Acomodo las cosas en su lugar y me lavo la boca. Mi cara está pálida y tengo hambre pero no quiero comer esas asquerosas albóndigas. Lavo mi cara para que quite toda lágrima de mi rostro, producto del vómito y salgo del baño. Apenas abro la puerta, me encuentro con el rostro de mi madre y atrás una Bárbara que se encoge de hombros.
-¡¿Me puedes explicar que te sucede?! -el regaño de mi madre me pone nerviosa al instante.
-yo...
-solo le cayó mal la comida, no se preocupe señora -la voz de Bárbara me interrumpe salvándome de mi mamá.
-¿es verdad eso? -pregunta en mi dirección.
Tomo una bocanada y le digo la verdad.
-no.
La mirada de asombro de mi amiga es lo primero que veo porque me da miedo como vaya a reaccionar la mujer que me dió la vida.
-¿entonces? ¿qué te pasa? -hace una pausa y yo me quedo en silencio, incapaz de contarle sobre mi embarazo. -Katerine, ¿acaso estás embarazada?
Mi ojos se nublan y ella lo toma como una afirmación. Mi mamá se lleva las manos a la cabeza, está en shock.
-si -mi voz sale dolida.
-no, no -sus ojos se nublan pero parpadea producto del enojo.
-yo puedo explicarte todo -trato de calmarla pero lo único que hago es empeorar las cosas.
-¡¿que vas a explicar eh?! No puedo creer que me hayas pagado un avión solo para decirme que estás esperando un hijo -habla enojada y frustrada.
-es que esto te lo tenía que contar personalmente. No podía contarlo por una llamada telefónica. Entiéndeme por favor -mis lágrimas corren y lo único que quiero es no perder a mi madre en estos momentos.
-¿qué te entienda? ¡por favor Katerine! No puedes actuar normal y tratar de arreglar las cosas después de contarme una noticia como esta.
Miro a Bárbara y ella me mira con tristeza.
-bueno pero ¿qué puedo hacer? No pienso abortarlo -le replico decidida.
-¡pues eso debiste pensar antes de hacerlo!
-¡lo sé! Crees que no me reprocho por todo esto. Crees que no sé lo mucho que va a afectar mi vida este bebé. -trato de poner la mano en el hombro pero se aparta.
-¿quién es el padre? -me mira y me tenso. -¡contesta!
-solo te puedo decir que no estamos juntos.
Se lleva las manos a la cabeza como si el mundo se fuera a acabar.
-Barbara, ¿nos puedes dejar solas? -le pido a mi amiga y ella asiente.
Sale del departamento y yo me siento en un sofá.
-Katerine ¡no lo puedo creer! Justo lo que quería que no sucediera contigo, pasó. No puedes repetir mi historia...
-¡las cosas son diferentes! Sé que hice las cosas mal, que arruiné de alguna forma mi futuro, pero, no me arrepiento mamá -llevo un mechón de cabello detrás de mi oreja y prosigo -este bebé es todo para mí y aunque no esté con su padre, no me importa, lo quiero. De verdad, he intentado odiarlo por todos los medios pero no puedo. No tiene la culpa de nada, la culpa es mía y no por eso debe pagar los errores de su madre.
-solo tienes 20 años -se tapa los ojos con las manos y yo me siento fatal. Me siento la peor hija en estos momentos.
-si. Cuando me enteré, en un momento pensé en abortarlo pero luego pensé, tú no hiciste eso conmigo, no decidiste deshacerte de mí y no te importó que te quedarás sin familia y sin nada. ¿Por qué tendría que hacer lo contrario?
-no te estoy diciendo que lo abortes, ¡solo date cuenta Katerine! no puedes traer un bebé a este mundo, no tienes ni con que sostenerte. Piénsalo -me toma de los brazos haciendo que recapacite.
-lo sé. Pero no voy a abandonar a mi hijo, no tiene la culpa de nada y si no quieres apoyarme, está bien, no lo hagas. Yo buscaré la manera de arreglármelas por mi cuenta -mascullo secándome las lágrimas.
-¡claro que te voy a apoyar! eres mi hija, a pesar de que en estos momentos me sienta un poco decepcionada contigo. No voy a hacerte lo mismo que hicieron mis padres conmigo.
-gracias -sonrío, eso era lo que necesitaba escuchar.
-¡pero me tienes que decir quién es el imbécil del padre!
-no estoy preparada para contarte ahora. Te lo diré cuando me sienta lista.