Me enamoré de ti

XXXI

Salgo del ascensor y camino hasta la puerta de su apartamento, para luego, tocar con mis nudillos la madera. Todavía rondan en mi cabeza, las palabras que me dijo mi amiga esta mañana:

"-sabes que no tienes que hacer esto, solo ignóralo y él sabrá cuál es tu repuesta."

Y es verdad, yo no debería de estar aquí, pero, mi maldita impulsividad no me deja quedarme quieta. Necesito dejarle en claro que conmigo no se juega y tengo que hacerlo ahora.

La puerta se abre y Lucas aparece del otro lado con una cara de sorpresa.

-pequeña, sabía que vendrías -su sonrisa se ensancha y sus ojos brillan de la emoción.

-no me digas así y, vine para devolverte esto -le entrego la caja con el portaretratos de nuestra foto juntos.

Él se queda mirando las cosas que le entrego y traga saliva, asimilando todo.

-Katerine por favor, sabes que todavía lo nuestro se puede arreglar -hace el amago de tocarme pero, yo soy más rápida y me aparto.

-no, lo nuestro se acabó Lucas y sabes muy bien porque fué.

-si y no sabes cuánto me arrepiento de todo, si me dieras una oportunidad, solo una, yo remendaría mi error -me mira triste, su expresión no logra causar nada en mí.

-me fuiste infiel y si, te perdono -sus ojos se iluminan de esperanza-. Pero no voy a volver contigo Lucas.

Su rostro pasa a uno de decepción.

-¿por qué?

-porque tú lo decidiste en el momento en que me fallaste y yo, lamentablemente ya no siento nada por ti -digo sintiendo como si quitarán un gran peso de mis hombros.

-hay alguien más, ¿Verdad? -me quedo un momento en silencio y él me mira enojado-. Contesta.

-eso a ti no te importa y te recuerdo que ya no somos nada, entonces no vengas a exigirme explicaciones que obviamente, no te debo.

-por lo menos dime quién es -demanda.

Me echo a reír a carcajadas.

-ay Lucas, es evidente que no te voy a decir nada. Ahora, no quiero saber más nada de tus cartas, ni de ti.

-¿Qué tengo que hacer para que vuelvas conmigo? -sale de su apartamento y se acerca a mí, hasta quedar a centímetros.

Su cercanía solo me produce asco y repulsión, me trago lo que siento y le escupo:

-¿Sabes que? porque no te buscas una vida y me dejas en paz, idiota -lo empujo y camino apresurada hasta adentrarme en el ascensor.

Trato de controlar mi respiración, la cual no me había dado cuenta de que estaba agitada. Odio admitirlo, pero si, Bárbara tenía razón, fue un desperdicio de tiempo hablar con él.

Al llegar a la entrada del conjunto residencial, camino hasta la salida y espero pacientemente el autobús. Me subo en él y pago el pasaje, ya estando sentada empiezo a pensar en que voy a hacer de mi vida ahora en adelante. Me quedé sin trabajo y es evidente que no puedo entrar a la universidad en el estado en que me encuentro. Por un momento desearía que todo fuera una pesadilla y nada de lo que pasó en esa feria fuera real.

Pero sé que muy en el fondo, también agradezco el haberle conocido porque aunque parezca estúpido, él es el único que hace que mi pulso se acelere y mi piel se achine a causa de los nervios, solo Oliver consigue alterar mi cuerpo y provocar en mi ser millones de sensaciones, las cuales yo misma jamás pensé que podía sentir. Y, de la noche a la mañana, todo eso se termina y me hace centrarme en la realidad.

Y la realidad es que él decidió alejarme.

Bajo del autobús sintiendo los rayos de sol chocar con mi rostro, camino unas cuantas cuadras y me encuentro con la entrada del edificio donde vivo. Ando y me adentro en el edificio, chocando con un cuerpo.

-perdón -digo al separarme.

Mis ojos caen en la chica rubia que lleva varios documentos en sus manos.

-oh Katerine, ¿Cómo has estado?

-bien ¿Y tú?

-de maravilla, el otro día te fuiste muy apurada de la peluquería, ¿sucedió algo? -frunce su ceño preocupada.

-algo sin importancia -me encojo de hombros.

-mm ya veo, bueno te dejo porque voy tarde a mi primer día de trabajo.

-¿trabajo? -pregunto extrañada, la última vez que la ví no parecía de las personas que trabajarán.

-si, trabajo en la compañía LOMBARDI -dice y me quedo muda-. Bueno, hasta luego Katerine.

-adiós Amelie.

Mi mente se queda procesando sus últimas palabras, así que trabaja en la empresa de Oliver. Si empiezo a atar cabos, entonces ella es mi reemplazo.

-no, no -me niego a creer eso, a lo mejor solo estoy exagerando.

Camino e ingreso en el ascensor, para más tarde, estar adentro de mi hogar. El olor a caldo de pollo es lo primero que logro percibir.

-hola mamá -saludo acercándome a la cocina.

Mi mamá deja lo que está haciendo para mirarme.

-hola cielo, ¿Dónde estabas?

-por ahí.

-bueno espero que estés muy hambrienta porque ya sopa está lista.

Asiento y ella empieza a servirme la comida. A mí me memoria viene la escena caliente que tuve con él ayer, sus besos húmedos y su mano acariciando la piel de mi mejilla, hacen que me ponga roja como un tomate, lo cual mi madre logra captarlo.

-¿te pasa algo? -me mira preocupada y mis mejillas se encienden más de lo que ya están.

-no.

-¿Segura? -insiste.

-si madre, no tienes de que preocuparte -agarro el plato con el caldo y camino rápidamente al comedor, para que no continúe haciéndome preguntas.

Pruebo la comida y mis pupilas gustativas se abren con apetito, logrando que termine el plato. Cómo si mi estómago no hubiera comido nada, me reclama más comida. Voy a la cocina y busco en la nevera algo para comer, tomo el mango que se ve muy apetitoso desde el lugar y un cuchillo de la encimera. Pico el mango y le agrego sal, pimienta y limón.

-no piensas comerte eso, ¿cierto? -la voz de mi mamá llega a mis oídos.

-solo es un antojo.

-pero ¡Por Dios! Kate, eso no es saludable -se lleva la mano al puente de la nariz, un poco frustrada.

-por una vez que lo pruebe, no va a pasar nada malo.



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En el texto hay: romanace

Editado: 03.08.2024

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