Los nervios se acentúan cada vez más en la boca de mi estómago, no puedo evitar sentirme preocupada, cualquier cosa que sea, voy a tratar de que no me demore más tiempo de lo justo y necesario.
Las puertas frente a mí se abren y mi corazón da un brinco cuando visualizo su carro a centímetros de la entrada. Camino a paso lento, quisiera salir corriendo y no estar compartiendo el mismo espacio con él.
"-no seas cobarde -me digo mentalmente."
Me detengo frente a la puerta trasera y extiendo mi mano para abrirla, pero, el sonido de la puerta de copiloto me detiene. Aprieto mis labios un poco enojada y avanzo hasta entrar dentro del vehículo.
-buenas tardes -evito hacer contacto visual con sus ojos.
-buenas tardes.
Enciende el auto y empieza a conducir, como no sé cuánto tiempo va a durar el transcurso del viaje, saco mi celular del bolsillo delantero de mi pantalón. Al prender la pantalla, el sonido de las notificaciones de mensajes resuena en todo el ambiente, rápidamente pongo el celular en vibrador.
Miro a Oliver por la esquina de mi ojo y noto que apenas se inmuta, sigue ensimismado y concentrado solo en conducir, por lo que sus ojos no se apartan de la carretera. Vuelvo a enfocar mi atención en el celular y me fijo en un mensaje.
Es Marcos, preguntándome si le aceptaría una salida a un museo.
La idea me gusta, de hecho visitar un museo siempre ha sido uno de mis planes por cumplir, pero, no sé si se vea correcto salir con él.
"Claro que se ve correcto, además, no le debes explicaciones a nadie"
La voz de mi subconsciente me hace pensar nuevamente las cosas y termino mandándole un mensaje a Marcos, en aceptación a su salida. Apago la pantalla del móvil y me concentro en el paisaje que pasa de forma rápida a través de la ventana.
Para cuando vuelvo a fijarme en el teléfono, el carro se detiene, alzo mi vista y observo todo afuera, mi corazón da un vuelco cuando me doy cuenta que me ha traído a la misma mansión de aquella vez. La puerta de copiloto se abre y los ojos de Oliver me miran, esperando a que baje de su auto.
Salgo del vehículo, él bloquea las puertas del mismo y lo sigo cuando empieza a caminar hacia las pequeñas escaleras que conducen a la mansión. Trago saliva y aprieto mi puño enojada conmigo misma, no puedo creer que su presencia me sigue afectando desde el primer día en que lo conocí. A paso lento entro después de él, el olor a vainilla y a jazmín llega a mis fosas nasales, y justo una señora llega hacia nosotros.
-hola señor Lombardi, ¿en qué le puedo servir?
-por ahora nada, voy a estar en mi oficina con la joven y necesito que nadie nos interrumpa -dice y la señora asiente.
-¿y si alguien pregunta por usted?
-le dices que estoy ocupado y no puedo atender asuntos en estos momentos.
-está bien señor.
Él no dice nada y continúa caminando, no me queda más de otra que seguirle, al momento en que paso al lado de la señora, puedo sentir su fija mirada en mí. Decido ignorarla y avanzo, nos detenemos frente a una puerta a la que supongo que es su despacho.
Confirmo mis sospechas cuando abre la puerta y veo que se trata de su oficina.
-toma asiento -me indica la silla frente a su escritorio y obedezco.
-y bien, ¿cuál es el motivo de mi visita? -pregunto una vez estando sentada.
-como veras Katherine has sido despedida de la compañía LOMBARDi -me mira serio.
-si, eso ya lo sé pero, ¿Qué tiene que ver mi despido con esto? -pregunto confundida.
-Katherine yo no fui quien te despedí aquel día.
Lo miro casi boquiabierta analizando sus palabras.
-si usted no lo hizo, entonces, ¿quién fue?
-de eso me estoy encargando de saber. Ahora quiero hacerte una pregunta -asiento para que continúe-. ¿Deseas seguir trabajando en la empresa?
Pienso la respuesta, no es que no quiera es que si acepto tendría que verlo todos los días y eso haría que olvidarlo sea una tarea difícil por no decir imposible. Sin embargo, necesito el empleo, ahora no estoy solamente yo en mi casa, espero un bebé y mi madre no creo que se quede por mucho tiempo en mi casa. Además tengo que ayudar a Bárbara con las facturas. Me encantaría poder negarme pero no puedo.
-si, todavía me interesa trabajar en su empresa.
-perfecto porque voy a averiguar bien quien se tomó el privilegio de despedirte.
-bueno, si eso era lo que me tenía que decir, me temo que ya me voy -hago el amago de levantarme pero su voz me interrumpe.
-Espera -sus ojos conectan con los míos y trago saliva nerviosa-. ¿Has seguido la alimentación de la pediatra?
Su pregunta me toma desprevenida.
-si, ¿por qué?
-solo quiero que mi hijo esté bien.
-pues está en perfectas condiciones.
-eso no decía los resultados de los análisis -se pone de pie llegando hasta a mí.
-los análisis decían que solo me faltaba alimentarme mejor.
-si pero...
-¿A qué quieres llegar con esto? -le interrumpo.
-solo me aseguro de que no me digas mentiras.
Respiro profundo y suelto enojada lo siguiente:
-no veo la necesidad de mentirte, a mi parecer estás buscando cualquier pretexto para alargar esta conversación.
-si así lo dices, ¿por qué no te has ido? -el aroma de su perfume entrando por mis fosas nasales me detiene. Dios este hombre no deja de parecerme atractivo en cualquier momento.
-porque no puedo irme cuando me estás rodeando de preguntas y me tienes acorralada contra la pared -le hago saber y él capta enseguida lo que está haciendo.
Me suelta y me da la espalda.
-es todo, ya te puedes ir.
No me da la cara y yo no digo nada, en respuesta, solo se escucha el sonido de la puerta cuando la cierro detrás de mí. El sonido de mi corazón retumbando en mi pecho me acompaña mientras me dirijo a la entrada de la casa, su presencia sigue afectándome cada vez que lo veo.
Tengo que hacer lo posible por cambiar eso.