Me enamoré de ti

XXXV

Oliver

La mañana del lunes empieza, estoy conduciendo hacia la empresa, como es de costumbre el tráfico me recibe. Conduzco por una hora más hasta llegar a la empresa. Dejo el carro en el parqueadero y me bajo.

-buenos días señor Lombardi -escucho como me saluda cada empleado.

-buenos días -respondo de vuelta.

Entro en el ascensor y espero llegar pacientemente a mi oficina. Me acerco al puesto de mi secretaria.

-buenos días. Necesito que me pases la agenda de hoy, por favor.

-buenos días, enseguida se la llevo señor.

-bien.

Entro en mi oficina y organizo las cosas para empezar a trabajar. Luego entra mi secretaria y me entrega la agenda. Le echo una hojeada, revisando cada punto.

-pide que se organice la sala de reuniones para la junta -le ordeno.

-si señor.

Sale dejándome con la agenda en las manos.

Luego de un rato, me confirma la reunión con los socios y me preparo para esta. Entro en la sala de reuniones y la junta con los socios empieza.

En el transcurso de ella escucho varias propuestas sobre incorporar nuevos ingredientes a las fórmulas de nuestros productos, tengo en cuenta algunas y las que no son de mi interés, simplemente las rechazo.

Al finalizar la junta estrechamos las manos como despedida y cada uno sale de la sala. Reviso la hora en mi reloj, ya es de tarde por lo que decido ir a un lugar a almorzar.

Salgo del ascensor y me topo con la figura de Katherine en la salida de la empresa, lleva una falda negra de tubo que se ajusta muy bien a sus curvas, una camisa blanca por dentro y unos tacones bajos. El cabello cae libremente por su espalda y mis dedos pican por querer acariciarlo. Me doy cuenta que no está sola, está hablando animadamente con Marcos, frunzo el ceño y una molestia empieza a acentuarse en mi pecho, haciéndome apretar los puños.

Ellos siguen conversando como si nada, no se dan cuenta que alguien los observa desde la distancia. Decido apartar la mirada sintiendo la rabia recorrerme y como si no fuera pasado nada, camino y paso al lado de ellos.

Ya estando afuera reviso los mensajes. El mensaje de mi amigo Alexander me dice que ya se encuentra en el restaurante.

Camino hasta la mesa reservada y me encuentro con los ojos cafés de Alexander.

-¡Oliver! Cuánto tiempo sin verte, te noto un poco decaído.

Ruedo los ojos y me siento en la silla.

-serán impresiones tuyas -murmuro.

-no, mi intuición no me falla y tu cara luce como si fueran pasado muchas cosas desde que me fuí -me señala con el dedo y yo me salvo de responder cuando el mesero llega pidiendo nuestras órdenes.

Pedimos la comida y Alexander me cuenta un poco sobre su vida en Alemania, lo escucho atentamente pero por más que trato de concentrarme en lo que me dice mi mente no deja de recordarme la escena de ella. Nos traen la comida y empezamos a comer, mastico con rabia y espero que él no lo note. Quiero volver al lugar e ir donde ella y que me sonría de la misma forma que lo hacía con Marcos, quiero rodear su fina cintura y estrecharla a mi pecho frente al idiota ese y dejarle claro que ella no está disponible para él.

Pero no puedo hacerlo, y eso es lo que más me jode.

-¿y sigues con Hanya? -su pregunta me llega de sorpresa, logrando que salga de mis pensamientos.

-no.

-¿Que? Pensé que iban a durar toda la vida.

-no digas estupideces.

-pero, ¿Por qué? digo, ustedes se veían muy enamorados, al menos por parte de ella.

Paso una mano por mi cabello, desordenándolo un poco.

-voy a tener un hijo con otra mujer.

Sus ojos se agrandan sorprendidos.

-me imaginé que pasaron muchas cosas pero jamás que vas a ser padre. ¿Cómo pasó? -pregunta curioso.

-te cuento otro día, tengo que volver a la empresa ahora mismo -digo mirando mi reloj.

-eso espero, la historia completa con todo los detalles.

Ruedo los ojos por segunda vez en el día y me despido de él.

Manejo por la carretera y después me bajo del carro para entrar a la empresa. Al estar en mi oficina, continuo trabajando y adelanto algunas cosas del trabajo de mañana. Para cuando termino ya es de noche, recojo mis cosas y apago el computador.

Me coloco el saco y salgo de la oficina, afuera mi secretaria se encuentra guardando sus cosas.

-buenas noches señor -me sonreí apenas me ve.

-buenas noches -respondo sin mirarla y entro en el ascensor.

Salgo del ascensor en la primera planta, mi celular vibra y lo saco del bolsillo de mi saco.

Madre

"Hijo, ¿cómo estás? No se te olvide el cumpleaños de tu abuela el viernes. Recuerda que ella quiere que estés ahí."

Le respondo un "está bien" y guardo el celular dentro del saco.

Para cuándo alzo la mirada, están ellos nuevamente hablando y esta vez mi enojo viene enseguida a mí, aprieto mi mandíbula al presenciar la escena frente a mis ojos.

Marcos está ayudándola a ponerse el abrigo y noto como ella no se da cuenta cuando él reposa su mano en su espalda más de la cuenta. Cuando por fin la aparta, veo como hablan y luego salen juntos.

Rápidamente avanzo hasta alcanzarlos y hacerles notar mi presencia. Él primero me nota y luego lo hace ella, una sonrisa interna de satisfacción surge en mi mente cuando ella traga saliva nerviosa luego de que me ve.

Quedo mirando por más tiempo sus ojos, deleitándome con el color avellana de ellos, disfrutando el poco tiempo en que estos solo me prestan atención a mí.

-vámonos Marcos.

Él asiente y caminan desapareciendo de mi vista.

La molestia llega a mi pero también llega otra emoción y es la satisfacción, el placer de saber que mi presencia todavía causa algo en ella. Y sintiendo esas dos cosas en mi pecho camino hasta el parqueadero.

 



#12370 en Novela romántica
#2428 en Chick lit

En el texto hay: romanace

Editado: 03.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.