ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.
CAPÍTULO 2.
Domingo.
Ese día me desperté muy nerviosa, casi ni pude dormir de la ansiedad, tenía una revolución en mi interior. Madrugamos, había quedado con él a las 10:00 am frente a la iglesia. Lo primero que hice al llegar al pueblo fue ir a la peluquería. Luego acompañé a mamá al supermercado. En ese momento sonó el celular: un mensaje de texto.
Hola Ana, acabo de llegar al pueblo, muero por conocerte.
Sentí que el corazón se me iba a salir, las piernas empezaron a temblarme, un escalofrío me recorrió la columna. Mamá me acompañó al lugar de la cita, solo que ella se quedó justo al frente en una cafetería. Miré a mi alrededor; había mucha gente. Intenté inhalar y exhalar para calmarme, pero no me funcionaba, sentí un hueco en el estómago. Mi teléfono volvió a sonar.
¿Ya llegaste al lugar?
Miré a mi alrededor había varios tipos con camisa negra hablando por teléfono, unos muy mayores no tenían que ver con la descripción. Me puse más nerviosa de lo que ya estaba.
Sí… ¿Tú dónde estás?
Estoy mirándote, eres hermosa, tu descripción se quedó corta.
Miré a mi alrededor, pero lo único que veía eran tipos que nada tenían que ver. Justo frente a mí había un tipo que me doblaba la edad, tenía el celular en la mano y sonreía, llevaba puesta una camiseta negra. Pensé en salir corriendo, empezaba a desilusionarme. Sonó otra vez mi celular, pero esa vez era una llamada.
—¿Nerviosa?
Fue lo primero que escuché al responder.
—Un poco. ¿Dónde estás? Yo aún no te veo.
Soltó una risita.
—Incluso nerviosa te ves hermosa. Ese color rosa combina perfecto con el rojo de tus mejillas.
Miré detenidamente a mi alrededor, vi al tipo ese que sonreía mientras hablaba por teléfono. Giré sobre mi propio eje dispuesta a irme, pero entonces escuché una voz detrás de mí. Pasé saliva, el corazón casi se me sale por la boca. Empecé a girar muy despacio levanté la mirada y lo vi. Me quedé sin palabras. Él colgó el teléfono y extendió su mano hacia mí.
—Mucho gusto Mauro.
Sonreí, sentí el calor de mis mejillas, me estaba quemando. Tomé su mano, otro escalofrío me recorrió erizando los vellos de mi piel.
—Mucho gusto, Ana.
Se acercó y dejó un beso en mi mejilla. No podía dejar de mirarlo. La descripción que me había dado no le hacía honor, era guapísimo. Sus ojos café oscuro, su cabello negro con un estilo desordenado que lo hacía ver mucho más atractivo y esa hermosa sonrisa.
—Eres hermosa —me escaneó de pies a cabezas.
—Tú también eres muy guapo. Estaba muy nerviosa… bueno aún lo estoy. Me tiemblan las manos.
—¿Imaginaste que era un anciano o algo así? —inquirió con curiosidad.
Solté una risita y asentí.
—Que lindos ojos tienes, me gusta mucho ese color miel.
Me puse roja, porque sentí el calor por mi rostro. Desvié la mirada y me encontré con la mirada de mi madre que nos estaba observando. Era la señal que debía presentarlo. Lo miré.
—Mauro, mi madre está esperando, quiere conocerte.
Soltó una risita nerviosa. Me tomó de la mano, acto que me sorprendió mucho. El corazón se me aceleró.
—Bien, vamos a conocer a la futura suegra.
Abrí los ojos y lo regañé.
—Cállate.
Nos acercamos hasta el lugar donde esperaba mi madre. Él se presentó como todo un caballero, a pesar de ser tan joven se expresaba como alguien mayor, demasiado maduro para su edad. Empezó a platicar con mamá, yo lo miraba con curiosidad, pues se desenvolvió muy bien. Mi madre estaba encantada, parecía sorprendida. Luego nos invitó a almorzar, mi madre dijo que no era necesario, pero él insistió.
Aparte de guapo, caballeroso, responsable, qué más podía pedir; pensé.
—Mauro, muchas gracias por todo, no tenías que molestarte. Tengo que hacer unas cosas, creo que mi hija queda en buenas manos —comentó mamá.
—Doña Rita, fue con mucho gusto. Por supuesto, prometo cuidarla muy bien.
Llegamos hasta el parque, mi madre me hizo una señal para que me acercara a ella. Nos alejamos un poco de Mauro, susurró para las dos.
—Ana confiaré en ti, ojo con las cosas mal hechas. Nos vemos a las tres en el carro. Tengo cosas que hacer.
—Tranquila mamá, yo sé comportarme. Gracias, ahí estaré puntual.
Regresé con Mauro.
—¿Pasó algo? —preguntó Mauro.
—Nada. Mamá quedó encantada contigo —solté una risita.
—Mmm, ¿solo tu mamá? Que lástima.
Volví a sonreír. Bajé la mirada.
—Obviamente yo también.
—¿Sí soy como me imaginaste? —preguntó.
Las mejillas me ardían, podía jurar que me puse roja.
—Mucho mejor.
—No más que tú, eres tan hermosa, tienes carita de ángel.
—Muchas gracias.
Caminamos por el parque, platicamos de todo un poco, su compañía era muy agradable, me reí mucho. Por alguna extraña razón cuando estaba más cerca de lo normal o cuando tomaba mi mano sentía escalofríos. Entonces me pregunté; ¿será amor a primera vista?
Como lo bueno no dura, se acercaba la hora de despedirnos. Él me acompañó hasta el paradero de carros. Caminamos tomados de la mano, en el trayecto nos topamos con varias vecinas de la vereda, me miraban con curiosidad.
—Que puntual — comentó mamá con una sonrisa.
—Tal como lo prometí, sana y salva —Mauro hizo una pequeña reverencia con la cabeza.
—Eso me gusta muchacho. Espero que pronto nos visites.
—Para mí será un placer —respondió Mauro.
Mi madre se despidió. Luego llegó mi turno. Sin darme tiempo de nada Mauro me rodeó con sus brazos y dejó un beso corto en mi mejilla. Ese roce me provocó escalofríos.
—Hermosa, fue un placer conocerte. Espero que se repita.
—Espero lo mismo —sonreí.