ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.
CAPÍTULO 7.
—No estábamos haciendo nada malo.
—Sí, cómo no.
Intenté no alterarme, pero Juliana sabía cómo sacar de mí emociones que ni yo misma entendía del todo.
—¿Juliana, qué haces aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.
—Pasé por tu casa, mi tía me dijo que habían salido a caminar al lado de la quebrada. Por eso vine. Y ya supe que son novios. ¡Felicidades!
Le dio un pequeño empujón a Mauro con una sonrisa que me pareció demasiado confiada. No me gustó nada la manera en que se comportaba con él. Se sentó a nuestro lado como si fuera lo más natural del mundo. Sentí una punzada de incomodidad. Juliana debía entender que yo tenía novio y que no todo el tiempo podría estar disponible para ella.
—¿Por qué tan solos?
Respondí sin ocultar mi molestia:
—Deja de mirarnos así, como si estuviéramos haciendo algo malo.
—¡Pero no te enojes! —dijo ella con una risita que me irritó más.
—Te conozco. Sé muy bien lo que estás pensando.
—Solo estaba bromeando. ¿Tú qué dices, Mauro?
Él soltó una sonrisa forzada, como si quisiera evitar el conflicto.
—Ya que estamos aquí, ¿por qué no aprovechamos para tirar baño un rato? —propuso Juliana, ignorando mi actitud.
—No me apetece —respondí antes de que Mauro pudiera decir algo.
Juliana se levantó como si nada, tomó a Mauro de la mano y tiró de él como si lo conociera de toda la vida.
—Entonces vamos nosotros.
Mauro me miró confundido, buscando una salida. Yo intenté no mostrar los celos que me carcomían por dentro, aunque seguro que mi cara me traicionaba.
—No, Juliana, muchas gracias —dijo Mauro, soltándose de su agarre con amabilidad—, ya casi es hora de irme. Otro día será.
Juliana soltó una carcajada burlona en un tono que no me gustó nada, añadió:
—Cambia esa cara, prima. No voy a robarte a tu novio.
—¿De qué hablas?
—Estás celosa de mí.
La risita estúpida que soltó después hizo que algo dentro de mí explotara. No entendía su actitud, o tal vez eran solo mis celos estúpidos los que estaban nublando mi juicio.
—¿Qué te pasa? ¡Claro que no! Te enloqueciste.
Me levanté y comencé a caminar sin mirar atrás. Juliana tenía un tonito tan chocante que me resultaba insoportable, aunque no sabía si era ella o simplemente yo, imaginándome cosas.
—Pero, ¿qué dije? Parece que se molestó. ¿Será que le dan celos de mí?
—¿Por qué tendría celos de ti? Son ideas tuyas, Juliana —respondió Mauro con calma—. ¿Por qué tendría celos de una niña?
Sentí que alguien tomó mi mano. Era Mauro, me miró.
—¿De regreso a casa? ¿Pensabas dejarme solo?
—Disculpa, pero Juliana a veces es demasiado infantil. Se pasa con sus comentarios. Ella cree que todas somos como ella.
—¿Y cómo es ella?
—Mejor dejemos así.
Él sonrió, esa sonrisa en sus labios hermosos que siempre lograba desarmarme.
—Solo veamos lo bueno de todo.
—¿Qué es lo bueno de todo?
—Que pude ver a mi botecito de miel como es cuando está molesta. Sin embargo, enojada sigues siendo dulce.
Antes de que pudiera responder, me dio un beso, uno de esos que siempre hacía que me olvidara de todo lo demás. Caminamos juntos de regreso a casa. Almorzamos tranquilos y nos quedamos platicando hasta que se hizo tarde.
Juliana, imaginé que regresó a su casa, pero su actitud seguía rondando en mi cabeza. Al mirar a Mauro, todo parecía disiparse, como si sólo él tuviera la capacidad de calmar cualquier tormenta que surgiera en mi interior.
Como el tiempo era lo único que no se detenía llegó la hora de despedirnos. Lo único bueno; ya éramos novios. Sólo serían 8 días de espera para vernos de nuevo. Como solía hacerlo lo acompañé hasta el carro, me abrazó y nos dimos un beso que nos durara hasta el próximo encuentro. Cada que teníamos que despedirnos se me arrugaba el corazón. El amor es un sentimiento hermoso, mucho más cuando es correspondido.
…
Caminaba de regreso a casa perdida en mis pensamientos cuando alguien me habló:
—¿Podemos hablar?
La miré.
»Quería pedirte disculpas por lo que pasó hoy, sentí algo de celos porque tal vez él me robó todo tu tiempo. Ahora no seremos como antes siempre juntas, por eso me comporte así.
Así que esa fue la razón de su comportamiento; pensé.
—No seas tontita, como crees que cambiaré contigo. Eso jamás, tú eres mi amiga del alma, aparte mi hermana eso lo sabes, Mauro es mi novio y lo amo, eso no quiere decir que cambiaré contigo.
—Me alegra tanto verte feliz y enamorada.
Platicamos mucho. Ella se quedó a dormir en casa conmigo, seguía molestándome con el hecho de pasar una noche con él, le dije que todos los hombres no eran iguales. Que ese paso lo daría solo cuando me sintiera preparada. Ella insistía en que era una mojigata. La ignoré, no me importaba lo que pensaran de mí.
Cada noche antes de dormir me llegaban esos lindos mensajes que me hacían suspirar como una tonta.
Esa primera ilusión, ese primer amor que llega como una tormenta y transforma todo a su paso. Yo soñaba con un futuro a su lado, imaginando cómo sería compartir cada momento con él. Para mí, él era el hombre ideal, ese que parecía hecho a la medida de mis sueños y anhelos. Tal vez me apresuraba con esos pensamientos, tal vez era demasiado joven o ingenua para entenderlo todo, pero lo que sentía por él era tan intenso, tan profundo, que no podía ignorarlo.
Era como si cada mirada, cada sonrisa, tuviera el poder de encender algo dentro de mí, algo que jamás había sentido antes. Estaba segura de que él marcaría mi vida, y vaya que lo hizo... de una manera que jamás podría haber imaginado. Él no solo dejó una huella en mi corazón, sino que se convirtió en ese recuerdo que, aunque pasen los años, siempre estará ahí, recordándome la intensidad de aquel primer amor que se quedó como un tatuaje grabado en mi alma.