Me EnamorÉ De Un Amor Que No Era MÍo.

Capítulo 15

ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.

Capítulo 15.

Bailamos hasta el amanecer, como lo dijo hasta que nos dolieran los pies. Mis tíos y Juliana se fueron a las cinco de la mañana, nosotros a las seis. Mauro se fue a casa de Carlos.

Llegué a casa, me pesaba hasta el alma, apenas y alcancé a quitarme los zapatos, me tumbé en la cama y me quedé profunda.

Los días transcurrían con normalidad, excepto por pequeñas diferencias que teníamos por el mismo tema de siempre; las reglas de mis padres. Él me hacía invitaciones, pero había ocasiones que no me dejaban ir. Eso causaba disgustos, nada que no se pudiera solucionar.

Pero llegó ese día que nadie quiere. Aquel día, el disgusto fue más grande que cualquier otra cosa y justo ahí, algo cambió.

En las tiendas cerca donde vivía Mauro iban a hacer una fiesta. Mauro me dijo que quería ir conmigo, aunque entendía que era imposible pues ya sabíamos cuál era la respuesta de mis padres. Yo le dije que haría lo posible por estar con él. Eso le subió el ánimo, así que empezamos a planear una buena disculpa para poder escaparme.

Lo recuerdo perfectamente.

El 15 de enero me trajo recuerdos de las fiestas en La Primavera, ( así se llamaba el sector dónde estaban ubicadas las tiendas) cerca de donde vivía mi tío. Mauro me comentó que Carlos y otros amigos suyos también iban a ir. Una de las opciones era pedir permiso para ir a casa de mi tío y de allá escaparme en la noche. Pero yo no era tan cercana a Paola como para pedirle ese tipo de favores y tampoco quería involucrar a Juliana.

La otra opción era decir que iría a casa de Maria, tomar un taxi y llegar al lugar. Tenía que pensarlo muy bien. Estaba triste ya que ese fin de semana no podía visitarme, sus tíos se fueron de paseo y a él le tocó cuidar la casa y sus alrededores. La única opción era que yo pudiera ir a la fiesta para poder vernos, sino teníamos que esperar quince días.

Estaba decidida a escaparme, ya le había confirmado y él estaba feliz, pero por idiota a última hora me arrepentí. Me dio miedo de que me descubrieran.

No fui capaz de avisarle de inmediato, no sabía cómo decirle, pues él estaba muy ilusionado con esa salida. A las cinco de la tarde él me llamó, estaba tan feliz, pensó que ya estaba en casa de María. Y como era de esperarse él no reaccionó de la mejor manera.

Es que me puse a pensar y no tenía un buen argumento para darle a mis padres y poder ir a casa de Maria. Me ganó el miedo, la cobardía. Discutimos, fue la primera vez que la discusión fue tan fuerte.

Y entonces, tuve que decirle la verdad.

Silencio.

Un silencio espeso, incómodo y cortante.

—Pero si habíamos quedado en algo y ahora me sales con esto —su voz explotó, nunca lo había escuchado tan molesto—. Sabes que tenía planes contigo, ¿por qué apenas me dices? ¿Por qué carajos esperar hasta ahora?

Mi corazón latía con fuerza. Me sentí acorralada, culpable. No era así como quería que pasara. Se me hizo un nudo en el estómago.

—Amor… perdón, es que me dio miedo.

—Me ilusionaste como un tonto. Al menos hubieras avisado temprano o desde el momento en que te retractaste. Me quedé vestido y alborotado, como se dice.

Sus palabras me golpearon como un puño en el estómago. Su decepción era notoria y dolía más de lo que imaginé.

—Lo sé, amor… Créeme que yo quisiera estar contigo, pero sabes que si pido permiso no me lo van a dar, no es mi culpa.

—Claro que lo es. —Hubo un breve silencio antes de que su voz cayera como una daga—. Eres una gallina.

Me congelé.

Eso me dolió.

Pasé saliva, tratando de ignorar el ardor en mis ojos.

—Me parece el colmo que te pongas en ese plan —exclamé, elevando la voz. La culpa se convirtió en enojo.

—Lo mejor será no ir, para no estar solo. Que pereza.

—No te estoy diciendo que no puedes ir. Al fin y al cabo, Carlos te invitó, puedes ir con él. El hecho de que a mí no me dejen salir no quiere decir que tú no puedas hacerlo. Jamás te prohibiría cosas.

Pero lo que dijo después me molestó mucho.

—¿No te importa que vaya solo? Te dejas ganar de una niña. Mira la edad que tiene Juliana. Ella siempre se salta las reglas, nunca la han descubierto y tú, que eres mayor, te da miedo. No eres capaz de tomar riesgos.

Mi respiración se agitó.

—No es que no me importe, pero por más que quisiera, no puedo estar ahí —exhalé con frustración—. A mí no me compares con ella. Somos muy diferentes, ¿qué te pasa? Sencillo, si tanto la admiras, invítala a ella.

Se escuchó su exhalación al otro lado de la línea.

—Ok, vale. Al parecer, solamente yo tengo que hacer sacrificios por ti. Luego hablamos.

Mi pecho se apretó, aspiré con fuerza.

—¿Me estás sacando en cara lo que haces por mí? ¡Por cumplir las reglas! Nunca te mentí. Desde un principio sabías cómo eran las cosas, cómo era tener una relación conmigo. Sabías cómo soy. Y ahora, sí le ves problema… ¿sabes qué? Por mí, puedes hacer lo que se te pegue la regalada gana

—Ok, eso es lo que haré.

La discusión escaló, dijimos cosas que no pensamos. Las palabras se volvieron cuchillos, ambos estábamos molestos, aburridos. Nos dijimos cosas hirientes. Y entonces escuché el pitido del celular al colgar.

Me colgó.

La pantalla de mi teléfono se quedó en negro, mi respiración se volvió errática. Mis ojos comenzaron a arder, las lágrimas se acumularon hasta que no pude sostenerlas más. Las primeras lágrimas cayeron sin control. Se sentía horrible estar mal con la persona que amas.

Un nudo gigante se formó en mi garganta. Casi un año de relación y nunca habíamos peleado así. Y lo peor de todo… no sabía si eso tenía arreglo.

Era un simple desacuerdo, al menos eso me repetía una y otra vez. Todas las relaciones tienen discusiones, malos entendidos, problemas. Era normal… ¿no? Pensé tratando de auto consolarme.

Pero no lo sentía así.




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