ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.
Capítulo 16.
Esa noche tampoco pude dormir, pasé una noche fatal. Me levanté temprano para ayudar a mi padre con las labores del campo. Luego me fui a trabajar a la huerta, quería ocupar mi cabeza en otra cosa para no pensar.
Varías veces papá me hizo comentarios de que cuál era ese milagro que no estaba pegada al celular como todos los días, solo le dije; Mauro estaba algo ocupado.
Al parecer me creyeron, menos mal porque no quería dar explicaciones. Llegó la noche, me acosté y decidí prender el celular. Llegaron un montón de llamadas perdidas y varios mensajes entre ellos:
Quiero disculparme contigo… perdón por apagar el teléfono. Por lo que veo, también decidiste castigarme. Me lo merezco por reaccionar de esa manera. Quiero hablar contigo… ¿será que se puede?
No lo pensé dos veces. Respondí de inmediato:
Hola.
No habían pasado ni cinco segundos cuando la pantalla se iluminó.
Me estaba llamando. El pulso me tembló al contestar.
—Hola —su voz se escuchaba baja, apagada.
Hubo un silencio pesado. Podía escuchar su respiración pausada, como si le costara hablar.
—¿Cómo sigues? —pregunté con cautela.
—¿Lo dices por la borrachera?
—Sí.
—Mejor… ya se me pasó el guayabo.
—¿Tanto tomaste?
—Se me pasaron las copas… no sabes cómo me arrepiento.
Se quedó en silencio.
No entendí nada.
—¿Por qué lo dices?
Su respiración se tornó más pesada. Escuché un leve sollozo ahogado al otro lado de la línea. Mi corazón se encogió.
Parecía estar llorando. Pero su voz… su voz sonaba tan distante, tan fría, eso me dolía, pensé que seguía molesto.
Tragué saliva con fuerza.
—¿Sigues ahí? —pregunté con tristeza.
Escuché su respiración.
»Entiendo que estés molesto conmigo… de verdad, lo lamento mucho. Perdóname… —Mi voz tembló—. Soy tan tonta. Todo esto me duele demasiado, no quiero estar mal contigo… por favor.
Los sollozos de Mauro se hicieron más fuertes. Algo no estaba bien. Mi estómago se retorció.
—Mi amor… me equivoqué por no decirte a tiempo —susurré, intentando no quebrarme—. Me dejé llevar por el miedo. Sé que a veces puedo parecer demasiado infantil. Eres mi primer novio y… a veces me cuestiono si estoy haciendo las cosas bien, si debo cambiar algo… solo dímelo.
Mauro me interrumpió de golpe.
—¿Por qué eres tan buena… tan dulce… tan perfecta? —dijo con la voz ronca— ¿Cómo se te ocurre decir que no haces las cosas bien? Mi vida… tú no tienes que cambiar nada. Eres más que perfecta y yo… yo soy un idiota. Un imbécil que no merece a una niña tan hermosa como tú… ni mucho menos tu amor.
Se me llenaron los ojos de lágrimas.
—Mi vida, no digas eso —Me dolía escucharlo así—. Todas las parejas tienen discusiones, malos entendidos, crisis… pero nada que no se pueda solucionar. No es el fin del mundo, mi amor. Ya todo pasó.
—Soy tan estúpido… —murmuró con la voz ronca, lo escuché inhalar bruscamente—. Por hacerte daño… por hacerte sufrir. Me odio por eso.
Su voz se quebró.
»El idiota soy yo. El que no sabe comportarse soy yo. ¿Qué hice? Fui a emborracharme… me equivoqué. Me arrepiento tanto.
No entendía nada. Tal vez lo decía por haber apagado el celular y negarse a hablar conmigo.
—Mi amor… no te preocupes. Yo no estoy enojada contigo porque te emborrachaste. Sé que de vez en cuando lo haces… no es tan malo.
—Pero no hasta el punto de perder la razón —refutó Mauro.
—¿Lo dices por apagarme el teléfono y por negarte cuando hablé con Carlos?
Silencio. Sentí los latidos de mi corazón tan fuertes, que los sentía hasta en mis oídos.
—¿Amor, sigues ahí? ¿Me escuchas?
Escuché un suspiro.
—Sí, mi muñeca… lo digo por eso —Hizo una pausa—. Me comporté como un niño. Sé que te lastimé y que estabas preocupada… Perdóname, mi vida. Perdón…
Se me nublaron los ojos.
—Mi amor… yo no tengo nada que perdonarte.
Respiré hondo.
—Los dos nos exaltamos. Dijimos cosas hirientes. Pero ya quedó olvidado. Lo importante es que ya lo solucionamos.
Se hizo otro silencio, pero esa vez no era incómodo. Era el silencio de dos almas tratando de encontrarse de nuevo.
—Mi amor… ¿Sabes que te amo, verdad? —su voz tembló—. Pase lo que pase eso no va a cambiar por nada ni nadie.
—Lo sé, mi amor… porque yo siento lo mismo.
Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la almohada, me sentí aliviada.
No importaba lo que hubiera pasado, lo único que realmente importaba era que nos amábamos. Platicamos mucho.
—Juliana fue la que me dijo que estabas tomando —le conté.
Hubo un pequeño silencio antes de que respondiera.
—¿Juliana? —inquirió.
—Sí, ella… ¿no te viste con ella?
—¿Qué? ¿Por qué? —respondió con otra pregunta, su tono sonó un poco tenso.
Fruncí el ceño.
—Porque ella se escapó y también estuvo allá. Me dijo que incluso te saludó.
Silencio.
—Ah… sí. No recuerdo bien, solo fue de lejos.
—Juliana está loca, mira que escaparse así…
—Sí, amor, pero hablemos de cosas más importantes.
Mi respiración se pausó un instante.
¿Me estaba cambiando el tema? ¿O solo eran ideas mías? Decidí no insistir.
Platicamos por largo rato, hasta que el sueño nos venció. A pesar de que habíamos retomado las llamadas diarias y parecíamos estar bien, había algo en Mauro que no terminaba de cuadrarme.
Estaba más distante. No sabía si seguía molesto o si tenía algún problema, pero su comportamiento…era diferente. Lo más importante era que habíamos solucionado nuestras diferencias. Eso quería creer.
…
El sábado por la mañana bajé a casa de María a llevarle algunas hortalizas. Había quedado de encontrarme con Mauro más tarde para subir juntos a mi casa. Cuando pasé por el parque para mi sorpresa, me encontré con Juliana. Estaba con mi tío. Al parecer, habían subido a recoger algunas cosas.