Me EnamorÉ De Un Amor Que No Era MÍo.

Capítulo 33

ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.

Capítulo 33

Llegó el día de mi cumpleaños. Solté mi cabello, maquillé mis labios y me puse un top negro con una falda a la altura de la rodilla. Completé el conjunto con una chaqueta negra. Cuando llegué al colegio, todos estaban allí.

Entramos a clase y sentí la mirada de Mauro siguiéndome. Me pareció extraño, más porque Sebastián no había llegado.

La primera clase era de ciencias.

La profesora había comenzado la explicación cuando la puerta se abrió.

Sebastián sostenía un ramo de rosas rojas.

—Pido permiso, profesora, pero hoy está de cumpleaños la niña más bonita del salón… con el perdón de las demás.

Las risas y los murmullos no se hicieron esperar. Mauro cambió de color. Yo me ruboricé.

Sebastián se acercó y me abrazó con fuerza. Luego me dio un beso sonoro en la mejilla y me entregó las rosas junto con una caja.

La abrí.

Era una abeja de peluche con un corazón que decía: "MI DULZURA".

Era hermoso.

—Feliz cumpleaños, hermosa muñeca. Que todos tus sueños se cumplan y que esos ojos miel brillen siempre. Hoy luces más hermosa que nunca.

—Muchas gracias por tus buenos deseos.

Le devolví el abrazo.

Los demás empezaron a gritar:

—¡Beso, beso!

Sebastián puso sus manos en mis mejillas.

Sentí mi rostro arder.

Me besó en la frente y susurró:

—Te quiero mucho.

—¡Sebastián, te luciste! A ver… falta el pastel —comentó la profesora con una sonrisa.

—Obvio, profe. Todo está listo.

—Perfecto. Después de clases sacamos un momento y lo celebramos.

Todos me felicitaron, incluso Carlos.

El único que no lo hizo fue Mauro, pero sentía su mirada clavada en mí.

Las chicas del salón estaban encantadas con el detalle de Sebastián, comentaban sobre lo romántico que había sido.

Mientras tanto, Mauro permanecía más serio que nunca.

Salimos al primer descanso.

—Te luciste con ese detalle, está hermoso —dijo Clara.

—Obvio, yo siempre doy lo mejor —respondió Sebastián con una sonrisa.

—Ojo con eso —bromeó Clara.

—Me encantó. Muchas gracias —le dije.

—Eso que te falta el mejor regalo… o sea, yo.

Solté una carcajada.

—Tú no cambias —Clara sonrió.

—Ella se lo pierde —bromeó Sebastián.

—Que convencido.

Seguimos platicando.

Reímos tanto que nuestras carcajadas llamaron la atención o mejor dicho, llamaron su atención. Mauro no dejaba de mirar.

Cuando estaba por terminar la clase la profesora pidió un momento para celebrar mi cumpleaños. Sebastián apareció con un pastel. Estaba muy emocionada por ese hermoso detalle. Era muy difícil ignorar su presencia, sentir esa frialdad, quizás eso era lo mejor. Todo estuvo perfecto. Luego de recoger todo salimos del colegio.

—Gracias por todo Sebastián, que lindo detalle.

Lo abracé con gratitud.

—Para ti, lo mejor —dijo él con una sonrisa tierna, aunque sus ojos reflejaban algo más—. Aunque quisiera ver tus ojos brillar como antes, porque aunque por fuera sonríes… por dentro lloras.

Desvié la mirada y negué con la cabeza.

—Ideas tuyas.

—No. Tus ojos no mienten —insistió—. Están tristes… luchan por brillar.

Un nudo se formó en mi garganta.

—Muchas gracias por todo… por estar conmigo siempre.

No quise prolongar más la conversación. Me despedí antes de que el transporte me dejara.

Llegué al parque con tiempo de sobra.

Me senté en uno de los columpios y cerré los ojos. El viento mecía suavemente mi cabello y en ese momento me permití perderme en mis pensamientos. De pronto, unas manos cálidas cubrieron mis ojos.

Mi piel se erizó al instante.

Un escalofrío recorrió mi espalda.

No tenía que adivinar quién era.

Mi cuerpo ya lo sabía.

Me quedé inmóvil.

Entonces, su voz se deslizó en mi oído con la suavidad de un susurro…

—"Abrázame muy fuerte…"

Todo se detuvo. Su voz era tan baja, tan llena de nostalgia, que la sentí clavarse en mi pecho, en cada partícula de mi piel. Siguió cantando, apenas rozando mi oído:

"Abrázame que el tiempo pasa y él nunca perdona, ha hecho estragos en mi gente como en mi persona…"

Mi respiración se entrecortó.

"Abrázame que el tiempo es malo y muy cruel amigo… Abrázame que el tiempo es oro si tú estás conmigo."

Mis labios temblaron. Una lágrima escapó sin que pudiera evitarlo.

Su aliento rozaba mi piel y su cercanía me envolvía.

“Abrázame que Dios perdona, pero el tiempo a ninguno. Abrázame que no le importa saber quién es uno.

Abrázame que el tiempo pasa y él nunca perdona.

Ha hecho estragos en mi gente como en mi persona.

Abrázame que el tiempo es malo y muy cruel amigo.

Abrázame muy fuerte amor”

Se apartó solo lo suficiente para caminar y arrodillarse frente a mí.

No quería mirarlo.

No podía.

Pero su mano acarició mi mejilla con la misma delicadeza con la que alguien toca un recuerdo.

Mi corazón latía desbocado.

Traté de bajar la cabeza, de evadirlo… pero entonces, con la yema de sus dedos, tomó mi mentón y lo levantó con suavidad.

No tuve escapatoria.

Nuestros ojos se encontraron.

Los suyos… cristalizados. Brillaban con una intensidad que dolía. Y en ese momento, entendí que yo no era la única que estaba rota.

—Feliz cumpleaños, hermosa…

Su voz fue un susurro. Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho.

Estúpido corazón.

Mi cuerpo entero se tensó, mi respiración se volvió errática. Quise huir, salir corriendo antes de perderme en ese abismo en el que siempre terminábamos atrapados.

Pero no me dejó.

Su mano atrapó la mía con fuerza y en un solo movimiento, me haló hacia él.

Mi pecho chocó contra el suyo.

Su calor me envolvió.

Y entonces, sin darme tiempo a reaccionar, sus labios encontraron los míos.




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