Me EnamorÉ De Un Amor Que No Era MÍo.

Capítulo final

ME ENAMORE DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.

Capítulo final.

Un año después.

El 1 de diciembre fue la última vez que nos vimos. Me llamó cuando llegó a Pereira, solo para decirme que había llegado bien.

Después de eso, perdimos el contacto. No hubo más mensajes, ni intentos por aferrarnos a lo que ya había quedado atrás. Y aunque dolía, en el fondo sabía que era lo mejor.

Hablaba con Clara y Sebastián casi todos los días. A pesar de la distancia, nuestra amistad seguía intacta, en cierto modo, su compañía a través de llamadas y mensajes me ayudaba a sobrellevar la ausencia de él.

David me llamaba todos los días, tal como lo prometió. No había prisas ni expectativas, solo una conversación sincera entre dos personas que se daban la oportunidad de conocerse sin presiones. Dejábamos que el tiempo hiciera su trabajo, sin forzar nada, sin apresurar sentimientos.

Mientras tanto, mi rutina siguió su curso. Continué trabajando en el supermercado, con el tiempo, mis días aumentaron, lo que me mantenía ocupada y distraída. David, fiel a su palabra, viajaba cada quince días para verme. Su constancia y paciencia hablaban por él más que cualquier palabra. No insistía, no apresuraba; solo estaba ahí, esperando el momento en que yo estuviera lista para dejar atrás lo que me ataba y mirar hacia adelante.

Cuando Juliana cumplió 15 años, sus padres, bueno, en realidad, fue idea de mi tía, le organizaron una fiesta. Yo no tenía el más mínimo interés en asistir, pero mi papá no me dio opción. Obligada por su insistencia, terminé aceptando, aunque no pensaba ir sola.

Después de pensarlo un poco, reuní el valor para invitar a David. No sabía si aceptaría, pero lo hizo sin dudarlo. Su compañía sería un escudo perfecto para soportar esa noche insoportable.

Cuando llegamos al lugar, el ambiente estaba lleno de luces, música y la típica elegancia de una fiesta de quince. Pero lo que más me sorprendió fue la expresión de Juliana al vernos entrar. Sus ojos se abrieron como platos, como si no pudiera creer lo que veía. Y qué descaro el suyo, considerando que su novio estaba justo a su lado.

La historia de Juliana y su novio había sido un drama aparte. A la mala, mi tío le había dado permiso para que estuvieran juntos, aunque no parecía ser la gran historia de amor que ella imaginaba. Quizás por eso su reacción al verme con David fue tan intensa. O quizás simplemente no soportaba la idea de que yo también pudiera estar con alguien que realmente me valorara.

Mientras iba al baño lo dejé solo unos minutos, en ese breve instante, la muy descarada aprovechó para acercarse y coquetearle. Pero se estrelló contra una pared de piedra.

Cuando intentó insinuarse, David, con la seguridad y elegancia que lo caracterizaban, le respondió:

—Mira, niña, valórate y respétate como mujer. Tienes que darte tu lugar, no te ofrezcas como si fueras una mercancía.

Juliana se puso de mil colores, su rostro pasó de la sorpresa a la vergüenza en cuestión de segundos. Casi se muere del bochorno. Lo supe porque David me lo contó, con incredulidad y fastidio. Lo mejor de todo fue imaginar su cara al recibir una respuesta tan tajante.

Cada vez me agradaba más su compañía. Hablar con él se había convertido en uno de mis momentos favoritos del día. Su forma de ver las cosas, su paciencia para escucharme cuando estaba triste y esas palabras gratificantes que siempre tenía para mí, lograban que todo pareciera más fácil.

Ya había ido a mi casa en varias ocasiones, mis padres estaban encantados con él. Juliana, en cambio, se ponía verde de la envidia, aunque David ni siquiera se tomaba la molestia de saludarla.

Mamá insistía en que le diera una oportunidad. Al principio me negaba rotundamente, poco a poco me fui dando cuenta de ciertos detalles. Me quedaba mirándolo más de lo normal, sonreía sin darme cuenta cuando recibía un mensaje suyo o veía su nombre en una llamada. Incluso empecé a extrañarlo cuando no estaba cerca.

Sus mensajes eran hermosos. Un día, me sorprendió con un cuaderno en el que había escrito palabras solo para mí. Ese detalle me conmovió, no por el regalo en sí, sino por lo que significaba: su forma de hacerme sentir especial, como si en el mundo no existiera otra mujer que no fuera yo. Cuando lo veía sonreír, una sensación extraña me recorría el cuerpo, como si miles de cosquillas se encendieran en mi interior.

Con su ternura, su manera única de tratarme y cada pequeño gesto, poco a poco se metió en mi corazón. A su lado, me sentía como una princesa de verdad.

Debo admitirlo, me daba miedo.

Y lo más sorprendente de todo era que nunca intentó besarme ni hacerme una propuesta inapropiada. David era un caballero como pocos, quizás, sin darme cuenta, ya me había robado el corazón.

El primer beso, recuerdo ese día perfectamente.

Ese día me invitó a un pueblo cercano. Visitamos un mirador que tenía un paisaje espectacular, árboles, flores. Nos sentamos en el césped, desde ese lugar podíamos observar el cauce del río y el pueblo a lo lejos.

Yo disfrutaba un helado de vainilla y fresa, mientras David me contaba algo, pero la verdad, apenas podía concentrarme en sus palabras. Había algo en su mirada, en la forma en que me observaba, que hacía que mi estómago se revolviera con una sensación nueva y extraña.

—¿Me estás escuchando? —preguntó con una sonrisa.

—Sí… más o menos —admití, riendo un poco.

Él negó con la cabeza, pero su sonrisa no desapareció. En ese momento, sin darme cuenta, una pequeña gota de helado se deslizó por la comisura de mis labios. Antes de que pudiera limpiarla, David alzó una mano y con el pulgar la atrapó con un gesto tan natural que me dejó sin aliento.

—Siempre tan distraída —susurró, mirándome de una forma que hizo que mi corazón se acelerara.

Yo me quedé quieta, su dedo apenas rozó mi piel, su cercanía me puso nerviosa. Mi respiración se volvió más pesada cuando, en vez de apartarse, su mirada bajó hasta mis labios.




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