De pronto mis ojos se sienten heridos por una claridad inusual, entonces despierto de aquel mundo de sueños, cubierta bajo un manto nebuloso, donde sin embargo, escucho claramente la voz de mi padre que me llama sin cesar con desesperación, brevemente comprendo que pronto debo comunicarme con mi familia, pero en ese momento decido llamar a mi prima, quien se despierta enseguida e impresionadas con lo que nos ha tocado vivir nos abrazamos brevemente, comprendiendo que ambas estamos en una isla del Caribe muy lejos de nuestro destino y nuestro hogar, enseguida veo reflejado en sus ojos el miedo y la preocupación, pero le tomo la mano y enseguida le digo con convicción:
—¡Ay prima, las cosas de la vida!, ayer a estas horas estábamos abordando la cápsula espacial asistidos por Ron y Ran y ahora, pues, estamos en la isla de Margarita…, pero vamos a salir bien de toda esta aventura primita, ya lo verás — sonrío y le digo—: bueno hemos conocido a unos terrícolas que se ven muy buenas personas, claro eso sí para mi gusto se visten horrible, aún cuando el calor es inclemente, la verdad la pinta de Eduardo y Francisco da mucho que desear, están casi desnudos y los zapatos no se diga muestran todos esos pies totalmente desarreglados, ¡ay qué horror!
Muriel se ríe de mí y me dice:
—Pero prima, ve el lado bueno de las cosas así admiramos la anatomía al completo de esos hermosos chicos, y sabes algo prima son hermosos, tiene un color arena muy singular y los ojos de un color marrón oscuro como jamás había visto yo en mi vida y sobre todo prima son dos: uno para ti y el otro para mí.
La idea me causa algo de disgusto y no tardó en decirle:
—¡Ay, prima por favor, honestamente para ti cualquier hombre es una belleza, jamás vas a cambiar!
Nuestra charla en lilin nuestro idioma se ve interrumpida pues la señora Concha, entra en nuestra habitación y nos dice con gran amabilidad:
—Hermosas niñas, el desayuno está servido, espero que puedan consumir los mismos alimentos que nosotros los terrícolas.
Enseguida ambas contestamos:
—Gracias señora concha qué amable es usted.
Le digo a mi prima en lilin:
—¡Santa Diosa!, que amables y gentiles son los terrícolas Muriel, de dónde habrá sacado la idea papá de que son unos amantes empedernidos de la guerra?, no prima, seguramente aquí debe haber un grave error.
Muriel de modo acertado me responde:
—Quizás los únicos terrícolas guerreros viven justamente en Cabo Cañaveral Kalena, yo acá veo a la gente muy pacífica, y fijate nos han ayudado en todo, mirá nuestra cápsula ahora está en el taller mecánico de don Sergio, donde esas latas medievales que llaman: autos reposan todos abiertos y llenos de piezas regadas por el suelo y además no podemos negar que los jóvenes Franciscos y Eduardo nos han prestado su colaboración en todo…
—Puede ser Muriel, puede ser que solamente los guerreros y los que promueven viajes espaciales estén en Cabo Cañaveral ubicado en La Florida.
Escucho que la señora Concha toca la puerta y yo enseguida le digo:
—Pase adelante señora…
La hermosa señora Concha hace su aparición con esos ojos marrones algo saltones de mirada diáfana, a todas luces se vé que es pura bondad.
—Niñas, hermosas, se va a enfriar la comida, además he invitado a Francisco y a Eduardo, quienes las están esperando en la mesa del comedor.
Le sonrió a tan amable señora y le digo agradecida:
—Muchas gracias, que amable es usted doña Concha…
—Siempre a su orden jovencitas, pero por favor no me digan doña Concha o señora, prefiero que me digan simplemente Concha, sobrenombre que adoro pues imaginense que mi nombre verdadero es: Concepción Victoria Magdalena González Febres Cordero.
Enseguida comprendo que doña Concha pertenece a la realeza de la isla de Margarita y me apuro en decir:
—Mi noble dama, veo que usted pertenece a la nobleza de la isla…
Ella se sonroja y me expresa:
—No hijas, no es el caso, lo que pasa es que los venezolanos suelen ser muy creativos a la hora de colocar los nombres a sus hijos.
Las tres nos sonreímos, y de pronto pienso al ver a Muriel que yo debo estar igual de sucia y zarrapastrosas, es hora de asearnos y retocarse, unas princesas como nosotras siempre tenemos que estar a la altura de las circunstancias por más que estemos en apuros, no podemos salir en estas fachas tan inconvenientes a vernos con nuestros jóvenes amigos. Por eso no tardó en decirle a doña Concha:
—Estimada señora Concha, perdón Concha, será que por favor, cuenta con una sala aseadora para que mi prima y yo podamos tomar un refrescante baño y acomodarnos? No podemos presentarnos ante los estimados señores Francisco y Eduardo con este aspecto tan lamentable.
La señora Concha sonríe y nos muestra que la habitación donde estamos alojadas cuenta con su propio baño. Entonces mi prima y yo muy agradecidas penetramos en el agradable recinto muy iluminado por un inmenso ventanal de piso a techo que dejaba entrar la luz solar a plenitud desde la calle, además el baño está decorado con muy buen gusto con toda clase de motivos marinos donde el azul de las baldosas promete seguir disfrutando las bondades de esa masa de agua que los terrícolas denominan mar.
Tratamos de ser breves, pero nos tardamos pues nuestra presencia ante el espejo es lamentable, tanto así que me provoca llorar:
Así me veo yo Kalena Katalina Martel Alaylux bajo un extraño pantone colorido producto de esa luz solar tan intensa, rica y tan peculiar del planeta Tierra y específicamente de esta isla a la que la muy honorable señora Concha se refiere como: La Perla del Caribe.
Yo me contemplo al espejo como una joven esbelta que soy de cabello blanco, ojos violeta y piel absolutamente blanca, facciones bien proporcionadas y mis 1.75 metros de altura. Pero con la ropa harapienta y el pelo hecho un lío en este caso.
Muriel también se contempla al espejo espantada, ella también es de cabello blanco, ojos rojizos, piel absolutamente blanca, rostro muy hermoso e igualmente 1.75 metros de altura. La pobre además tiene unos moretones inmensos en las piernas producto de la caída, yo tengo los morados lastimosamente ubicados en los brazos.