Me Enamoré De Un Terrícola

Capítulo 13 Dinero, compra de ropa, celulares y la playa…

Francisco, Eduardo y la señora Concha de pronto conversan de la necesidad de dinero para ayudarnos, yo les digo que mi padre me dejó una valija con unos billetes de color verde que son precisamente dólares.

Enseguida vamos a casa de Eduardo Y Francisco donde reposa parte del equipaje y allí está nuestra valija con una cuantiosa suma de billetes en dólares americanos.

Francisco le dice a Eduardo:

—Estas chicas tienen dinero de sobra, eso significa que es el momento de ir a comprar ropa, unos dispositivos celulares y buscarles una identificación para evitar que los policías sinvergüenzas las quieran fastidiar para sacarles dinero.

Yo y Muriel nos miramos sin comprender mucho el significado de tener dinero, pero la idea de comprar ropa sí que es una necesidad pues los vestidos de la señora Concha no son de nuestro gusto además la muy estimable señora mide 1.58 por lo que su ropa apenas nos queda y nuestros zapatos son absolutamente incómodos en este terreno y quizá muy abrigados, es que definitivamente al verme en el sitio es que puedo comprender que necesitamos urgentemente ir de compras.

Francisco y Eduardo tan amablemente se ofrecen a llevarnos al mejor centro comercial de la isla de Margarita que se llama el Sambil, nuestro aspecto da mucho que desear, Muriel y yo tuvimos que reírnos de nosotras mismas al vernos con aquellos diminutos y muy apretados atuendos cuyos botones apenas cierran y los pantalones nos quedaban cortísimos, nos vemos obligadas a usar unas sandalias descotadísimas como la de los dos jóvenes y que los venezolanos llaman chancletas, pero nuestros dedos de los pies sobresalen tocando el suelo, pero después de tantas risas a la que incluso se incorporan Francisco, Eduardo y la propia donadora la señora Concha, de pronto Eduardo nos dice en tono imperativo:

—Bueno, chicas vamos a la calle a comprar ropa urgentemente.

Muy pronto nos vemos bajo el inclemente sol margariteño circulando por las calles en el carro de los estimados Eduardo Y Francisco con una impresionante vista al mar que es una superficie similar a la plata que parece unirse al cielo por un puente infinito, en estos momentos siento una plenitud arrolladora y miro a Muriel quien está igualmente extasiada con la preciosa vista que ofrece la isla, una deliciosa música con tonos de tambor y trompetas que los venezolanos llaman salsa nos alegra la vida y en breve llegamos al centro Comercial, una imponente estructura metálica con grandes ventanales de vidrio que no es lo usual en Marte, pues casi todas nuestras construcciones si bien algunas de ellas son de gran envergadura, buscan aprovechar la abundancia de rocas rojizas altas en composición del metal llamado hierro, así que estamos contemplando construcciones novedosas y muy diversas. Diosa madre, me siento bendecida de poder vivir esta experiencia vital de posar mis pies en suelo foráneo, le agradezco en el fondo a papá habérsele ocurrido la idea que que viniéramos a trabajar en este planeta.

Pero de pronto Francisco se planta en una tienda donde unas altas maniquíes que lucen una anatomía esquelética similar a tiempos de hambruna marciana, visten atuendos bastante extravagantes y sobre todo escasos de tela, hemos llegado a MANí una prestigiosa tienda de buen vestir según me comenta Eduardo posteriormente y bueno la verdad debo confesar que esta moda terrícola a pesar de que bien comprendo que hace mucho calor, no es para nada de mi gusto, sin embargo Muriel y yo debemos mimetizarnos con los terrícolas para evitar ser descubiertas y al fin y al cabo ver cómo podemos llegar a la Florida para cumplir con la misión que nos fue encomendada. Así que toca ponerse cualquiera de estos horribles trapos…

Eduardo algo decepcionado al ver mi rostro donde se dibujaba la desilusión me expresa algo decepcionado:

—Caray, Katlena, te veo cabizbaja, es que acaso no te gusta esta preciosa ropa?, es muy hermosa… —sus ojos de extrañeza y a la vez tristeza me hacen comprender que de verdad Eduardo, Francisco y por supuesto la señora Concha son unos buenos terrícolas y ellos no tienen la culpa de la mediocridad que reina en el mundo textil, habrá que invitarlos a Marte la meca de la calidad en el buen calzar y vestir.

Pero debo decirle algo bonito especialmente a Eduardo que luce triste y pensativo:

—Caray, no te pongas triste Eduardo, es que nuestras formas de vestir difieren profundamente, pero te agradezco que nos hayas traído hasta la tienda y por supuesto vamos a comprar pues sinceramente aunque los atuendos marcianos son muy diferentes de los de ustedes los terrícolas… honestamente no tenemos ropa con la que salir a la calle.

Él me mira con cierto pesar y me confiesa un fragmento de su vida sentimental:

—Lo que sucede también Kalena es que las he traído a la tienda donde yo traía a mi ex-novia Lisset cada año para comprarle su presente de cumpleaños y de navidad cada vez que visitábamos la isla… —bajo su rostro inmerso en un mar de pena —hace poco terminamos Kalena, y ella es feliz con otro hombre, uno que en su tiempo consideré que era mi amigo… ¡Ay, eso duele!

Lo miro entristecida al sentir su pena, pobre terrícola, aún se ve enamorado y despechado, caray y traernos a mi y a Muriel a esta tienda dice mucho de su bondadoso corazón.

Entonces yo intentando animarlo le digo:

—Cariño, gracias por todo, pero vamos a entrar que quizá adentro hay muchas cosas bonitas que de seguro serán de nuestro agrado.

De pronto la señora Concha aparece muy feliz y nos dice:

—Niñas, después de probarnos ropa, les comento que debemos ir a una tienda donde descubrí que venden unas sandalias maravillosas y bien económicas —su alegría se nos contagia enseguida.

Muriel se sonríe, le agradece sus atenciones y todos pasamos a la tienda de ropa, sin embargo me fijo que Eduardo está algo triste, se ve que el fantasma de su ex-novia ronda por los alrededores.

¡Oh!, los humanos de todos los planetas y exoplanetas que he conocido somos igualmente enamoradizos, ¿por qué será?, quizá es un engaño del universo con fines de perpetuar nuestra especie, ¡Caray Diosa madre, eres muy traviesa!



#2026 en Otros
#589 en Humor
#5297 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, ciencia-ficción

Editado: 01.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.