Era miércoles y Mía no sabía si reír o llorar. Al abrir su celular, se encontró con un mensaje de una marca local: “Queremos que hagas un takeover de nuestras redes hoy. Todo el día. ¿Aceptas?”
—¿Un takeover? —murmuró Mía, mientras miraba la pantalla con los ojos abiertos—. ¿Eso significa… que seré responsable de todo su contenido?
—Sí —respondió Leo en el chat—. Y también significa que puedes convertir su cuenta en un caos total. Te doy permiso oficial.
Mía suspiró y aceptó. La idea de controlar la cuenta de otra marca la emocionaba y aterrorizaba al mismo tiempo. Pronto, su día se convirtió en una mezcla absurda de retos virales, tutoriales improvisados y bromas que solo ella y sus fans más fieles entendían.
—Primera misión: mostrar tu técnica secreta con el cepillo —dijo Leo, con tono dramático en el chat.
—¡Obvio! —escribió Mía, grabando un video donde su gato “aprobaba” cada movimiento con un maullido sincronizado.
Los seguidores en la cuenta de la marca se volvieron locos. Comentarios como “¡Esto es arte!” y “Necesito ese cepillo en mi vida” llenaron la sección de mensajes. Algunos fans incluso comenzaron a subir sus propias versiones del video, lo que provocó un efecto dominó viral.
—Esto se está saliendo de control —escribió Mía, mientras recibía un mensaje de un fan que decía que había creado un remix de su maullido y su cepillado con música épica.
—Perfecto —respondió Leo—. Si alguien pregunta, todo esto es parte de tu plan maestro de dominar el mundo con cepillos.
Mientras la tarde avanzaba, Mía tuvo que improvisar más locuras: mostrar un “tutorial épico de limpieza de cepillo”, entrevistar a su gato con voz de reportero y responder preguntas imposibles de los fans sobre cómo sobrevivir a la fama repentina. Cada nueva idea era más absurda que la anterior, y Leo estaba allí, guiándola desde el chat, enviándole consejos y memes para mantenerla relajada.
—Recuerda sonreír —le escribió—. No solo eres la reina del cepillo, también eres mi reina de memes.
Mía se sonrojó, casi dejando caer el teléfono. El comentario, aunque casual, le provocó un calor en el pecho que no podía ignorar.
Al final del día, exhausta pero feliz, Mía revisó todas las publicaciones y mensajes. Había sido un desastre glorioso, pero también increíblemente divertido. Y en medio de todo ese caos, Leo apareció de nuevo en el chat con un mensaje simple:
—¿Ves? Todo salió perfecto. Además, sobrevivimos al takeover… juntos.
Mía sonrió, sintiendo que su mundo podía ser una locura de fans, videos virales y cepillos, pero mientras Leo estuviera ahí, todo valdría la pena.
—Sí —respondió ella—. Juntos, incluso los cepillos pueden conquistar el mundo.
Y entre risas, emojis y suspiros tímidos, Mía entendió que el verdadero takeover no había sido de la cuenta de la marca… sino de sus corazones.
El jueves amaneció con un mensaje que hizo que Mía tragara saliva: uno de los fans más activos había creado un reto viral inspirado en ella y su famoso cepillo. El reto consistía en grabar un video haciendo malabares con el cepillo mientras cantaba la canción del momento… ¡y hacerlo en menos de 30 segundos!
—Esto… es imposible —susurró Mía mientras veía los mensajes—. ¿Quién inventa estas cosas?
—Los fans, por supuesto —respondió Leo—. Y están seguros de que tú puedes con todo.
—¿Yo? ¡Si ni siquiera puedo peinarme y cantar al mismo tiempo! —contestó ella, riéndose nerviosa.
—Pues imagina la fama que tendrás si lo logras —dijo Leo—. Además, yo te entreno virtualmente.
Mía suspiró y decidió intentarlo. Colocó su cámara, preparó el cepillo y puso la música. El primer intento fue un desastre: el cepillo voló por la habitación y su gato salió corriendo, maullando como si lo culpara. Leo, desde el chat, envió un sticker de un gato karateka con el mensaje:
—Primer intento: épico fail, nivel legendario.
Mía no pudo evitar reír mientras recogía el cepillo y su dignidad. El segundo intento tampoco fue mucho mejor: terminó bailando torpemente y cantando desafinado, mientras intentaba no tropezar con su propio pie.
—Ok, ahora sí —dijo Leo, enviando un meme de un entrenador de malabares—. Concéntrate. Respira. Tú puedes.
En el tercer intento, algo cambió. Mía respiró hondo, recordó las bromas y consejos de Leo, y de alguna manera, logró hacer malabares con el cepillo y cantar al mismo tiempo, aunque no perfectamente. El video terminó con un salto final exagerado que hizo que el gato se escondiera detrás del sofá.
—¡Lo lograste! —escribió Leo casi gritando en el chat—. Esto es épico. Tu gato y el mundo entero deben estar orgullosos.
—Creo que nunca me había reído tanto —dijo Mía, mientras revisaba el video que ya empezaba a recibir miles de comentarios—. Gracias por no dejarme rendirme.
—Siempre estaré aquí —respondió Leo—. Incluso si eso significa verte pelear con un cepillo y tu gato al mismo tiempo.
Mientras Mía se recostaba en la cama, agotada y feliz, comprendió algo importante: la fama podía ser absurda, agotadora e impredecible… pero también increíblemente divertida con alguien que te entendiera. Y Leo no solo la entendía, sino que la hacía sentir segura, divertida y… un poco mariposeada cada vez que le escribía un mensaje romántico disfrazado de broma.
Esa noche, antes de dormir, Mía escribió:
—Prometo que mañana intentaré otro reto, pero solo si tú estás ahí para burlarte de mis fails.
—Trato hecho —respondió Leo—. Y tal vez, solo tal vez, te ayude a que el siguiente reto sea aún más épico.
Era viernes por la mañana cuando Mía recibió un mensaje que la dejó sin aliento: un grupo de fans había organizado un meet & greet improvisado en la plaza central de la ciudad. No habían avisado oficialmente, solo habían decidido que “la chica del cepillo” debía aparecer.
—¿Qué? —exclamó Mía, mientras su madre la miraba con los ojos abiertos—. ¡Esto es una locura!
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Editado: 01.10.2025