Esa parte del país era muy hermosa, su clima agradable, el aire dulzón y fresco, la azulada vegetación era maravillosa, estaba exhorto en su contemplación, ya les faltaba muy poco para llegar al último pueblo de frontera donde se acababan los caminos, cuando el carretero paro de golpe, gritando, para luego salir corriendo como alma que la corretea Mefistófeles.
Los pasajeros presos de miedo se tiraron al suelo, Estiben trato de recordar lo que el viejito le enseño de estrategia militar, pero solo se le ocurrió salir corriendo, en vano, pues ya estaban rodeados, pudo ver que eran soldados con un uniforme muy diferente al de los de Altares, junto con un aspecto desdeñado, barbados y mechudos, que no se andaban con protocolos, pues el conductor yacía machacado en el suelo por salir huyendo, claro la fuga daba a entender que algo debía. Uno de los soldados, el más desaliñado, sonriendo, les anuncio:
—a mí no me engaña su vieja peluca, usted es de los nuestros.
Al fin estaría a salvo tal vez eran del ejército de Pólux, haría que lo llevaran ante él, para colocarlo al tanto y fabricar una máquina que lo regresara a su realidad, donde se reuniría otra vez con su familia, qué alegría, que paz sintió, aunque es como dicen que el sol sale antes de la tormenta, porque de un momento a otro empezaron a surcar láseres por los aires, los cuales partían a los soldados como si fuesen petardos navideños, provocando que el terror se apoderara del campo, la sangre manchaba el paisaje a borbotones, preso de pánico sintiendo que su barriga le pesaba y sus pies se le enfriaban, Estiben empezó a correr como un loco junto a los soldados, convirtiéndose en un blanco más fácil, así que decidió correr a otro lado opuesto, eso fue muy bien pensado, ya que le sirvió para despistarlos, de pronto se le dio por mirar atrás descuidándose del sendero lleno de vegetación, rodando por una ladera donde piedras y espinas le rasgaban la piel, cayó a un gran río muy bello, que era ni más ni menos que el que separaba a las dos naciones, estaba lleno de soldados de Pólux, quienes se agruparon con sus lanzas a su alrededor a ver de lo que se trataba ese alboroto del misterioso sujeto que llego rodando al río. Aunque él aún no podía cantar Victoria porque cerca de allí había sido despedazado un batallón de sus compañeros, no sabría si lo podían seguir o a que tanta distancia estarían, rápido se le acercó a quien supuso que era el jefe, tratando de hablar lo más claro posible se presentó:
—¡viva Pólux! Yo soy un científico que estaba prisionero del régimen de Altares, pero que me escape, por favor necesitamos huir de aquí, algo muy peligroso se acerca, acaban de destruir a un batallón que estaba por allá, por favor llevo información muy valiosa para el gran líder.
Los soldados incrédulos lo tomaron por loco se comenzaron a mofarse, supusieron que se trataba de un drogadicto, hasta que de entre los matorrales aparecieron unos pocos individuos del ejército de Altares, ordenándoles que les entregaran al científico o que los matarían a todos, los soldados de Pólux se burlaron de sus pretensiones, debido a que los superaban ampliamente en número, todos muy optimistas alistaron sus lanzas cargando en su contra, pensado que iba a ser una batalla fácil, que los harían papilla, imaginaban que los condecorarían por estas bajas, los soldados de Altares ni se movían solo hasta cuando los tenían rodeados, a punto de ser heridos por las lanzas, desenfundaron sus raras armas que lanzaban rayos con las cuales destruyeron en segundos a los confiados enemigos sin darles oportunidad de emprender la retirada.
Estiben, en cambio, sin reflexionarlo dos veces, salió huyendo, robando una especie de caballo del ejército, escuchando a lo lejos los gritos de la matanza, sin lugar a duda Pólux ya habría desarrollado sus armas, sería cuestión de tiempo para que masacrara a toda la gente de este país, en parte sería por su culpa, porque fue su idea, tal vez él sería lo único que se interpondría entre el triunfo de Altares, debe ser por eso que lo están cazando, pero nadie sabía qué paso de la otra dimensión o ¿quizás sí? A estas alturas ya sabía que no podía dar nada por hecho, tendría que buscar la manera de llegar a donde el gobierno, en esos momentos recordó que se dirigía sin rumbo, que no conocía la geografía, necesitaba ayuda, sin embargo, la única opción era seguir ese camino que debe conducir a algún pueblo, que ojalá fueran amigables.
En efecto, conducía a un pequeño pueblo de ranchos de tabla, con un puesto de policía destruido, cosa que lo asusto muchísimo, un lugareño que pasaba por allí, se le acercó diciéndole:
—tranquilo forastero, eso lleva así años, si necesita a la policía, está en el cantón militar a 20 cuadras, usted se ve muy mal, ¿lo puedo ayudar en algo?
Él movió la cabeza en señal de negación, arrancando groseramente hacia el cantón militar, donde llego en pocos segundos, que casi no puede hablar con el guardia, debido al estrés no articulaba bien, este quien desconfiado porque esa es una complicada región fronteriza, primero alistó su garrote, pero el extraño aspecto de Estiben muy diferente a las personas que transitaban por ese lugar lo hizo dudar, cosa que hizo que decidiera mejor llamar a su comandante para que evaluara la situación, el cual no tardo en presentarse, llego con un traje de gala quizás ya estaba de salida para donde una querida y con su voz de mando diciendo:
—¿cómo así que el civil es un científico fugitivo?, y que viene con la gran mentira que las dos poderosas compañías fronterizas fueron aniquiladas por rayitos, qué cuentos tan estúpidos son esos, eso es imposible.
El comandante se disponía a ordenar que lo llevaran al calabozo, por fortuna en el horizonte llegaban cuatro soldados muy malheridos también a caballo, quienes confirmaron la masacre, con lo que al comandante no le quedó de otra que organizar una huida exprés rumbo, a la capital, amparados en la misión de rescate de este científico, y que mejor que en su barco de combate donde llegarían más rápido, asumiendo que los soldados de Altares marcharan a pie.
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Editado: 15.07.2023