¡me encantas!

¿Dónde está Laura?

El día fue largo y exhaustivo. Las familias tuvieron la buena idea de ejercitarse en un lugar que parecía un campo militar. «¿Que esta gente no sabe lo que son vacaciones?», reclamaba en sus pensamientos. Apenas podía arrastrarse, los músculos estaban tensos y el dolor era tan fuerte que sentía que explotaría en pedazos.

—Un paso más… —murmuró alcanzando la manilla de la puerta.

—¡Tú, idiota! —la voz de Claudia era demandante. Las tres hermanas la rodearon con un brillo en los ojos que le transmitía mala espina. ¡Lo que le faltaba!

—Tengo nombre —respondió tratando de no sonar intimidada.

—Tan insolente como siempre —dijo Jimena dejando escapar una risita malvada.

—Chicas, lamento terminar esta conmovedora charla familiar, pero necesito descansar. —Abrió la puerta después de soltar sus palabras.

De repente, sintió como fue atrapada por Jimena, ayudada luego por Cecilia. Jimena siempre fue buena apresando personas con sus ganchos, ya que le gustaban las artes marciales. Este agarre de las hermanas le dio libertad a Claudia para atacarla a su antojo. No supo cómo logró arrastrarse hacia adentro. Pero no tenía fuerzas para continuar, así que se rindió y, yaciendo en el frío piso, la sangre corría por sus labios. Sus ojos se cerraron lentamente…

El brillo del sol hermoseaba aquella mañana. Las tres familias estaban reunidas en el comedor esperando el desayuno, pero el asiento de Laura aún estaba vacío. Kevin no dejaba de mirar hacia todos lados como si estuviera esperando a alguien. 

—Me divierte lo obvio que eres —Pablo se dirigió a él con su sonrisita burlona—. Primo, de verdad nunca me hubiera imaginado que alguien te podría gustar sobremanera —rio—. Tú que siempre has sido un rompecorazones.

—Deja de decir tonterías —replicó—. No sé de dónde sacas que soy un rompecorazones. Yo nunca he jugado con nadie. Que haya chicas raras que se ilusionen solas no es culpa mía. Y en cuanto a Laura… —tomó aire y dejó salir un suspiro— no me gusta… de esa forma que dices… Ella es una chica misteriosa y rara, solo es que me gustaría conocerla más a fondo. —Sus ojos brillaron. Pablo no pudo contener la risa. En ese momento, los meseros llegaron con el desayuno. Kevin no apartó la mirada del lugar donde debería estar sentada Laura. No entendía su preocupación ni esa sensación fría en su pecho.

—¿Dónde está Laura? —preguntó el señor Mars. Todos miraron a alrededor automáticamente. Las hermanas se miraron entre sí con nerviosismo.

—Ah… tía, ella no va a desayunar. Dijo que no tiene hambre —respondió Claudia.

—Sí, tía —secundó Cecilia—. Ella dijo que dormiría todo el día, ya que ayer hicimos demasiado ejercicio.

—¡¿Qué?! —Clara echaba chispas—. ¡Pero qué niña tan insolente! ¿Cómo se atreve a hacer tal desplante? Cristian, querido, disculpa a mi sobrina —se dirigió al señor Mars—. Yo he hecho hasta lo imposible por reeducarla, pero la mala crianza de su madre se le quedó impregnada y se me ha hecho casi imposible manejarla. ¡Estoy tan avergonzada! —Su rostro de víctima y tía decepcionada le salió muy bien.

—No te preocupes por eso, Clara. Es posible que la chica no se sienta bien. Después le transmitiremos los detalles importantes de la reunión. No es para exagerar.

—Claro que no, querido Cristian. Quedamos en que todos asistiríamos. Este proyecto es muy importante para todos nosotros. Iré a buscar a esa niña ahora mismo.

—No es necesario, Clara. Desayunemos tranquilos. Tal vez ella se sienta mejor y pueda acompañarnos a la reunión más adelante. 

—Claro que no. No es solo por la reunión. —Se levantó de su siento y salió del lugar como un rayo. Kevin miraba intrigado a las hermanitas.

—Chicas, Kevin nos está mirando —Cecilia les susurró a las demás. Se les oía cuchichear, pero nadie les prestaba atención.

—Claro, es que es difícil no mirarme —dijo Claudia casi modelando—. Por fin Kevin está dirigiendo su atención a la persona indicada.

Clara tocó la puerta por un largo rato, pero no recibía respuesta. Se le escuchaba proferir regaños y reproches. Cansada de no obtener resultado, fue donde el ama de llaves para conseguir una llave maestra. Cuando abrió la puerta, la sirvienta gritó del susto. Clara llevó sus manos al rostro al ver a Laura tirada en el piso llena de moretones y con sangre seca en su rostro.

—¿Qué fue lo que pasó? —su voz era temblorosa. La subieron a la cama y trataron de despertarla. Laura estaba ardiendo.

—Buscaré al doctor —dijo el ama de llaves y salió a toda prisa.

 

Horas después…

Fue difícil abrir los ojos; pero, poco a poco, pudo ver los reflejos del sol que se colaban por las ventanas. Se sentía mareada y sin fuerzas. Se sorprendió al ver a su tía sentada en una silla cerca de su cama. Después de unos minutos, pudo incorporarse.

—¿Qué haces aquí, tía? —preguntó confundida.

—Por fin despertaste. No te imaginas el susto que me diste. Te encontré tirada en el piso toda golpeada. —Laura pudo recordar la paliza que sus primas le proporcionaron. Agachó su rostro y con voz débil confesó:

—Fueron Claudia, Jimena y Cecilia.




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