¡me encantas!

¡Apunten! ¡¡Dispareeen!!

Todos estaban preparados para tomar su ruta. Ambas familias fueron abastecidas con sus armas y municiones. La familia Castillo con el color amarillo, la familia Gutiérrez el color rojo y los Mars el color azul. Todo el que tuviera tres disparos, estaría fuera del juego y tendría que ir a la torre. Y esto sin importar que fueran disparos de su mismo equipo.

Los Gutiérrez tomaron su ruta sin ningún contratiempo. Todos estaban sorprendidos por el entusiasmo de Clara. ¡Hasta dibujó rayas rojas con pintura sobre sus mejillas! Nunca habían visto esa faceta de ella.

—Estás muy motivada, hermanita. Me pregunto cuál será la razón. —Se le acercó Mico con intención de molestarla. 

—Será mejor que estés alerta —contestó con la mirada puesta en el camino sin permitir que ese comentario la distrajera de su objetivo. Las chicas venían detrás.

—¡Cómo me gustaría perderme con Kevin en este bosque! —exclamó Claudia con malicia.

—Él es el enemigo, primita. —Laura comentó molesta. Se moría por encontrarlo y vaciarle toda la munición. Aún estaba enojada con él.

—¿Y…? ¡Este juego me importa un carajo! Estoy segura de que estar con Kevin sería mucho más divertido —dijo como insinuando algo.

—Por cierto, Clau, ¿cómo te fue con Kevin anoche? —preguntó Cecilia con obvia intención—. Me enteré por ahí que estuvieron horas encerrados en su estudio.

—Bueno… —Claudia mordió su labio inferior—. Se podría decir que Kevin es puro fuego. —Todas rieron. Era obvio que querían molestarla, pero… ¿por qué le afectaba que Kevin se haya ido con ella anoche? «Ese chico es tan raro…, dice que no le gusta Claudia y se encierra con ella durante horas». «¿Será que le está interesando? Pues del odio al amor solo hay un paso…».

—¡Ustedes cuatro, dejen de perder el tiempo ahí atrás y avancen! —Su tía la sacó de sus pensamientos.

Mientras tanto, en otro lugar…

—¡Au! —Frank gritó del dolor—. ¡Mamá! ¿Se puede saber por qué me disparate? ¡Se supone que no le debes disparar a tu propio equipo! —profirió palpándose.

—Lo siento, mi niño… es que escuché algo… creí…

—¡Ah! —la interrumpió molesto—. No sé por qué tuve que aceptar jugar a este estúpido juego.

—Deja ya de quejarte como niña y vigila en esos arbustos. ¡No quiero sorpresas! Esta competición la va a ganar la familia Castillo —su padre le instó con un brillo en los ojos. Lo cierto es que él era muy competitivo.

Frank se acercó a los arbustos refunfuñando. Pisó una rama y la señora Castillo soltó otro disparo.

—¡Vas a gastar las municiones, mujer! —le reprendió su esposo molesto. Frank puso las manos en su frente con hastío.

—Claro… esta familia va a ganar el juego… por supuesto… —se quejó entre dientes.

Los Mars habían avanzado hasta el centro del bosque, estaban cerca de la torre esperando a los demás ocultos tras unos árboles, ya que su tío tomó el camino más corto y menos complicado; claro está, esa información se la guardó para sí. ¿Trampa?

—Tío… ¿Qué haces? Kevin susurró mirándolo como si fuera un bicho raro, ya que su tío hacía unos extraños movimientos—. Vas a llamar la atención.

—Como se ve que no sabes nada de esto, mi querido sobrino. Un buen tirador debe sincronizar sus movimientos.

—¡Eso ni siquiera tuvo sentido! —Kevin contestó moviendo la cabeza.

—Lo que no entiendo es por qué tenemos que ocultarnos aquí como unos bobos en vez de buscar las dichosas monedas —Pablo recalcó.

—Ya les dije, hay que sorprender al enemigo. Luego nos dividiremos y buscaremos las monedas.

—¡Eso tampoco tiene sentido! —profirió Kevin.

—Kevin, creo que me estás faltando el respeto —Paulo le advirtió.

—¿No será que no sabes dónde está la dichosa cueva? —Cristian lo acorraló.

—¡Si es que en realidad existe…! — Kevin comentó, ganándose la mirada fulminante de su tío.

—Yo me inventé el juego y yo, como líder de este equipo, doy las órdenes —sentenció Paulo ofendido—. Yo sé lo que hago, solo confíen en mí. 

—¿Y quién te nombró líder del equipo? —Cristian le preguntó.

—Yo mismo —contestó con orgullo. Todos bufaron. De repente, se escucharon unos pasos. 

—Sssshhh… —Pablo advirtió con su dedo sobre los labios. Todos se pusieron en alerta.

—¡Ah! —gritó Cecilia. Todos se prepararon.

—¿Qué sucedió? —Clara la abordó mirando por todos lados.

—Se me rompió una uña —respondió con lágrimas en los ojos.

—¡¿Es en serio, Cecilia Gutiérrez?! —dijo enojada.

—Ssshhh… —Mico le hizo señas para que se callase.

—Hermana, controla tu emoción, estamos en el punto de encuentro —comentó él tratando de calmarla—. Cualquiera de ellos podría sorprendernos. Esto va para ustedes también —dijo señalando a las chicas.

—Ahí están los Gutiérrez —Pablo anunció con susurros—. Es nuestra oportunidad. 




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