—Por fin se terminó. — dijo cuando bajo del escenario, donde recibo el título, sabía que no terminaba sus estudios, que el próximo semestre entraría a la universidad.
—Camila. —La llamo su mejor amigo Isaac. —Vamos.
Tomó la mano de la castaña, entrelazó sus dedos, para salir de la infraestructura que estaba llena de recuerdos.
—Lo lograste. — Dice tomando su cintura para alzarla. Cuando lo hizo, sus ojos se encontraron con una chispa que nunca habían sentido; el sonrojo de ella se hizo más que evidente.
La bajó con cuidado, ella bajó la cabeza avergonzada. —¿Irás a la fiesta de despedida? — preguntó a la joven.
—Sí, creo ir un rato, para cerrar este ciclo, ya que la mayoría no nos vamos a volver a ver por un tiempo.
Él sonrió. —Está bien, cualquier cosa me llamas para ir por ti.
Ella lo miró con sus ojitos de cachorro, nunca se imaginó que él vendría a su graduación, por el hecho de que llevaba el segundo año de esta.
—Pensé que no estarías hoy aquí. — dijo, terminado de llegar al estacionamiento.
—¿Cómo se te ocurre? Nunca me lo hubiera perdido, lo sabes. — Ella asintió, sabía que él estaría, pero le daba miedo que por su carrera no pudiera estar.
—Gracias —. Dijo abrazándose a su cintura.
Ella era pequeña, de un metro setenta y cinco, y él, con sus casi dos metros, era una diferencia que se notaba a lo lejos.
La tarde transcurrió rápido, ya era hora de ir a la dichosa fiesta.
Estaba nerviosa, se miró al espejo viendo su vestido verde menta que se pegaba a su silueta.
Respiro profundo, tomando el pequeño bolso; no tenía muchos amigos. En realidad no se llevaba muy bien con nadie.
No tenía la típica amiga que la acompañara a sus locuras, en ocasiones extrañaba eso, desde que su mejor amiga partió de este mundo.
El dolor fue tan insoportable, que no pudo volver a compaginar con nadie.
Terminó de salir, para poder llegar a la dichosa fiesta, que todavía no sabía qué hacía allí.
Una vez entró, la música estaba a todo volumen, como se imaginaba que iba a hacer dicha reunión.
Pasaron las horas divirtiéndose, por así llamarlo.
Sus compañeros y sus acompañantes, ya andaban en otro nivel. Ella, tenía claro que no podía excederse con el alcohol. 
Se negaba a perder el control de su comportamiento.
Sin pensarlo demasiado, escribió un mensaje de texto.
«Ven por mí, por favor.» 
La respuesta no tardó en llegar. 
«Estoy en cinco minutos, ve saliendo.»
Al parecer su amigo estaba esperando algún tipo de aviso, ella sonrió al recordar que siempre fue sobreprotector con ella.
Él estaba sentado en un bar, esperando la primera señal que ella le brindará para ir por ella.
Dejó al lado el trago que tenía en el momento en que su móvil vibró, indicando que un mensaje había llegado. Se disculpó con la persona que estaba en el momento, diciendo que regresaría.
Había ido a un lugar relativamente cerca, para cualquier imprevisto que pudiera pasar con su castaña.
Él despidió de su acompañante y tomó las llaves del auto, para ir a recoger a Camila. Los tragos ya estaban en su cabeza, pero todavía era consciente para manejar.
Llegó y al verla con aquel pequeño vestido, algo dentro de él se removió.
La noche transcurrió, en un secreto guardado. Camila estaba en euforia, todo parecía un sueño. Uno que se hizo realidad.
Al día siguiente Camila despertó con una gran sonrisa, no podía esperar a que Isaac llegara para hablar con él.
Sus padres notaron, la felicidad y lo contribuyeron al ciclo de la preparatoria y a la emoción de las vacaciones antes de entrar al mundo universitario.
—Los Jackson tendrán una cena hoy y nos invitaron a participar. —informó Glenn, su mamá.
—Isaac, no me digo nada. — dijo Camila, revolviendo el desayuno.
—Bueno, te lo estoy informando, hoy cenaremos en su casa, habrá una pequeña fiesta.
Terminaron el desayuno, y entre pláticas, Camila les contó cómo la había pasado en la fiesta.
—Sí, noté que llegaste un poco tarde. —dijo su padre viéndola. —Pero al ver que Isaac era el que te trajo, no te reclamé.
La cara de Camila, era todo un poema, sus padres confiaban ciegamente en él, pero…
Sacudió su cabeza, para negar sus pensamientos.
Todo el día no tuvo noticias de su amigo, es como si la Tierra se lo hubiera tragado.
La dichosa cena llegó, estaba nerviosa de volver a verlo, no sabía por qué, pero los nervios y la ansiedad estaban a mil.
Hizo un ejercicio de respiración, para calmar su agitado corazón, que esta por salirse de su tórax.
Llegaron a la casa de los Jackson, pero su amigo brillaba por su ausencia, nada.
No había señal de que él estuviera en la casa, y las pláticas mundanas de los mayores no la distraían.
Se armó de valor y le escribió un WhatsApp. Para salir de la ley de hielo que le estaba aplicando.
«Estoy en tu casa, ¿dónde estás?» 
Vio que el mensaje fue entregado, pero no lo había leído todavía.
Su ansiedad solo hacía más que crecer, al cabo de un rato revisó su móvil y vio que el mensaje había sido leído.
¿Tan malo fue? Se hacía esa pregunta, que solo él podía tener una respuesta.
Tomaron sus lugares, para empezar con la cena y ni la sombra de su amigo, su ánimo fue decayendo.
Vio el vestido que había escogido, pero ¿de qué sirvió? Trató de mantener su semblante, que nadie notará sus pensamientos.
Lo que no podía creer, era que él estuviera actuando de esta manera tan irracional, podían hablar como los adultos que eran.
Pero todos sus pensamientos se vinieron abajo. Cuando se escuchó la puerta donde se estaba llevando a cabo la cena, se abrió.
Allí estaba su amigo con una cara de alegría, que no podía negarse, estaba feliz, y de eso todos los presentes se dieron cuenta.
Su madre inmediatamente fijó su mirada en Camila. Necesitaba estar segura de que su hija estaba bien.