Me enseñaste a elegirme

6

Merary, al verlo, detuvo su coraje, tomó el vestido para no tropezar.

—Sabía que no me dejarías. —Quiso tomar su mano, Isaac, al ver que intentaba tocarlo, lo esquivo.

—No, Merary solo vine a dejar claro que no te quiero en mi vida. —Dijo, pero no era lo único. —En serio, te doy gracias, por no ser que te descubriera y aquel viaje que se retrasó, hubiera cometido el peor error de mi vida.

Merary lo vi impactada, nunca pensó escuchar eso salir de su boca.

—Estoy embarazada de: tu hijo. —Lo señaló, como si con eso pudiera detener lo inevitable.

—No escuchaste lo que dije, lo sé, T. O. D. O. —Dijo deletreando la última palabra.

—Tienes que escucharme.

—No, en realidad, solo vine a ver cómo unes tu vida a este hombre que ha soportado todo por ti.

El hombre que estaba esperando en el altar bajo la cabeza, sabía que Isaac era la oportunidad perfecta para que Merary saliera de la «miseria» como ella decía.

Él, estaba consciente de lo que hacía por amor a ella.

—Él es el verdadero padre. —Dijo Isaac, y fue en ese preciso momento donde la grabación, que tenía, empezó a reproducirse.

Todos los presentes estaban asombrados por lo que estaba ocurriendo, los murmullos no se hicieron esperar.

Nadie era prudente, porque al ver que los dos protagonistas, estaban en la cama hablando de Isaac, como si de la lotería estuvieran hablando.

Merary, su cara cambió de varios colores, sabía que ya no había vuelta atrás, no iba a rogar, conocía bastante bien, que no me importó perder a la persona que en realidad amaba, que iba a hacer ella.

Con la poca dignidad que le quedaba, regresó donde estaba el padre del bebé, firmó el acta.

Después de estampar su firma en el acta, decidió que era mejor dejar salir todo lo que llevaba dentro.

Y esta era la mejor ocasión. —Isaac, solo un consejo. Habré tu corazón, deja de fingir que solo quieres una amistad con Camila. Sé un hombre, un hombre y enfrenta tus miedos, porque al final la vas a perder de verdad.

Lo miró a los ojos y vi la duda en ellos. Sabía que solo estaba echándole sal a la herida, una herida que no sabía que tenía, pero que pronto iba a saber lo que se sentía.

—Créeme, estás a punto de perderla, por tu falta de juicio, porque sabes que la quieres, y en realidad no sé a qué le tienes tanto miedo.

Isaac, iba a contestar, pero las palabras se quedaron atoradas en la garganta. Tenía que tomar en cuenta lo que había dicho y estaba en toda la razón.

Isaac, solo vi cómo la boda al terminar salió de allí con un nudo en la garganta, las palabras seguían rondando en su mente.

¿Será qué?

No puede ser, se negaba.

Entonces en su mente apareció aquella noche donde sus cuerpos se convirtieron en uno, donde aún podía sentir sus dedos acariciando su piel, los pequeños gemidos que escapaban y le daban energía para seguir con el asalto.

Aquella mancha que todavía dejaba claro que había entregado algo tan apreciado.

Ya no podía negarse que siempre se sintió atraído por su castaña.

Ahora ya no era suya, tenía alguien que compartía su día a día, alguien que reconoció lo valiosa que era. No como él, que solo se dedicó a alegarla.

—¿Cómo hago para recuperarte?

Encendió el vehículo, con una mente en claro, tenía que hacer que regresara, sin importar lo que costará.



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En el texto hay: amor propio

Editado: 06.10.2025

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