Me enseñaste a elegirme

7

Camila, después de vacaciones, regresó a Italia. Tal y como se había planeado, cumplieron un año de noviazgo y se fueron a vivir juntos.

La vida en pareja, solo sirvió para ver cuán compatibles eran, se complementaban.

Ella dejó de ser la mujer tímida y empezó a tener esa seguridad de demostración afectiva que hizo sentirla plena.

Isaac, en su mente, regresó a casa de los Wilson. Necesitaba platicar con la madre de Camila, Glenn.

Glenn, por su parte se sentía un poco incómoda, sabía lo que había pasado años atrás con Isaac y su hija, y para nada estaba contenta con eso, pero accedió a que tuvieran una charla donde podían ser sinceros y dejarse llevar por lo que sus sentimientos, necesitaba sacar un poco de la frustración que sentía.

Aprovechó que estaba sola en casa y lo hizo pasar.

—Señora Wilson. —Saludó.

—Pasa, Isaac, que ambos necesitamos hablar.

Él, al conocer la casa, no dudó y llegó a la sala de estar.

—Antes que todo… — dijo el hombre —. Les debo una disculpa, por aprovecharme de su confianza.

La mujer lo vi y asintió, dejando que él tomara el rumbo de la conversación.

—Ve al grano, creo que tus disculpas llegan tarde.

Él suspiró, fue sé la confirmación de que él se dio cuenta muy tarde de lo que había perdido.

—Quizá hablar con Camila en las vacaciones, pero no me dejó. —Volteó a ver a la mujer que una vez consideró su tía. —Lo que pasó años atrás, nunca lo planeé, pero una cosa nos llevó a otra y terminamos enredados.

La mujer se levantó de golpe. —¿Enredados? —Aquella, noticia le cayó con balde de agua fría. —No, no, no. —Negó la mujer.

—Sí, señora, yo tuve intimidad con su hija, en la noche de la fiesta de graduación. — Era mejor decirlo de una vez a prolongar el asunto más tiempo.

—Y el día después tuviste la cara de presentar a tu novia, no sabes del daño que provocaste. —Sentía su sangre arder, si solo lo hubiera sabido por Camila, pero prefiero protegerlo.

—Y no sabe cómo me arrepiento.

—Claro que no, y no me importa.

—Sé que me odia, y claro que me importa, pero no voy a dejar de luchar por Camila.

La risa de la mujer no se hizo esperar, pues llegaba muy tarde.

—Creo que llegas cuatro años tarde, crees que mi hija tenía el deber de esperarte.

—Claro que no, por eso estoy aquí para hablar con usted.

—Y en tu mente, piensas que te voy a ayudar a que vuelvas a hacerle daño, estás más que equivocado.

—Solo dígame dónde se encuentra, y solo de ella depende si me quiere en su vida o no.

—Conmigo no cuentes y con nadie de mi familia.

Había buscado en redes sociales y lugares donde podía dar con su paradero, pero nada relacionado con Camila, en el mundo digital, parecía no existir.

Cómo que nunca se registró o los perfiles antiguos que utilizaba ya no existían.

—Ella ahora es feliz, creo que de eso te diste cuenta. No puedes pensar en venir a arruinar la felicidad, no puedes ser tan egoísta.

La conversación empezaba a subir de tono, cuando ella dio fin y lo sacó de su casa.

La furia que llevaba dentro, no solo era por lo que había hecho Isaac, era por no ver lo que en realidad pasaba. No pudo ser la madre que su hija había necesitado en su momento.

Sentada en el sillón con lágrimas en los ojos, decidió que era momento de alejarse con los Jackson.

Isaac salió de la casa, con el pecho agitado. No podía creer en las palabras de Glenn, tenía razón cuando ella decía que Camila tenía que ser feliz.

No podía aceptar soltarla una vez por todas.

Los días pasaron.

—Ya pude dar con ella.

—Envíame todo a mi email. —respondió y cortó la llamada.

Sentado en la oficina en el último piso del edificio, no podía pensar en otra cosa que no fue lo que estaba sucediendo; sabía que estaba volando su privacidad al investigarla, pero no podía vivir con la zozobra de lo que pudiera pasar.

Escucho cómo sonaba la alerta de un nuevo correo, lo dudo.

Tenía todo lo que ocupaba, estaba disponible en un solo clic.

No dudó y empezó a leer aquel archivo, que incluía fotos para ver todo lo que había hecho en todos estos años.

Hasta que llegó aquella foto de su graduación, donde sabía que había comenzado su ruptura.

¿Podía llamarse ruptura?

No sabía, pero así se sentía.

En Italia.

—Camila. —La llamó Robin, al escuchar la puerta del departamento abrirse.

No hubo respuesta, lo inquietó, y fue a la entrada de su hogar, para quedar en shock.

—No puedes estar aquí.

Camila, estaba en una tienda comprando unos accesorios para la casa, tenía planeado darle un pequeño toque, aunque no cambiarla radicalmente.

Estaba seleccionado cortinas, algunos floreros.

Cuando de repente vio una lámpara, que le recordó a su amado.

Ella sabía lo que a él le encantaba estar leyendo en la cama, ya sea los informes del trabajo o algún libro.



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En el texto hay: amor propio

Editado: 06.10.2025

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