El auto pasa lentamente por mi lado, pero no puedo ver quién es, pues inmediatamente acelera, dejando claro que se equivocó. Pero el siguiente vehículo lo conozco demasiado bien.
Sé para al frente obstaculizando mi paso, hago que ya empezaba a darle dolor de cabeza.
—Camila. — dijo a modo de saludo.
—Mueve el vehículo, necesito terminar con este teatro, que te has creado, no soy una marioneta que puedes utilizar.
—Cami, solo quiero hablar contigo.
—¿Hablar sobre qué? — digo viéndolo desde la altura de la ventana de mi coche. Él, con sus casi dos metros, tiene que agacharse un poco para poder verme a los ojos.
—Quiero hablar sobre nosotros, nuestra amistad, de lo que pasó aquel día.
Lo veo a los ojos, puede que sea sincero, pero ya no me importa.
—Supera el maldito pasado, Jackson, no me voy a estar lambiendo una herida para que sangre más, solo te diré que tengo mi propia cura y no, no pienso volver a caer en tus malditas manipulaciones.
—Camila, perdóname. — dice cortando mi rollo, el maldito casete que tengo grabado en mi memoria.
—No crees que es demasiado tarde. —Digo con honestidad. — Han pasado varios años y te sigues revolcando en la misma mierda.
—No lo entiendes…
—Es que nunca planeé entenderlo, así que mueve tu coche. Que solo acepté cenar contigo, fue exclusivamente por mi jefe.
Parece entender mis palabras y entra de nuevo a su Aston Martin, pero antes de ingresar voltea a verme y hago unas señas con mi mano para que se vaya.
Asiente y esta vez no lo piensa.
Cuando ya no estropear mi camino, arranco mi coche y voy tras él.
No como él quisiera, pero espero que mis palabras le quiten la tonta idea de la cabeza.
Al llegar al restaurante, me llevan donde está susodicho; respiro profundo antes de nuestro tercer encuentro en este día.
Una vez estoy frente a Isaac, extendió la mano a modo de saludo, como si el encuentro anterior nunca existiera.
—Señor Jackson.
—Señorita Wilson, es un placer. —Me ofrece asiento, el cual no me hago el rogar. Por su parte, toma asiento donde estaba y empieza a evaluarme de nuevo.
—Como le dije esta tarde, quiero una casa de campo, donde uno pueda sentir esa calor hogareño, ¿Me hago a entender?
—Claro que entiendo. —respondí, tomando un poco de mi copa de vino.
Empieza a decir algo relacionado con la cabaña, bueno, es lo que yo tengo en mente presentar.
—Un momento. — Tomo mi bolso, saco una pequeña grabadora y mi tableta.
—¿Para qué los ocupas? — pregunta intrigado.
—Puede que se me pase por alto algo, y después quiera recordarlo, es normal.
Explico, pero parece que mi excusa no la cree, por la forma en que arquea la ceja.
—Sí, mal, no recuerdo, eras tú la niña de memoria sin límite.
Bajo la cabeza, pero obviamente le respondí: —Los tiempos cambian y uno no se hace más joven.
—Eso lo tengo en cuenta, pero a penas tienes veinticuatro años.
—Eso lo tengo muy presente y empezó a lo que nos trajo hasta acá.
No hay más comentarios, empieza a explicar, con detalle lo que él quiere, lo tiene muy claro.
Eso es más que obvio, ya lo idealizo en su cabeza, ahora yo estoy para plasmarlo y convertirlo en realidad.
La cena transcurre con ideas, y no hay más insinuación de que quiere hablar del pasado y lo agradezco de corazón.
Sí, él es capaz de trabajar con profesionalismo, por mi parte no habrá problemas.
Una vez terminamos salimos del restaurante.
Esperamos que el valet traiga nuestros coches.
Pero no sé qué me da voltear a ver al otro lado de la calle, y observó un vehículo encendido, pero lo raro que está estacionado y se parece al que…
Niego con la cabeza, me estoy volviendo loca es lo seguro.
—¿Qué tanto miras?— Yo vuelvo mi mirada a Isaac.
—Nada.
Cuando termino de responder, llegan con nuestros vehículos.
—Te seguiré, para saber que llegaste bien a casa y de paso me quedo donde mis padres.
Yo asiento, ya que al fin y al cabo vamos a estar trabajando por unos largos meses.
Subo y, una vez término de colocarme mejor, salgo y me incorporo en el tráfico.