Me enseñaste a elegirme

14.

Veía por mi retrovisor cómo él me seguía el paso con todo el cuidado de no perderme.

Suspire, sabía que esto podía empeorar, pero sé cómo manejarlo.

Isaac, aunque quiera, tiene que adaptarse a esta nueva mujer.

Después de que recorrimos unos kilómetros llegamos a mi casa. Isaac no desciende de su vehículo, solo observa hasta que ya no estoy en su alcance.

Escuchó cómo rugía el motor de su vehículo, anunciando que ya se estaba alejando.

No me detengo a observar de más, subo a la segunda planta, mi habitación da la calle del condominio.

No sé qué me da por ver a la calle y mi cuerpo se hiela; allí mismo está el carro que vi horas atrás vi afuera del restaurante.

Me apresuré a cerrar todas las ventanas.

No lo pensé mucho, tenía que actuar, pero no levantar sospecha.

Apagué las luces de mi habitación, para dirigirme al baño y sacar todo el maquillaje y lo demás, para tener un digno descanso.

Cuando estaba preparada, me asomé a la ventana y podía ver que al frente de la casa se estaban mudando. Sentí un poco de alivio.

Posiblemente, me estaba volviendo paranoica o todo el estrés con Isaac me tenía así.

Leí un rato y luego decidí que era hora de dormír.

Al día siguiente, como de costumbre, me levanto temprano para ir a correr. Lo hago cuando me siento asfixiada la mayoría del tiempo o cuando mi cuerpo siente que dará un colapso.

Me coloco la capucha, son alrededor de las seis de la mañana, en casa, no se escucha ni un movimiento.

Cuando voy saliendo de la propiedad, mis ojos viajan a la casa del frente. No sé lo que me sucede, pero desde ayer lo que vi, no he podido estar tranquila.

Es como si mi cuerpo se erizara, y me estuviera advertido de algo, y todavía no sé cómo llamarlo intuición, tal vez.

Sigo mi camino, pero escucho cómo la puerta del frente se cierra, y mis ojos vuelven a aquel lugar.

Nada, no hay nada.

Sigo mi camino tratando de no sobreponerlo, muevo mis pies dejando que la música.

Mis pies se mueven y mi mente divaga un momento para hablar con exactitud a un recuerdo que no quería; eso hace que mis pies se detengan y decido regresar, e ir a la oficina.

Es mejor eso que perder el tiempo en cosas que ya no tienen sentido.

Ya en la oficina, estoy inmersa en el trabajo, haciendo unos planos, pensado en todo lo que «el cliente».

¡DIOS! Me grito en mi mente: no puedo, es solo un trabajo, un trabajo. Eso es lo que me voy repito hasta que me lo crea.

—Irma, ¿puedes traerme un café bien cargado, por favor?

—Enseguida. — dice y cuelgo la llamada.

Es un poco estresante, pero no es imposible concentrarme.

Unos minutos después estoy degustando un delicioso café, bien cargado como me gusta.

He pensado añadir unas habitaciones dentro de la cabaña.

El sonido del teléfono irrumpe mi concentración.

—Dentro de media hora tiene una reunión.

Alisto todo lo que tengo que llevar y entró.

Veo cómo los demás van llegando, hasta que llega el jefe.

Empiezan la evaluación del boceto, es mi turno de exponer, dejando en claro lo que el cliente pidió.

Empiezo a exponer, las columnas que son la base principal de la estructura, cómo tienen que ir para que el nuevo edificio esté seguro y no interfiera con la estética.

Empiezan a tomar nota, cuando alguien levanta su mano.

—Señorita Wilson, ¿ya tiene la maqueta hecha?

—Sí, en un momento podremos ir a verla.

—Ósea que no está aquí. —Dice otro.

—Sí, está en la sala continua, podemos ir en este momento y terminar la exposición allí.

Todos asiente y salen uno por uno, quedándome por último, pero al salir noto que nadie ha entrado, por lo que prosigo a abrirles paso.

Entran y se quedan asombrados.

Empiezo a explicar que, como el edifico que haremos, tendrá una parte baja, que sería la importante, tenía que ir pegado a una gran roca, que fue lo que se me dificultó. Necesitaba una que fuera lo más parecido. Porque es mi trabajo que todo salga a la perfección.

Todos salimos de la sala de juntas. La empresa donde trabajo no es la más grande, puedo decir que es una empresa pequeña, que viene dando sus pasos grandes.

Y por esa razón piensa dar lo mejor de mí.

Una vez instalada en la oficina, Irma llegó con un sobre para mí.

—Esto lo dejaron en recepción, no hay remitente. —Dice.



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En el texto hay: amor propio

Editado: 17.10.2025

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