─Cuéntame todo ─Es lo primero que escucho cuando me veo que la camioneta con un chico Brown con el rostro rojo por el sol se aleja ─. ¿Si me escuchaste Romina?
La hago a un lado para que pueda pasar e ir directo hacia la sala para ver si está mamá.
─Sí lo hice Clarissa ─ respondo porque eso de que me esté siguiendo a todos lados me está exasperando de una manera inhumana. ─, pero ¿por qué debería hacerlo?
Ella hace un sonido algo extraño que parece una queja sé que puse los ojos en blanco, pero no lo puedo evitar pues se me permite guardarme algunas cosas así que solo me abstengo a no contar todo.
─Eres mala ─ responde y en su voz aparece la indignación
─Claro que lo soy ─ le digo mientras que le miro momentáneamente ─. Mamá ya estoy acá.
Llego a la sala y no la veo así que me doy la vuelta y noto como es que su rostro está fruncido.
»¿Dónde está mamá? ─le pregunto.
─Ellos han salido a cenar luego de que les dijera que pasarías la tarde con una cita ─dice sin preocupación y con solo eso hace que le mire mal ─Deberías contarme lo que ha pasado y cómo es que conoces al próximo popular de la escuela.
─Ya te he dicho que no planeo hacerlo hermana ─Le digo una vez más ─, además tu no me has contado lo que pasó con Richard.
─Es que eso sucedió, espera ─Se detiene abruptamente ─¿cómo es que te enteraste de lo que paso con Richard?
Rio con fuerza porque le he dado con su punto débil.
─¿He dado en tu talón de Aquiles? ─pregunto con el cinismo marcado en mi voz ─, pero respondiendo a tu pregunta deberías saber que soy Romina, así que yo todo lo sé.
─Eso no es verdad ─ se queja.
─Claro que es verdad ─ respondí ─, conozco más ti que de lo que tú conoces de ti misma. Además ya te he dicho yo sé muchas cosas, así que no comiences con tus dramas adolescentes sin sentido.
─¡Oye!
─Oigo claramente Clarifea ─respondo antes de comenzar a subir las escaleras e ir directo a mi habitación cerrando la puerta ates de que ella quiera irrumpir, pero antes de que pueda acostarme tranquilamente en mi cama se me viene a la mente que también puede entrar por el baño que compartimos por lo que corro a ponerle el seguro que da hacia mi cuarto.
“Al fin un poco de paz
Escucho como mi hermana se queja porque he puesto el seguro a ambas puertas haciendo que ría por eso.
Me quedo ida por un momento observando todo a mi alrededor hasta que fijo mi atención en detallar mi habitación, es así como noto como es que estan mis cosas de la escuela junto a mi ropero, muy mal acomodadas por cierto, pero lo que cuenta es que puedo hacer mi tarea o al menos comenzarla.
El tiempo pasa y parece que después de esa salida a comer, me he dedicado a procrastinar, pero no puedo enfocar mi energía y no se puede considerar un pecado. Al menos no cuando soy bastante cumplida.
El tiempo sigue pasando y sigo acostada en mi cama.
Sé que paso al menos cinco minutos pensando en si me levanto de mi cama y voy por esa tarea o solo me quedo aquí y duermo lo que quisiera dormir; pero la responsabilidad como las ganas de estar libre el fin de semana parecen pesar más que fingir que no tengo nada que hacer. Pasa mucho tiempo cuando por fin logro levantarme y tomo mis cosas que me doy cuenta de que han pasado varias semanas desde la última vez que limpie mi habitación, pero no por flojera sino porque no ha habido necesidad de hacerlo.
“Eso es un logro para ti.” Pienso, pero lo cierto es que es verdad.
Me dirijo a mi escritorio y cuando estoy sentada en esa silla tan cómoda que tengo comienzo a sacar cada uno de los cuadernos que llevo dentro, como cada uno de mis estuches de estudio. Como siempre llevo bastantes cosas termino tomando mi bolso por la parte de abajo y lo volteo para poder sacudirlo y hacer que caiga todo sobre mi mesa, entonces caigo en cuenta de que hay una hoja suelta que no es mía.
¿Cómo lo sé? Bueno… por el simple hecho de que yo no dejo hojas sueltas en mi bolso o fuera de mi carpeta.
Genera basura y espacio.
Dejo el bolso a un lado de mi escritorio, pero en suelo y tomo la hoja desdoblándola, no tardo mucho por lo que cuando está completamente desdoblada lo primero que noto son un par de líneas con una caligrafía bastante bonita.
─Veamos que nos dices pequeño polizón ─digo al aire. Comienzo a la leer las líneas y es bastante interesante ─. Has sido tu chico Brown.
Vuelvo a leer y por tonto que sea el mensaje me hace sonreír un poco. Solo un poco me digo a mí misma tratándome de convencer que no significa nada.
“Supongo que los halagos son para personas normales, pero entonces ¿cómo puedo pensar en un halago para alguien tan peculiar como tú? Aunque pienso que en algún momento lo descubriré.
Pero tranquila que no todo se trata de halagos, solo es para saber o asegurar que luego de que comamos te tomes un tiempo para decirme si lo has disfrutado como seguro yo lo he hecho.