¡me gustas! #1

8 El dúo dinámico

 

 

─¿Puedes traerme un café exprés, Romina? ─me pide una señora de la mesa dos cuando me encuentro caminando directo a la barra.

Me giro para verla y sonreírle.

─Anotado, en unos minutos se lo traigo ─contesto con una sonrisa ─. ¿Su acompañante desea algo más?

─No cariño, él esta bien ─contesta por su acompañante ganándose una mala mirada por parte de él.

Rio y me doy la vuelta para caminar hacia la barra y pasar detrás de ella en espera de mis pedidos nuevos.

Es pura cortesía lo que empleo porque paciencia y amabilidad se mesta agotando al ver como la familia de la cuatro no controla a esos monstruos que llama hijos, pero sobre todo el chico hormonado que se encuentra en la barra comiéndole el trasero a Carolina, es claro que necesitamos a otro mesero porque hoy es uno de esos días en que parece que a la gente de esta simple ciudad de Estados Unidos de América le ha parecido correcto dejar de lado la otra cafetería y venir a esta.

No me quejo, pero se necesita a más gente.

─¡Romina despierta! ─me sobresalto al escuchar la voz de Carolina ─, ¿niña te encuentras bien?, te llevo hablando al menos un minuto y tú parecías muy abstraía en tus pensamientos.

Suspiro y camino hasta ella entregándole los papeles donde están los pedidos.

─Lo siento, estaba pensando…

─Se nota que estas pensando mucho. ─me interrumpe, frunzo mi ceño y ella solo me mira con su típica ceja alzada ─¿Qué algo que quieras decirme?

Niego con la cabeza y decido que es mejor decirle lo que pensaba, porque realmente pienso en decirle a Spencer que tiene que contratar a alguien más.

─Como decía antes de que me interrumpieras ─comienzo a hablar y ella rueda sus ojos como suele hacerlo cuando algo le parece innecesario de mencionar ─, es que pienso que Spencer debería de contratar a un nuevo mesero o tal vez dos.

─No es mala idea.

─¡Claro que no lo es! ─respondo y veo que los clientes me miran, tal vez lo dije de manera muy alta ─Lo que importa es tener más apoyo porque mira como hay de gente acá ahora mismo.

─Sí, pero…

─Siempre debe de haber un pero ─me quejo y eso parece divertirla ─, vamos ese expreso no tarda mucho en hacerse.

─Hazlo tú entonces.

─No gracias ─declino sonriendo ─, tengo las manos sucias y hoy yo soy mesera.

─Claro porque te conviene.

─Exacto ─afirmo. Tomo las pequeñas hojas de los pedidos y las engrapo a las primeras hojas de sus órdenes ─, pero volviendo al tema sobre decirle a Spencer que necesitamos más meseros lo digo totalmente en serio.

─Se que lo dices en serio desde que comenzaste a hablar, Romina ─me dice. Me entrega el café expreso y yo lo tomo para después caminar fuera de la barra.

Camino hasta la mesa dos donde se encuentra la pareja de ancianos que lucen bastante entretenidos, cuando esto cerca pongo mi mejor sonrisa y termino por acortar la distancia que existe para entregar el café.

─Lamento interrumpir lo que luce como una excelente plática ─digo cuando estoy justo en frente de ello ─, pero creo que la dama me ha pedido un café expreso.

─Esa dama a la que mencionas no debería tomar tanto café ─refunfuña el señor, yo sonrío mientras dejo el café frente a la señora.

─En ese caso ─volteo a verlo no sin ante guiñarle un ojo a la señora ─, déjela tomarse este último café y dígale que no necesita de un café para ser ella misma, que con despertar cada mañana es suficiente para que el mundo sepa o al menos esta ciudad, que hay una bella sonrisa detrás de tantos años que seguro albergan miles de experiencias y anécdotas que esperan a ser contadas a los más chicos.

El señor me mira asombrado y yo le regalo la sonrisa más tierna que tengo antes de girarme hacia la señora.

»Pero sobre todo, creo que los años son los que le han asentado de maravilla y no las mañanas, tardes o noches en las que usted ha bebido una taza de café.

─¿Así lo crees? ─ me pregunta la señora entusiasmada.

─Claro que lo creo, bella dama.

─Vez, ella cree que soy hermosa con o sin café ─reprende a su acompañante, yo solo me encargo de reír.

─Disfrute de su café ─me despido y camino directo a la mesa tres que me pide otra rebanada de pastel de café.

Asiento y voy por esa rebanada, creo que hoy todos quieren café.

 

Se podría decir que pasa al menos media hora cuando casi todas las mesas de la cafetería me piden la cuenta, entonces yo gustosa voy a darles la cuenta y a cobrarles. Necesito un descanso después de todo.

─Ha sido agradable ver que aún hay muchachas con modales y que respetan a los mayores ─me dice el señor de la mesa dos, yo solo sonrío.

─Es mi deber darles un servicio de excelencia.

Lo siguiente es ver como me pagan, recoger la mesa, limpiarla y tomar las propinas que específicamente me han dicho que las guarde porque son para mí. Esta sin duda es la mejor parte de mi trabajo.




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