¡me gustas Alex! #1 Completa

Capitulo 8.

Segunda semana, cuarto día, jueves.

Levantarse, desayunar y stop, de ahí comenzamos ese día.

Mis padres estaban silenciosos, los ojos de mi madre estaban rojos y mi papá no había comido nada. Yo estaba entremedio de ellos con mi hermano que ni la hora me daba. 

Terminé lo más rápido posible para irme luego a la escuela, y así tan rápido tragué el tutifruti, me fui. Un adiós y ya, tampoco había mucho que decir, es más que me iban a decir, ¿que se iban a separar?, ya lo sabía, y lo que también sabía y tenía mucho miedo, es que en el momento que me lo dijeran, necesitaría a alguiena mi lado, porque ya no podría más, cosa que pronto sabrán qué pasó.

Ese día había comenzado extraño, y claramente en un día extraño no puede faltar ella, la persona más extraña del mundo, afuera del colegio con los brazos cruzados, apoyada en una pierna, y vestida excesivamente linda, estaba Clara con sus ojos clavados en mi horroroso cuerpo y mi cara con acné, caminé a paso lento a ver si solo me miraba, pero no.

-Valeria - me llamó, dí vuelta mi cara justo cuando se puso a mi lado, mi cuerpo lentamente se puso de frente al de ella, puse mis manos en los tirantes de mi mochila.

-Hola Clara - saludé, intenté sonar normal, pero ni para eso servía.

-Hola Valeria, ¿podemos hablar?

Mis alarmas se activaron y recordé el día que le dí una cachetada.

¿Acaso hará lo mismo que ese día? Pensé, Pero ella es linda, no se ofendería porque la haya dejado tirada.

-Claro.

Me tomó de la mano y juntas caminamos o bueno, ella tiraba mi cuerpo mientras se dirigía a no sé donde, porque yo la pava solo podía mirar su mano en la mía, se sentía cálido, era cálido el contacto humano, ahora me doy cuenta que me faltaba tanto amor que cualquier contacto de piel me servía para sentirme bien.

-No eres fea - fue lo primero que dijo cuando paramos, detrás de las gradas, el mueble de gimnasia estaba ahí, tragué saliva viendo su cara.

-¿Qué quieres Clara? - mi voz era apenas un susurro, pero eso sí, no tenía miedo, tenía nervios y mucha vergüenza cuando ella dijo eso.

-Decirte que no eres fea.

Nos miramos por unos largos segundos, había ruido, ruido que venía de los estudiantes que venían llegando.

-Clara - traté de refutar, pero en un pestañeo su boca estaba en la mía.

La empujé, esto para mi no era un chiste, no era un cuento de niños, no era una novela romántica, no era una película de amor, no era una jodida cosa.

-Ya para - exclamé, estaba enojada, enojada conmigo misma por haber dejado entrar a mis días a Clara.

-¿Por qué eres así? - me miró amenazante, fruncí el ceño cerrando mis manos - ¿Acaso te crees inferior a toda esta gente de mierda?,¿Te crees fea?, ¿Te crees gorda?, ¿Crees que por tu acné no puedes ser nadie?, ¿Odias hacer amigos, y crees que todos los chicos se burlan de tí?

Con cada pregunta que soltaba botaba más lágrimas, sollocé en voz baja y me encerré en mi caparazón de caracol, mi vista nublada miraba a una Clara enojada viendome, quizá esperando alguna respuesta, pero no podía, no sabía a qué quería llegar.

-Deja de ser cobarde.

-No puedo - susurré con mi voz rota y solté un jadeo.

-Sí puedes - murmuró, sus ojos se estaban poniendo rojos.

-¿Qué quieres? - empecé a respirar por la boca, mi nariz se encontraba congestionada, y no tenía ganas de parar de llorar.

-Quiero que… - se detuvo, aplanó sus labios, negó con la cabeza, y se fue.

Vi su cuerpo irse hasta que dobló saliendo de las gradas.

Apoyé lo que quedaba de mí en el mueble y lloré en voz alta, no había nadie y las ganas de liberar aunque fuera un poco lo que sentía eran grandes.

-¿Dónde estabas? 

Almendra me dio un beso en la mejilla y se sentó a mi lado, le sonreí.

-Estaba en el baño.

-¿Dolores? - puso cara de dolor.

-Sí - asentí - Nada que un poco de chocolate no pueda arreglar.

Ella me sonrió, se fue con su manada cuando el profesor llegó. Presté atención.

Pero en mi mente había un enredo, era un rompe cabeza de un millón de piezas y no tenía idea cómo armarlo ni por dónde empezar, últimamente no sabía nada.

El día pasó tan normal como lo era antes, sorprendemente Almendra estuvo solo conmigo.

Estaré contigo, luego puedo hablar con ellos, sus palabras, en todo el enredo de sentimientos y problemas en mi vida fue gratificante pensar que al menos a alguien le interesaba, aunque sea un poco, aunque sea una persona.

En el recreo del almuerzo nos sentamos arriba de las gradas y en un acto fuera de lo común, Almendra apoyó su cabeza en mi regazo.

-Tengo sueño, ¿te molesta?

-No - cerró sus ojos poniendo su brazo que colgaba en su cara.

Miré al cielo viendo lo hermoso que se encontraba, pasó un viento que me hizo cerrar los ojos, igualito a las películas, sonreí cuando pensé en eso, mi vida era tan complicada, yo la encontraba tan complicada, tan mala, no me daba cuenta que podía respirar, caminar, hablar, oír, tenía buena salud, pero sí hay algo que siempre defenderé, y es que en ese momento me sentí mal, sentia dolor, y con el paso de mi vida hubieron muchas personas diciéndome que habían otras personas que sufrían más, pero no cariño, si sientes que morirás, si sientes el dolor que sea, es dolor y no es para nada lindo, además es el dolor de tu prójimo, ¿como vamos a juzgar hasta el dolor del otro? ¿Tanto nos cuesta aceptarnos? La respuesta es que depende de cada persona.

Sentada con mi amiga en mis piernas supe algo de mí, entendí algo, y es que podría esperar mil años por alguien en quién confiar, pero si debía pasar por todo yo sola, entonces lo haría, porque me había cansado de esperar un príncipe azul, que mis padres dejaran de pelear, que mi hermano me abrazara, que el dinero no fuera la pelea fija de fin de mes, que tuviera que gastar mi tiempo esperando que alguien me apoyara; y en medio de todo mi descubrimiento sentí una mano en mi mejilla, abrí los ojos viendo a Almendra secando una pequeña lágrima que no logré detener.



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En el texto hay: amor, confucion, amor lgbt

Editado: 01.07.2020

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