04 de enero de 2014.
15:34.
Estoy en una heladería con Miel, me río por las ocurrencias que dice sobre si Marcos la engaña o no. Yo no creo que mi primo la engañe y no, no lo digo porque él es de mi familia, lo digo porque a Marcos se le nota mucho lo enamorado que está con mi amiga. Suspira, llora y ríe por ella.
—Miel, amiga, no te ofendas, pero creo que exageras un poco las cosas, no creo que Marcos te engañe —digo, tratando de no reírme por le vena en su frente que quiere salir—. Él te ama, te lo aseguro, conozco a mi primo a la perfección y no es una persona infiel, su amor es muy puro.
Su semblante va cambiando, sus gestos se van ablandado y sonríe por primera vez desde que llegamos a la heladería.
—¿Vos decís? Lo que pasa es que una tipa le saludó por Facebook, le quiero agarrar de los pelos a la descarada.
—Pero ¿mi primo le contestó con algo indebido?
Niega.
—La deja en leído.
—Bueno, si mi primo no hace nada malo, ¿por qué estás tan celosa?
—Tenés razón, no debería en desconfiar en Marcos, pero entendeme, él es hombre y puede caer en la seducción de otra mujer, y dejarme. ¡Yo no quiero que me deje! —exclama.
—Voy a pedir otro helado, ya vuelvo y seguimos conversando.
Me acerco a la barra y un chico se me acerca. Puedo leer que en su remera tiene su nombre bordado: Lucas.
—Buenas tardes, soy Lucas, ¿en qué puedo ayudarle, señorita?
—Hola, sí, quiero un helado de sabor a pie de limón con chocolate español.
El chico asiente y me sonríe. Yo también le sonrío, me gusta su sonrisa, es muy bonita para ser sincera.
Veo cómo hace su trabajo con mucha rapidez.
—Aquí tiene, señorita. Son 50 pesos. —Estira su brazo para darme el helado.
Lo agarro y le entrego el dinero.
—Muchas gracias, señorita.
Asiento y me dirijo a mi asiento.
Miel no deja de mirarme, conozco esa cara a la perfección.
—¿No te parece muy lindo ese muchacho?
—Miel, ese chico ya debe tener como 18 y yo apenas cumplí los 15 años.
—Para el amor no hay edad, amiga. Yo digo que le hables, no te deja de ver y sonríe cuando te ve.
Es cierto, el chico no deja de verme y no tiene vergüenza de que yo lo haya notado.
Me río en voz baja para que nadie lo note, creo que no hay problema, estoy soltera y él podría ser mi primer novio.
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16:00.
Estoy con Miel, afuera de la heladería, esperando al muchacho. Él nos dijo que tiene su descanso a esta hora y que podrá hablar con nosotras.
—Ya sabes, pedile su número.
Yo asiento, aguantando la risa, estoy muy nerviosa para mi gusto.
Lo veo salir y siento un montón de mariposas en mi estómago, mis piernas tiemblan y mis manos empiezan a sudar. Siento mucho calor.
—Ahí está, buenas suerte con él.
Miel se va y me deja sola con él.
—¿Pasa algo, señorita?
—Sí, quería pedir tu número —digo rápidamente.
Me mira con confusión.
—¿Perdón? ¿Puede hablar lentamente? Es que no la escuché muy bien —dice con el ceño fruncido.
—Que si me podés pasar tu número —Esta vez hablo despacio para que me entienda.
—¿Mi número? Si quiere que le lleven helado hasta su casa, puedo pasarle el número de la heladería —dice mientras saca una lapicera y su libreta para escribir.
¿Este chico es tonto o se hace? No puedo creer que no se dé cuenta que me llama la atención.
—No, no —digo de manera rápida—. Quiero tu número —Resalto el "tu"—, me llamaste la atención y quiero conocerte más.
El muchacho abre más sus ojos en demostración del asombro y abre un poco su boca.
—Me gustaste y quiero ver si puedo tener onda con vos —Sigo diciendo un poco más nerviosa.
—Está bien, no veo el problema —tartamudea y escribe su número en su libreta para luego arrancar el papel, y pasármelo.
—Muchas gracias. —Me despido agarrando su mano para apretarlo y luego irme.
Corro en dirección a Miel, ella está feliz y aplaudiendo con emoción mientras le dedico una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Por fin te le declaraste a un chico, Helena! —exclama con emoción— ¡Esto hay que celebrarlo con unos buenos lomitos!
Sigo sintiendo esos nervios en mi cuerpo, la adrenalina de haber vencido algo que siempre me provocaba miedo; decirle a un chico que me atrae.
—Vamos, conozco un lugar en donde lo hacen muy ricos —digo y luego la abrazo para caminar.
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17:56.
Estoy con Miel, comiendo mi lomito, trato de no reírme por las muecas que hace, está chateando con Mateo.
—Tonto, te dije que vengas —murmura y tira su celular sobre la mesa.
—¿Pasó algo con Teo? —pregunto, tratando de estar tranquila, para ser sincera, sé que Mateo está con Valentina en estos momentos y no estoy celosa, es un gran paso para soltarlo.
—Que es un maldito pollerudo, le dije que venga, que vos y yo estamos celebrando de que por fin te le declaraste a un chico, pero su excusa fue "Lo siento, Miel, pero a Valentina no le gusta los lomitos y hoy está en sus días" —Intenta imitar la voz de su primo.
No me resisto y me largo a reír, llamando la atención de la gente del lugar.
—No lo juzgues, solo trata de ser un buen novio.
—Una cosa es tratar de ser un buen novio y la otra es ser un gran pollerudo.
—Miel, Miel —suspiro su nombre.
—Vos lo defendes porque te gusta, pero si no lo vieras con ojos de enamorada, sería otra cosa.
—Sí, tenés razón, pero ya se me va a pasar. Ahora me gusta Lucas.
Levanta sus cejas en demostración de sorpresa por lo que acabo de decir, no es mentira en sí, no me gusta Lucas, solo me atrae.
—¡Chicas!
Escuchamos un grito y a lo lejos vemos a Mateo que viene corriendo hacia nosotras.
—Por lo menos no vino con Valentina.
—¿Qué haces acá? ¿Y Valentina? —pregunta mi amiga.
—Hemos terminado.
"¡¿Qué?!"
—Sus celos llegaron muy lejos, me dio una cachetada solo porque dije le dije a su hermana que tiene bonitas uñas.