Me gustas, tonto.

Capítulo 11: ¿Te gusta Miel?

08 de enero de 2015.

09:55.

Seguimos en la finca de mi tío, mañana ya nos tenemos que volver para a nuestras casas porque ese es el plazo de mi madre nos dio.

Mi tío casi siempre nos viene a ver cómo estamos, ve que estamos bien, se queda unos 30 minutos y se va.

Me encuentro en el cuarto de Miel, ella sigue un poco devastada por la ruptura, pero siempre tratamos de que no se sienta sola. Estamos pegada a ella como si fuésemos un chicle. Tenemos miedo de que intente a lastimarse porque ayer casi se ahoga en el río por distraída.

–¿Te parece si vamos a montar? –pregunto un poco entusiasmada.

Miel me mira con desgano y se tira boca arriba en su cama al lado mío.

–No sé, como quieras, Helena –dice mientras se tapa con una almohada.

Yo, por instinto, le quito la almohada y la miro un poco molesta, pero trato de darle mi mejor cara.

–Miel, entiendo que te duele lo de Marcos, pero no te podés tirar al abismo porque sí.

–No me entendés, Lena –Se sienta–. Marcos fue mi primer novio, mi primer beso, mi primera vez. ¡Mi primera vez en todo! Vos solo experimentaste ocho meses de relación con Lucas y ni siquiera lo amabas. En cambio yo –dice mientras se da unos pequeños golpecitos en su pecho–, estuve casi tres años de relación con el que supuestamente era el chico que me amaba con toda su vida.

No sé para dónde mirar. Miel tiene razón. Lo mío es diferente, yo pude superar rápidamente a Lucas porque nunca lo amé, en cambio, ella sí. Ella ama a mi primo, está enamorada de ella y no desde hace tres o cuatro meses, sino desde hace casi tres años. No puedo ser tan antipática con ella, pero no sé cómo sacarla de este agujero.

–Miel... –Le llamo– te quiero pedir perdón porque tenés razón en todo.

Su mirada se va ablandando.

–Tenés razón para estar triste y enojada –Me siento también–. Creo que me quise apresurar en querer curar tu corazón, pero no se puede porque el tiempo de querer sanar un corazón roto no es lineal –Agarro su mano y le doy un apretón–. Un día podés estar bien y el otro no, un mes podés estar bien y al otro no, te vas a caer y luego a levantar, van a haber días en donde esto no duela, o no duela tanto o duela como si te estuvieses quemando viva por dentro y sí, esto sí lo viví con Lucas porque yo lo idealicé tanto.

Miel está callada con lágrimas en sus ojos y sus cachetes mojados, no sé en qué momento se puso a llorar, pero la voy a dejar.

–Llora todo lo que puedas hasta que sientas que ya no das más, yo voy a estar a tu lado siempre. Mi deber como amiga es solamente acompañarte y no presionarte para que sane rápido, en serio te pido perdón.

Ella sin pensarlo dos veces, se tira encima mío para darme un abrazo. Su cara se esconde en mi cuello para seguir llorando y lo único que hago es acariciar su cabello en forma de consuelo y apoyo.

13:15.

Estamos los cuatro en el comedor comiendo, Miel y yo comemos fideos con salsa y Valentina y Mateo tienen un plato diferente. Mateo tiene pollo al espiedo y Valentina está comiendo asado. Esas comidas las trajo mi tío.

Mientras estamos comiendo, nos pusimos a ver novelas Mexicanas y en estos momentos está al aire que se llama Dos mujeres y un camino, lo poco que sé por mi madre es que esta novela ya es muy vieja.

–Johnny es un estúpido por engañar a una mujer tan hermosa como Ana María –comenta Valentina.

–Tenés razón. –Apoya Miel.

–Yo medio le entiendo, Tania tiene lo suyo y yo también me hubiese enamorado de ella –dice Mateo.

Valentina y Miel miran a Mateo con una mirada asesina; él, por su parte, solo sonríe con timidez y levanta sus manos como si se rindiera.

–Bueno, chicas, no se enojen. Solo fue un comentario sin más. –Vuelve a reírse y sonríe.

Yo me río de la situación mientas sigo comiendo mis fideos con salsa.

–O sea, ¿te parece bien que Johnny le ponga los cuernos a Ana María? –pregunta Valentina.

Mateo trata de hablar, pero es interrumpido por Miel.

–Teo, serás mi primo y te amo mucho, pero si volvés a decir algo así –Levanta su tenedor con salsa en dirección al rostro de Mateo–, juro que te voy a clavar este tenedor en tu ojo.

Él me mira en busca de mi ayuda y yo solo levanto mis hombros en señal de que no me importa, luego le regalo una sonrisa. Mateo me mira con una mala cara y empieza a negar.

–Nunca me sentí tan traicionado como ahora –Pone su mano derecha en su pecho–. Hoy de verdad conocí la verdadera traición –Se tira para atrás en el soporte de la silla y pone su mano en su frente, dramatizando– ¡y supuestamente de mi mi mejor amiga! ¡Tú! ¡¡Helena Sofía Vanetto Montiel!

Me río para luego dirigir mi mirada a mis amigas.

–Chicas, no se enojen tanto con Teo –digo.

Mateo me regala una sonrisa y se acerca hacia a mí para darme un abrazo.

–O sea, ¿qué pueden esperar de él si es hombre? Los hombres siempre arruinan todo.

Rompe el abrazo para mirarme mal y negar con sus cabeza.

–Sigues sin ayudarme, mejor amiga –dice.

Valentina y Miel se ríen por la escena que está haciendo Mateo.

Él se levanta de su asiento con su plato en mano para dirigirse a la cocina y dejarnos solas.

17:00.

Estamos en el patio como ayer, solo que con la única diferencia que no estamos quemando nada. Solo estamos jugando.

Por suerte, Valentina tiene una pelota de volleyball y con eso hacemos que la tarde no sea tan aburrida.

–Soy pésimo jugando estos juegos de chicas –dice Mateo.

–¿Sabes que los hombres también lo juegan? –habla Valentina– Y no es solo un juego de chicas, que vos seas un inútil en esto, no significa que todos los juegos siempre vayan a un sexo exacto. Como siempre, sos un estúpido.

Y sí... Valentina y Mateo están enojados, y están peleando desde no hace mucho y todo porque mi amigo le acaba de romper un perfume muy caro a mi amiga.

–¡Ya te pedí perdón! ¡Que te voy a comprar un perfume nuevo! –grita Mateo.



#5118 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, amistad

Editado: 20.02.2025

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