20 de marzo de 2015.
10:15.
Tengo una buena explicación de por qué estoy en la dirección con el labio partido y al lado mío con mi compañero con su nariz sangrando. Él es un pajero de mierda, habla cochinadas de mi madre cuando ella está embarazada de mi hermanito y sí; ya se sabe el sexo del bebé, es un varón.
—¡Me rompiste la nariz, estúpida! —exclama Mauricio.
—¡Te lo mereces, pajero pito chico!
La directora y mi compañero se sorprenden de mi vocabulario, ya que a mí se me conoce como una chica súper tranquila, pero esta vez; no lo estoy y no lo quiero estar.
"El embarazo a tu madre le sienta bien, por sus hermosas tetas grandes"
Recuerdo las palabras de Mauricio después de haber regresado del baño, la rabia en ese momento estaba al tope... Quería golpear a alguien y no me importaba quién sea; y para mala suerte de Mauricio, le había tocado un golpe mío.
En estos momentos de mi vida estoy teniendo muchos problemas y estoy muy estresada por mi abuela que la parte izquierda de su cuerpo no tiene movilidad, y tiene que ir a terapia, lo que significa plata. Por suerte, gracias a la obra social que tiene mi abuelo, mi viejita puede disfrutar de esas terapias gratis, pero eso no es lo que me tiene mal... Lo que me tiene mal es que a mi abuelo le encontraron un cáncer en su próstata y está en fase terminal, o sea, no hay salvación para él desde hace un mes... Y yo no puedo aceptar eso, no puedo aceptar que de mis cuatro abuelos me falte uno, eso me está matando.
Escucho que unos pasos se acercan a la dirección y supongo que es uno de nuestros padres.
Tocan la puerta de la dirección y la directora grita "Pase". La persona que está detrás de la puerta hace caso, dejando ver quién es.
Es mi padre.
—Qué bueno que está aquí, señor Vanetto —dice la directora, dándole la señal de que se puede sentar—. Mauricio, por favor, espera afuera que en cualquier momento va a llegar uno de tus padres.
Mauricio hace caso y se levanta de su asiento para salir de la dirección, mi padre se sienta al lado mío, mientras me mira. Yo lo miro también y noto que no está enojado conmigo.
—Señor Vanetto, quiero decirle que es inaceptable este comportamiento de parte de su hija.
—Pero ¿qué hizo mi hija?
—Esperemos que no, pero parece que le rompió la nariz a su compañero.
Mi padre me mira, frunciendo el ceño y no lo juzgo, nunca tuvo una queja de la directora o de un maestro de mí, siempre supe comportarme bien todos los días, pero hoy no fue uno de esos días.
—Helena, hija, ¿me podés dar una explicación?
—Mauricio dijo una cochinada de mi madre, papá —digo, mientras miro a la directora, quién unos minutos antes le vengo diciendo la situación entre Mauricio y yo, pero no hace nada—. Dijo que a mi madre le sienta bien el embarazo por sus pechos grandes.
Mi padre mira a la directora y empieza a hablar.
—Mi hija lo hizo por defender a su madre, a ningún hijo o hija le gustaría que hablen así de su madre —Se levanta de su asiento y me toma la mano para levantarme—. ¿Por cuántos días no va a asistir mi hija al colegio?
—Solo tres días, señor Vanetto, pero como ya le dije, no importa las circunstancias, no se acepta este tipo de comportamiento.
—Lo entiendo, no justifico a mi hija, debió decirle a un profesor o a usted, pero como yo también ya le dije, a ningún chico o chica le gustaría que hablen así de su madre... Solo defendió a su madre —Se acerca a la puerta para abrirla—. Espero que sean así de estrictos con ese niño y con sus padres.
Salimos de la dirección y veo que Mauricio está con sus dos padres, él está con la cabeza agachada y sus padres con un semblante serio.
Mi padre levanta más la mirada, en muestra de que no tiene miedo y yo también lo hago.
Estamos dirigiéndonos a la salida del colegio, pero en eso me encuentro con Miel y Mateo. Miel da un pequeño grito y Mateo abre la boca al verme, corren hacia mí para darme un abrazo al cual yo correspondo con gusto y luego de unos segundos, ellos se separan de mí.
—Estábamos lejos de la pelea, no podíamos pasar a detenerte porque habían muchos chicos alentando —habla Miel.
—¡Dios, Helena! —exclama Mateo y me agarra del mentón con suavidad para ver mucho mejor mi labio partido— Ese hijo de puta se pasó, no se le pega a una mujer.
—Debieron ver qué le hizo mi hija a ese chico —dice mi padre, mientras me da un abrazo.
Mis amigos miran sorprendidos a otro lado, giro mi cabeza y veo a Mauricio con un algodón en su fosa nasal derecha.
—Helena, te pasaste, amiga —susurra Miel.
—Se lo merece —digo—. Bueno, los veo hoy en mi casa.
Mi papá y yo nos despedimos de los chicos y salimos del colegio antes de que Mauricio y sus padres salgan de él.
10:55.
Papá y yo estamos en un parque con nuestros helados en mano. Él de granizado y vainilla, y yo de limón y frutilla.
—Debiste darle una patada en las bolas, hija —dice y vuelve a probar su helado.
—Lo tendré en cuenta la próxima vez, pá.
—Que no haya una próxima vez, Helena.
Me río y solo asiento a su petición u orden.
11:45.
Bajamos del colectivo que nos deja a una cuadra de nuestra casa. Papá me abraza mientras caminamos y yo hago lo mismo.
Entramos a la casa con muchos nervios, no sabemos cómo decirle a mamá que no iré al colegio por tres días porque tuve una pelea con un compañero de clase... Bueno, prefiero decirle yo, antes de que se entere por otro lado o que su "pajarito" de confianza se lo diga. No se lo voy a permitir.
Entro en la habitación de mis padres y ahí se encuentra mi madre, tirada en su cama, viendo la televisión y en su cara se nota lo aburrida que está.
—Mami.
—Dame un buen motivo del por qué le rompiste la nariz a ese niño, Helena Sofía Vanetto Montiel.
Suspiro, cansada por lo de hoy.