18 de abril de 2015.
13:00.
La preocupación es un sentimiento o una emoción natural del ser humano, todos hemos experimentado eso, unos más que otros. La primera vez que me preocupé por algo en mi vida fue cuando tenía como entre seis o siete años.
Esa vez, subí a un árbol con mi primo, Marcos, él siempre fue un niño salvaje que le gustaba experimentar la adrenalina, yo quería aprender a subirme a un árbol y él me estaba enseñando, pero parece que el maestro falló en el cálculo, o sea, mi primo pisó mal y se cayó.
Bueno, ahora mismo estoy viviendo ese sentimiento con mi madre. Mi hermano va a nacer con seis meses y los dos corren el riesgo de morir, pero el que corre más peligro de morir es mi hermano... No lo puedo soportar, no quiero perderlos. Quiero tenerlos a los dos conmigo, quiero ver crecer a mi hermano, quiero ser una buena hermana mayor para él.
16:15.
Mamá ya está dando a luz, obviamente, su parto es difícil porque es un parto prematuro y porque ella ya es una mujer de treinta y ocho años, ¡obviamente, esto es complicado!
Estoy sentada en uno de los asientos del hospital, al lado mío está Mateo que sostiene mi mano en señal de apoyo y papá está caminando de un lado al otro, siento que en cualquier momento va a hacer un agujero en el piso.
Han pasado horas, HORAS, desde que mi mamá entró a sala de partos y no tenemos noticias.
—Todo va a estar bien, Lena. Tu mamá y tu hermanito van a estar bien —dice para luego darme un beso en el dorso de mi mano.
Sonrío con la boca cerrada y asiento. La verdad es que le quiero creer, no quiero ser tan negativa con la situación.
18:47.
Mi papá está hablando con una enfermera, veo que da un salto de alegría y dice "Vamos", me levanto de mi asiento para acercarme a él y abrazarlo por la espalda.
—¿Qué te dijo, papá?
—Ellos están bien, tu mamá está bien, solo tiene que estar internada como una semana y el bebé va a estar en una incubadora hasta que tenga los pulmones bien desarrollados, pero están bien, mi vida. —Me da un beso en mi frente.
Le sonrío porque por lo menos ahora tenemos buenas noticias y no malas.
19 de abril de 2015.
09:35.
Mamá por fin está despierta, durmió por muchas horas y no la juzgo, dar a luz a un bebé debe de ser difícil.
En una silla de ruedas la estamos llevando para que conozca al nuevo integrante de la familia; a mi hermanito.
—Pobrecito —dice mi madre.
—Sufrieron mucho, mi amor, pero por lo menos, están bien. Valió la pena tanto sufrimiento. —Le da un beso en la coronilla.
Hasta el día de hoy, me pregunto cómo hacen mis padres para seguir tan enamorados como lo están ahora, ¿cómo hacen para no cansarse?
—Y, ¿cómo se va a llamar la criatura? —pregunta Mateo.
Sí, Mateo sigue a mi lado, no se separa en ningún momento y eso me gusta, me enamora más de él.
—Quiero que se llame como mi papá -dice mi madre.
—Como lo desees, mi vida. Nuestro hijo estuvo seis meses dentro de vos y tenés todo el derecho de nombrarlo.
—Bueno, también irá el nombre que querías. —Le agarra la mano a mi padre para luego levantar la mirada.
Papá solo sonríe, asiente y le vuelve a dar un beso en la coronilla a mi madre.
—Enzo Gabriel Vanetto Montiel.
"Enzo Gabriel Vanetto Montiel" me gusta.
—Mamá, para ser sincera, yo pensaba que ibas a tener más de un bebé.
Ella se ríe al igual que yo, abre sus brazos en señal de que le dé un abrazo y eso hago.
—No te preocupes, yo también lo estaba pensando, pero siempre lo negaba por miedo de que sea verdad.
14:00.
Mateo y yo volvimos a mi casa a ver cómo está la abuela, aunque no nos preocupamos porque mi tía, o sea, la hermana mayor de mamá la está cuidando.
Papá sigue en el hospital, cuidando de mamá; solo la va a cuidar hasta cierto horario y va a volver a la casa para tomar una ducha y dormir, para que al siguiente día vuelva al hospital a cuidar de mamá.
Entramos a la casa con sorpresa de encontrarnos a mi prima Antonela, la verdad no puedo creer que ella esté acá porque desde que entramos a la secundaria, ella se ha alejado de mí. Siempre habíamos sido cercana, pero de un momento a otro se alejó de mí.
—¿Antonela? ¿Qué haces aquí? —pregunto de una manera suave, tratando de no sonar mal.
—Hola —Me sonríe—, bueno, mamá está cuidando de la abuela y yo quise acompañarla.
Asiento y entro a mi cuarto con Mateo quién se tira a mi cama.
—Tengo noticias, no sé si van a ser buenas o malas para vos —dice.
—Por favor, quiero que sean buenas —digo y agarro la botella que está en la mesita de luz.
—Entonces, no van a ser buenas noticias para vos. -Sonríe.
—Teo, por favor, ¿qué tan malo puede ser? —Tomo agua de la botella.
—Mi mamá me pidió perdón y también me pidió volver con ella a la casa, dice que me extraña mucho.
Me ahogo con el agua, trato de respirar con normalidad, pero no puedo. Toso y toso sin parar, Mateo empieza a dar golpecitos en mi espalda y deja de hacerlo cuando ve que empiezo a controlarme.
—¡¿Que tu mamá qué, Mateo Benjamín Vázquez Olivares?! —grito.
—Le-... —Lo interrumpo.
—¡No! —Vuelvo a gritar— ¡¿Cómo podés perdonar a esa señora que te corrió de su casa como si fueras un perro cuando sos su hijo?!
—Lena —pronuncia tranquilamente.
Eso es lo que odio de Mateo, que puede tomar las cosas con tranquilidad cuando puede ser que el mundo se está acabando, también odio que sea tan bueno y que pueda perdonar a las personas que le hacen daño.
—Lena, es mi mamá... —dice y me agarra las manos— Yo te dije en la finca de tu tío que si ella se arrepentía, yo le perdonaría porque es mi madre y la amo.
—¿Cuándo te vas?
—Mañana, le dije que me diera tiempo para ordenar mis cosas, así al día siguiente vuelvo con a la casa. —Acaricia mi cabello.
—Bueno, si es así... No queda de otra que ayudarte a ordenar todo, aunque ya me estaba acostumbrando a tu presencia en mi casa.