05 de septiembre de 2015.
16:00
Mateo y yo salimos de la clase de zumba para dirigirnos a mi casa, así tomamos una ducha y nos cambiamos de ropa.
Hoy es el día dónde conoceré a Diego, estoy muy nerviosa porque es la primera vez que conoceré a un amigo del Internet. Nunca hice esto, nunca se me pasó por la cabeza hacerlo. Tengo nervios, pero no miedo porque tengo a Mateo a mi lado, acompañándome al lugar en dónde estaría el desconocido Diego; en una cafetería.
—Bueno, vos andá con él, yo voy a estar sentado por allá, vigilando que no haga algo raro.
Me río por las ocurrencias de Mateo y asiento.
—Mateo, creo que no me va a hacer nada.
—¿Quién sabes? Y, ¿si es un asesino?, ¿un violador? o ¿un ratero? —cuestiona con un poco de desesperación— ¡O peor aún... Un ratero, violador y asesino!
—¡Cálmate! —alzo un poco la voz, mientras le agarro con fuerza los hombros— Prometo que si veo algo raro, me iré con vos.
—Mira, creo que es él. —Señala a un lado.
Giro mi cabeza para ver y efectivamente, es Diego que me está saludando, levantando su mano derecha.
—Bueno, me voy a acercar. Deséame suerte.
Él solo asiente y me da un beso en la frente para luego irse a sentar en algún lado.
Me acerco a Diego, siento que mi corazón va a explotar con cada paso que doy, él solo muestra una sonrisa al igual que yo.
Se levanta de su asiento y se acerca a mí para poner su mano sobre mi hombro, acercar su cara a la mía y darme un beso en el cachete.
—Hola, Helena, ¿cómo estás? Siéntate —dice, señalando la silla que está enfrente de él.
—Bueno, estoy bien —Sonrío—. Por lo menos ya nos conocemos.
Nos reímos al mismo tiempo. Pedimos las cosas que queremos tomar y empezamos a hablar de nosotros.
17:40.
—Helena, es verdad lo que te dije en ese mensaje... Me gustas mucho.
Lo miro con cierta ternura. Lo entiendo, entiendo lo que habla, pero tengo al chico que quiero en mi vida a unas cinco mesas lejos de mí y él es el único que está en mi corazón... Y creo que eso nunca va a cambiar.
—Diego, como yo también ya te dije... Solo te veo como un amigo, no me gustas y la verdad, yo ya tengo a alguien en mi mente y en mi corazón.
—Lo entiendo, no te preocupes, solo espero que podamos seguir siendo amigos como hasta ahora.
—De eso no te preocupes, me agradas y también quiero ser tu amiga, Diego.
19:10.
Estoy llegando a mi casa con cierta persona, o sea, con Mateo que solamente se la pasaba criticando a Diego.
—Yo digo que no debería ser tu amigo, no me cae bien.
—Teo, deja de ser un celoso. Prometo que siempre serás mi mejor amigo —digo, mientras meto la llave del portón y lo abro-. Diego solo es un amigo más.
Entramos y cierro el portón, para luego ir a abrir la puerta de la casa y por fin entrar en ella. Cierro la puerta y empiezo a gritar el nombre de mi mamá, pero no me contesta, solo veo a mi padre salir de su habitación con Enzo en brazos y en su cara puedo notar que está mal... Me preocupa.
—Papá —susurro—, ¿qué pasó?
Se queda callado, no me dice nada... No puedo entender, de la nada Enzo empieza a llorar y con él, mi papá.
—Papá, ¿qué pasa? —Esta vez levanto un poco más la voz porque la desesperación me está ganando.
—Tu abuela está internada, me llamó tu mamá para decirme que no pasa de este día.
—No... —susurro— ¿Está en terapia intensiva?
19:58.
Y acá estoy... Llorándole a mi abuela fallecida, no me pude despedir de ella porque a las 19:25, su corazón no dio más y murió.
—¿Por qué no me lo dijeron? —pregunto.
No puedo respirar, estoy sintiendo que tengo un nudo en la garganta, no puedo ver muy bien, estoy sintiendo fiebre otra vez y...
20:20.
Me despierto y veo que estoy en una camilla, al lado mío está Mateo que no para de llorar.
—¿Qué pasó, Teo?
Él levanta la mirada y se levanta de su asiento para acercarse a mí, y abrazarme, aún no deja de llorar y me está mojando el hombro derecho.
—Dios, nos diste un buen susto con ese desmayo.
—¿Mi abuela? —Quiero llorar, pero me contengo— ¿Ya se la llevaron a la funeraria? —pregunto.
Él niega.
—No, todavía no —Se separa de mí—. Lena, tu tía... Creo que es la menor de todas, también está internada.
—¿La tía Brenda? ¿Qué le pasó?
—Por la noticia casi tuvo un aborto espontáneo, ella no sabía que está embarazada.
—¿Embarazada?
Él asiente mientras está serio.
22:45.
Estamos en la funeraria, como la vez pasada, todos están llorando, menos yo y con esto no quiero decir que el fallecimiento de mi abuela no me duele, claro que me duele y mucho, pero todas las lágrimas se acabaron en la clínica. No puedo más, eso sí. Siento que mi cuerpo no puede más y que en cualquier momento voy a terminar en el piso.
—¿Querés un poco de café? —pregunta Miel.
Asiento y agarro el vaso con café, me lo bebo con tranquilidad, mientras siento su mirada en mí.
—Vale ya va a venir, dijo que lo siente mucho por lo de tu abuelita.
Asiento, no le digo nada. No tengo fuerza ni valor para decir algo, lo único que quiero es ir al cementerio y luego a mi casa a descansar lo que me quede del día.
Estoy esperando a que llegue Valentina y por suerte la veo entrar por la puerta de la funeraria, se mira preocupada, supongo que es por mí.
—Lena —dice y luego me da un abrazo—, siento mucho por lo de tu abuelita y perdón por la tardanza.
—Muchas gracias, Vale. —Decido por fin hablar— Y no te preocupes por eso, lo entiendo.
—Mateo me contó lo de tu tía.
—No quiero hablar sobre eso, no tengo cabeza para pensar sobre eso.
—¿Y tu padre?
—Fue a dejar a Enzo con sus padres, piensa que no es bonito que un bebé esté en un velorio y yo pienso lo mismo.
06 de septiembre de 2015.
17:39.
Ver el ataúd de una de las dos mujeres que me crió, me dio amor y tuvo paciencia para ser metido en un nicho es duro para mí. Puedo estar parada, sin llorar y sin ninguna expresión, pero por dentro siento que muero. Siento un fuego inmenso en mi pecho y en mi garganta, es algo inexplicable el dolor que estoy sintiendo.