Me gustas, tonto.

Capítulo 29: Decisiones impulsivas y hospital.

24 de mayo de 2016.

06:30.

Desde ayer que no puedo dormir. No puedo dejar de pensar en Mateo, en que nuestra relación…

En eso abren la puerta de mi cuarto, giro mi cabeza y veo que es mi madre con mi hermanito.

—Sí no querés ir al colegio hoy, no vayas, hija.

Asiento y me vuelvo a tirar otra vez sobre mi cama, mi mamá se sienta al lado mío y deja a mi hermano recostado también a mi lado.

—Recuerdo que la primera vez que terminé con tu padre, me sentí muy mal y mi madre estuvo al lado mío hasta que dejara de llorar —dice con mucha nostalgia—. Ahora, es mi turno en acompañar a mi hija en su dolor.

—Es que, má… —Sollozo— No pido que me ponga encima de su madre, nunca le pediría eso… —Trato de calmarme pero los hipos no me dejan hacerlo— Pero no fue capaz de defenderme esta vez, la señora se la pasaba humillándome y yo…

—Tranquila, mi cielo. Lo entiendo.

—Quiero irme a Inglaterra como vos querías.

Veo que la cara de mi madre se quiere deformar por la petición que pido, pero es lo único que sé me ocurre. En toda mi adolescencia amé a Mateo sin importar qué, la primera vez que me enteré que tenía novia, estuve muy mal, demasiado mal. Y ahora, que ya no somos novios, que nuestra relación solo duró cuatro meses, no pienso volver a enfermarme por amor.

—Helena, ¿estás segura? No tomes decisiones impulsivas que luego te podés arrepentir.

—No sé si me vaya a arrepentir, tal vez, lo haga… Pero estoy cansada que toda mi vida haya dado vuelta solo por Mateo. Que todo se trate sobre él.

—¿Estás segura que querés dar ese paso?

Asiento.

—Está bien, le diré a tu padre que nos vamos, pero nos tomará un tiempo.

30 de mayo de 2016.

09:05.

Estoy en mi cuarto, sentada en la orilla de mi cama con el celular a mano, mirando la ventana, con la ilusión de que Mateo me mande un mensaje para arreglar nuestra relación.

—¿Tan rápido te has recuperado? ¿Acaso nunca me amaste? ¿No te importó nuestra relación? —Me cuestiono.

Preguntas sin respuestas.

Levanto mi celular para ver los mensajes de Miel que son varios. Entro a su chat y empiezo a leer.

Miel 🍯

Mateo me contó lo que pasó entre ustedes.

Lamento mucho que hayan terminado.

No te voy a mentir, quiero que vuelvan.

Mateo está re mal, amiga. Está sufriendo y no sé cómo calmarlo.

Estos mensajes son de ayer…

Mis manos tiemblan y mis lágrimas empiezan a caer, trato de controlar mi respiración apretando con fuerza mi celular, luego aprieto mi pantalla en el número de Miel para llamarla.

—Hola, Miel.

Escucho que solloza y me pongo más nerviosa.

—¿Pasa algo, amiga?

—Es Mateo.

—¿Qué le pasa a Mateo? pregunto ya nerviosa y harta.

—Está en el hospital. Le agarró como una crisis o algo que mi tía tuvo que llevarlo para que lo internen. Dice que le faltaba mucho el aire —Suspira con pesadez Helena, ¿por qué terminaron? No nos dijo nada cuando volvió a casa ya estaba entrando en crisis.

Muerdo mi labio inferior, estoy sintiendo el miedo, está invadiendo todo mi cuerpo.

—Terminé con él, Miel.

—¿Por qué?

—Porque he aguantado mucho por él, las humillaciones y los maltratos de su madre, que nunca me defienda… Toda mi vida se ha tratado sobre él, nunca sobre mí.

—Está vez quiero pensar solo en mí, sin novios, sin Mateo, ni en suegras que me maltraten ni siquiera en exes de mi novio… Esta vez su madre se pasó con llevar a Debora al cumpleaños de Mateo.

—Te entiendo, pero… No debiste tomar esa decisión tan impulsiva —dice—. No podés dejarte ganar por mi tía. Eso es provocarle daño a Mateo y especialmente a vos, que toda tu adolescencia estuviste enamorada de él.

Me quedo callada y miro a través de mi ventana cómo mi vecino saca a pasear a su perro.

—Amiga, ya tomé esa decisión y no pienso echarme hacia atrás. No volveré con Mateo.

—Por lo menos vení a verlo, ha estado preguntando por vos varias veces.

—Está bien… Iré.

16:30.

Miel dice que la hora de visita es a las cinco de la tarde. También tengo entendido que Mateo va a estar internado hasta mañana.

Me cepillo el pelo con gentileza y cuando ya estoy lista, agarro mis cosas, y salgo de mi casa para tomar el próximo colectivo que me lleva hacia el hospital.

Me bajo en la parada del colectivo y veo la gran estructura del hospital, respiro hondo y exhalo, caminando hacia la entrada.

En eso veo a Miel, que levanta la mano, yo también hago lo mismo y me acerco a ella para luego darle un abrazo y un beso en su cachete derecho.

—Ya son las cinco y media, mi tía en cualquier momento va a salir del cuarto para comprar unas galletas para Mateo y en eso, entras vos.

—Miel, no sé si es una buena idea… Ya terminé con él y me da vergüenza mirarlo a la cara.

—Por favor —Suplica—, ha estado preguntando por vos y lo peor que en tan solo siete días después de su ruptura parece que está re triste, no quiere levantarse de la cama, tampoco comer ni siquiera se ha bañado.

Suspiro y asiento.

—Está bien.

—Bueno, ya vengo. Voy a comprar algo porque tengo hambre.

Mi amiga se va y yo me quedo parada por un momento, pensando si entrar al cuarto de Mateo a verlo.

Estoy a punto de abrir la puerta y pasar, pero me detengo cuando la puerta es abierta. Es la madre de Mateo.

—Señora —titubeo.

—¿Qué haces acá? ¿No te bastó hacerle daño a mi niño? Es mejor que te vayas, Helena.

—Miel me dijo qu-...

—Ya hablaré con Miel, pero te quiero lejos de mi hijo. Él está así por tu culpa.



#11799 en Novela romántica
#6777 en Otros

En el texto hay: romance, amor, amistad

Editado: 03.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.