Hoy, en un día tan lindo y especial, digo gracias.
Un año más de vida
y, al mismo tiempo, un año menos.
Pero ¿qué decir de eso?
Es normal pensarlo así.
Cumplimos y descumplimos años
todos los días;
por eso se festeja
a la manera de cada quien.
Muchos son felices con
fiestas enormes.
Muchos son felices viajando.
Muchos son felices solos en sus cuartos.
Muchos son felices con algo más íntimo.
¿Y a quién le importa eso?
Aun así, muchos se preguntan:
si hago fiesta o si me voy de viaje,
¿qué dirán los demás?,
¿mi familia?,
¿mis amigos?,
¿mis vecinos?,
¿los conocidos?
Te diré algo:
cumplir años es una bendición de Dios.
Y la única persona a la que debería importarle cómo se siente ese día es a uno mismo.
Si estás más guapo,
más delgado o más gordo,
más ojeroso o más alineado,
todo tiene un porqué.
Llegar al día de tu cumpleaños
puede ser un respiro
o puede ser un día normal,
y ambas cosas están bien.
Festejar o no festejar
no te hace más
ni menos persona.
Solo recuérdate esto:
eres una bendición para ti.
Eres la fuerza que intentas proyectar.
Eres todo lo bello que mereces ser,
sin importar el aspecto, sin importar los lujos.
Eres una bendición.
La vida es un regalo que
muchos tenemos
y no todos aprecian.
Viven entre estereotipos,
viven de forma mecánica,
pero cada quien vive como quiere.
Y por eso,
nadie debería cargar con decisiones que no le pertenecen.
Vive tu regalo.
Vive el regalo de tu cumpleaños,
pleno a tu manera,
feliz a tu manera.
Porque tu manera
es tu punto de vista.
Si quieres fiesta, está bien.
Si quieres lujos, está bien.
Y si no quieres nada, también está bien.
Es tu decisión
vivir tu cumpleaños amándote
y siendo fiel a tu felicidad
en todo momento.
Porque tu día especial es tuyo.
Nadie va a definirlo a su medida.
Solo tú puedes vivir ese gran día
con la alegría que más pleno te haga.
Hoy te digo:
Feliz cumpleaños.