Si en algún momento de mi vida llegó la paz, el amor y la abundancia que tanto necesitaba, es hoy.
Me siento plena.
Me miro y me amo.
Aunque no estoy donde quiero estar,
voy por el camino que tanto me ha costado formar.
Mi vida,
mi felicidad
y mis decisiones
son solo mías.
Estoy plena y, aun así,
tratando de sobrevivir a mi día a día:
sobrevivir a mí misma,
a cada defecto,
a cada inseguridad
y a cada miedo que he cargado desde niña.
Hoy soy plena a mi manera.
Sin estereotipos.
Sin miedo a la sociedad
ni al qué dirán.
Vivo mi mejor momento como yo sé hacerlo:
aprendiendo de mí misma,
de todo lo que he sido
y de todo lo que soy,
esperando un futuro estable en todos los aspectos de la vida.
Plena.
Segura.
Amada por la única persona que realmente vale la pena:
YO.
Aceptando no ser el todo de alguien.
Aceptando no ser la elección de nadie.
Aceptando mi desgarre más profundo.
Porque la única que siempre está,
la que siempre estará
y la que siempre vivirá conmigo,
soy yo.
Con todo lo que soy. Con todo lo que merezco aceptar en mi vida.
Eligiéndome una y mil veces
para ser amada a mi manera.
Por eso, y por muchas cosas más,
no permitiré que nadie entre
a destruir lo que tanto me ha costado construir.
Si alguien se queda,
es por voluntad propia.
Si alguien se va,
le deseo lo mejor de la vida.
Siempre priorizándome.
Siempre poniendo mi amor primero.
Aunque a veces recaiga.
Aunque a veces no me vea como debería verme.
Acepto esto de mí.
Si me veo bien, disfruto el momento.
Si me veo mal, me abrazo.
Porque también ahí hay amor.
Los bajones existen
para volvernos más fuertes.
Estar mal
también es estar bien.
Aprendemos de nuestros errores más profundos,
de nuestros defectos
y de nuestras tristezas,
abrazándolos para sanar,
abrazándolos para que las grietas se iluminen.
Siempre estaremos rotas,
pero no siempre seremos derrumbadas.
Estar rota
es aceptar que somos muchas cosas a la vez,
y que vivir con grietas, rupturas y decepciones no nos impide ser felices.
La felicidad también es una decisión.
Vive a tu manera:
rota,
derrumbada,
triste
o destruida.
Pero no te pierdas.
Abraza cada etapa
hasta salir del hoyo con más fuerza,
recordándote que incluso en los peores momentos
la luz que habita en ti
sabe cómo iluminar el camino.
Para amarte.
Para respetarte.
Para recordarte, cada día,
que la única persona capaz de hacerte feliz
eres tú misma.