Me niego a perderte

Capítulo 3 | Positiva...mente

Estoy en un baño público, de una farmacia de mala muerte, luego de haber orinado en un palito. Mientras espero los resultados solo repaso una y otra vez el plan de escape.

Huele horrible aquí, pero no puedo permitirme algo más y arriesgarme a que me reconozcan. “Hija del senador compra prueba de embarazo”, sería la comidilla de la secundaria, de los tabloides de chismes y del enojo de mi padre, a quién al parecer aún no le notifiican mi huída, porque no he escuchado nada de él.

—Preciosa, ¡¿Cuanto te falta?! —escucho que me grita una chica. Me sorprende y yo solo puedo acariciar mi vientre con la mano temblorosa.

—Hay más cubículos —respondo con poco interés. ¿Quién demonios se cree para sacarme?

—Sí, pero ese es el único que tiene agua en la bombita y no en el techo —miro el techo, de los cubículos a ambos costados, y pues sí. Hay goteras. Una pequeña carcajada me toma por sorpresa —¿Será que necesitas ayuda ahí adentro?

¿Ayudita divina? Sí, no me caería mal.

—Casi salgo —digo, para terminar la conversación, pero me tiembla la voz. La alarma de mi celular ha sonado, la apago, y significa que ya ha pasado el tiempo que la cajita poco legible y desgastada decía. Joder. Se me revuelve todo el cuerpo, jamás había sido tan consciente de mi propia respiración y del pulsar de mi corazón.

Suelto todo el aire en mis pulmones y volteo la prueba de embarazo viendo como mi mano tiembla. Las lágrimas retoman su camino y comienzan a caer por los nervios.

Negativo.

—Todo tuyo —digo cuando salgo del cubículo.

Usualmente me aliviaría ese negativo. Pero, realmente solo me deja en el mismo lugar en el que estaba hace unas horas y nada sucede a mi alrededor. Es como si estuviera en trance emocional.

Todo este miedo para salir negativo. Joder. No sé por qué estoy enojada. Sería mejor, es mejor no estar embarazada.

La chica inmediatamente entra, veo por la forma en que se abalanza que se estaba orinando. Me lavo la cara en el lavadero, pero al levantarme me doy cuenta de que nunca cerró el cubículo, sigue parada mirándome.

—¿Eso es tuyo, preciosa?

—¿Qué? —miro a qué ella señala con su dedo —No.

No sigo prestándole atención, por miedo a que me haya reconocido. Ahora divulgará que me vió haciendome una prueba de embarazo. De reojo veo como recoje del piso la cajita, que cayó detrás del cesto rebosado de basura. Mierda.

—Que bueno, porque esto de fiable no tiene nada —susurra —, ¿Sabías?

Trago profundo.

—Esta prueba de embarazo es muy vieja. Debe estar pasada. La chica de la farmacia debe haber estado feliz de que la vendió y no tuvo que tirarla.

Joder.

—Ya caducó.

—¿Las pruebas de embarazo caducan? —pregunto aterrorizada.

La chica bajita de grandes piernas sonríe de lado.

—Espera aquí —y se marcha sin dar más detalles.

Que tengo mala suerte, ya veo. Otra vez a pasar por esta incertidumbre. La chica regresa. Tiene dos cajas en su mano.

—¿Ves? Estás sí. Aún no caducan —me da una palmada en la espalda y me empuja hasta el cubículo, pero luego se detiene —Oh, espera un minuto.

Y sale corriendo. Cierra la puerta y escucho. Sí se estaba orinando y lo retardó por comprarme las pruebas. Sí que soy una novata. ¿Cómo que las pruebas de embarazo se caducan? Joder.

Mientras la chica orinadaba yo entré a una de los cubículos y estos huelen a muerto, porque no tienen agua para bajar los inodoros. Joder. Finalmente, abro las cajas y sigo el procedimiento en automático. Para cuando salgo, la chica está ahí, subiendo su cabello en una cola alta. Su pelo es negro con luces muy rubias.

Nadie dice nada, hasta que pasan los minutos otra vez. Para ese entonces le había dicho que se marchara con mala cara. Y ella obedeció tranquilamente. Así que estoy sola. No le pagué lo que gastó en esto, pero no tengo nada más que decir. No quiero voltear esto. A su vez… sí quiero.

Oh, Sophie. Como me gustaría que estuvieras aquí.

—Joder… —mascullo. Ya de enojo. Y volteo rápidamente ambas pruebas de embarazo, para estar más seguros. Mierda.

Dejo caer mi cabeza contra la pared, para nada limpia, y sin fuerza mis piernas ceden, así que termino sentada en el piso. Mierda. Mierda. Mierda mil veces. Quiero vomitar. Quiero desaparecer. ¿Qué voy a hacer con un bebé?

Voy a morir intentándo esto.

Mi celular empieza a tomar, mientras yo estoy en plena crisis, ¿¡Quién diablos?!

—¿Jules? —joder. De verdad que soy tonta. Jamás respondo las llamadas, porque ¡Se supone que estoy escapándo, Jules, ¿Serás idiota?!

No puedo decir nada.

—Jules, puedo escuchar tu respiración. ¿Estás bien?

—An… —susurro.

Solo puedo susurrar, y llorar sonoramente. Ambas cosas sin control. No tengo control ni de mi vida.

—¿Estás bien? ¿Por qué viniste a la empresa? La recepcionista me dijo, pero no estabas, ¿Algo pasó?

Si supieras todo lo que ha pasado. He dormido en un motel de mala muerte, he desayunado, comido y cenado comida rancia de las máquinas expendedoras, voy a ser madre…

—¿Jules?

Lloro con más dolor aún, al oír su voz.

—Julie.

Shawn le ha quitado el teléfono.

—Julie, ¿Qué te pasa? ¿Dime?

—No me busques… —le suplico —, por favor, no me busques.

—Solo dime por qué lloras.

—Jamás me busques.

Corto la llamada y me aferro a mis rodillas, sigo llorando con más fuerza aún. La garganta se me derrumba, pero no me puedo detener.

+

Aforrada hasta los talones, con gorra, mascarilla y chaqueta ya tenía el recorrido repasado en mi mente. Sin titubear entro a la casa donde crecí, tengo la llave de en frente y ellos me reconocen; así que sé que le dirán a mi padre en cuanto me largue de aquí. La casa “materna”, aquí jugaba con mis hermanos antes de decidir mudarme sola. No hay nadie. Mis padres jamás están aquí, solo la servidumbre mantiene las cosas como las dejamos.

Recorro el lugar sin pensar o dejar que me atrapen los recuerdos que tanto me atacan, así que me adentro más y más a la que fue la oficina de mi padre. Recuerdo verlo planear su campaña junto a su equipo, lo veía a travez de una pequeña brecha que dejaban al no cerrar bien las puertas, y para mí que era tan intrigante el mundo de los adultos; spoiler, apesta.




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