Lidia avergonzada volteo tratando de salir del cuarto, pero este corrió para interponerse entre ella y la puerta y con una sonrisa en sus labios se inclinó hacia ella.
—Sí, claro eres tú, ¿Cómo no me di cuenta? Déjame presentarme como se debe primero, soy Cion, caballero del escuadrón bronce del palacio, y tú ¿Cómo te llamas? —Pregunto el Cion mientras se inclinaba hacia Lidia con una sonrisa divertida.
—He, no sé, no entiendo de que hablas yo, soy Lidia, trabajo aquí, pero yo no, tú me estás confundiendo con alguien más, yo no te he visto antes de hoy. —Dijo Lidia avergonzada al ver el rostro sonriente de Cion frente a ella tan radiantemente.
Cion al ver a Lidia sentirse avergonzada e intimidada por él, dio un paso atrás para no invadir el espacio personal de ella, quien se sentía notoriamente incómoda “Claro que es ella, jamás podría olvidar aquel día, no es común ver a una joven tan linda aferrada a las ramas de un árbol mientras observa a todos con ojos llenos de curiosidad” pensó Cion alejándose de Lidia y volviendo con su hermano.
—Bueno, si no quieres que lo mencione no lo haré, y gracias por ayudar a mi hermano. —Dijo Cion dejando claro que suponía que ella había ayudado al pequeño niño.
—Yo no hice nada, no tienes que agradecerme. —Respondió Lidia saliendo rápidamente de la habitación.
Cion se quedó solo junto a su hermano dentro de la habitación “Mañana tengo que volver al palacio, pedí tres días para ir a ver a mi familia, pero… Jamás pensé que mi madre se escaparía sola y abandonaría a mi hermano, aún me cuesta creerlo…” pensó Cion mientras veía el rostro tranquilo del pequeño Javier mientras dormía.
— ¡Bueno, no importa, la vida sigue y yo cuidare muy bien de ti hermanito, no te preocupes, puedes confiar en tu hábil, guapo y extraordinario hermano mayor! —Dijo en voz alta Cion animándose a sí mismo.
A la mañana siguiente Cion bajo al primer piso de la posada, encontrándose con la Marta, pidiéndole a esta que cuidara de su hermano por algunos días mientras él estaba en el palacio.
—Solo serán dos días o tres máximos, me encargaré de aclararle todo a mi capitán para que pueda dejarme venir durante las noches, por lo menos para así cuidar de mi hermano, mire le daré algo de dinero extra para que pueda cuidarlo, él es un niño muy tranquilo, le aseguro que no hará problema… — Dijo Cion a la anciana mientras ella lo observaba con dudas.
—Está bien joven, vaya tranquilo, de todas formas, si usted no cumple y no viene a buscar al pequeño en unos días, yo misma iré al palacio en su búsqueda, ¿queda claro? —Amenazo Marta a Cion dejándole claro que este no podía abandonar al pequeño.
Cion con una sonrisa dejo claro que él jamás dejaría a su hermano, y se abalanzó sobre la anciana, abrazándola antes de marcharse al palacio para cumplir sus deberes como caballero. Horas después de que Cion se marchara, Lidia, que se encontraba limpiando los pasillos del segundo piso cuando escucho un quejido en la habitación de Cion, sabiendo ella que este se había marchado y que el pequeño Javier se había quedado, solo decidió tocar a la puerta.
[Toc toc]
—Sniff, Sniff… Me, me dejaron, me dejaron de nuevo, snif, snif… —El pequeño Javier se encontraba envuelto entre sus sabanas, llorando, desconsolado.
Lidia, que no escucho respuesta, se preocupó al saber que dentro se encontraba un niño, por lo que abrió la puerta arriesgándose a que la regañaran, fue entonces que vio como el pequeño niño se encontraba envuelto entre las sabanas de la cama llorando desconsoladamente mientras hablaba.
—Ja, Javier, ¿estás bien? ¿Te duele algo? —Pregunto Lidia haciendo que el pequeño niño saliera de entre las sabanas y mostrara su rostro empapado en lágrimas.
—Usted ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre? —Pregunto el pequeño mientras se secaba las lágrimas.
Lidia miró el rostro de niño y camino hacia él, sentándose en la cama junto a este y secando las lágrimas de las pequeñas mejillas de Javier.
—Yo, soy una amiga… Dime ¿Por qué lloras? ¿Te duele algo? —Pregunto nuevamente Lidia.
— ¿Realmente eres una amiga? —Pregunto el pequeño a lo que Lidia asintió.
El niño tomó la mano de Lidia rápidamente y luego la abrazo con fuerza antes de comenzar a llorar nuevamente mientras hablaba.
—Siempre, siempre me abandonan, yo, yo siempre he sido débil, me enfermo seguido, pero donde vivíamos no había médicos y ellos cobran mucho dinero, mi hermano nos quería traerme aquí a la capital para así conseguir un médico, él se hizo un caballero del palacio para ganar dinero para un médico, pero… Pero mi papá murió antes de que a mi hermano lo nombrarán caballero y mi mamá, ella, ella me dejó solo, me abandono mientras mi hermano estaba trabajando de caballero, yo, yo… Todos me dejan, yo me portaré bien, no lloraré más, estaré en silencio, trabajaré, pero no quiero, no quiero que me abandonen de nuevo… Y, y mi hermano ahora, él se fue, también me dejo. —Decía el pequeño mientras abrazaba fuertemente a Lidia.
Lidia al escuchar las palabras del pequeño recordó su pasado, cuando miraba desde la ventana del hospital a aquellos niños felices jugar fuera, recordar las miradas de estos despreciándola y como la observaban los adultos haciendo gestos de asco y repulsión al mirar su piel lastimada por su enfermedad. Incluso la familia de sus padres la habían criticado diciendo incluso que era mejor darla en adopción o abandonarla para que así su padre y hermano no tuvieran que cargar con ella. “Te entiendo, estar enfermo y que tu propia familia reniegue de ti es doloroso, puedo comprender perfectamente el dolor que estás sintiendo pequeño” pensó Lidia abrazando a Javier haciendo que este se sintiera más tranquilo.
—Tu hermano te quiere mucho, estoy segura de que él no te abandonara, aparte si te sanas por completo, seguramente podrás salir a las calles y harás amigos, podrás divertirte como cualquier otro niño te lo aseguro. —Dijo Lidia.