Luego de que Marizol confirmara que Erick estaba totalmente sano, el mismo procedió a contarles todo lo que el sabia y recordaba así como también todo lo que había visto.
Eloy, sin dudar ni un solo momento, reunió a un grupo de hombres para comenzar la búsqueda de Sandra. Erick por otro lado se disponía a buscar en mapas los puntos más específicos dónde Sandra pudiera estar.
Por otro lado, la cueva dónde Sandra aún era cautiva estaba envuelta en un silencio opresivo, roto solo por el sonido constante y rítmico de las gotas de sangre cayendo en aquel frasco.
Sandra estaba inmóvil aún inconsciente, su cuerpo débil y pálido, mientras los secuestradores continuaban drenando su sangre bajo las órdenes de la mujer. El líquido carmesí llenaba lentamente el recipiente, mientras los tres sujetos se sentían victoriosos.
Pero algo extraño comenzó a ocurrir…
Uno de los hombres levantó y se acerco a Sandra para inspeccionar la conexión entre Sandra y el frasco. Su expresión cambió a una de confusión cuando notó que el color de la sangre comenzaba a oscurecerse a medida que seguí extrayéndose.
-Señora, tiene que ver esto -La mujer inmediatamente se levantó y se dirijo hacia un lado del sujeto.
La mujer observo la sangre por unos segundos y luego cayó en cuenta de lo que significaba, desesperada intento desconectar el frasco pero al momento de lograrlo una gota de Sangre oscura ya había caído en el, haciendo que toda la sangre recolectada se oscureciera.
-¿Qué esta pasando? -murmuró el hombre.
-¡No! ¡Esto no puede estar pasando! -gritó la mujer, su voz cargada de desesperación. Arrojó el frasco al suelo, donde se rompió en mil pedazos, esparciendo el líquido negro en aquel suelo.
La mujer se giró hacia Sandra con su mirada llena de furia y frustración. En un arrebato de desesperación, tomó un cuchillo de aquel hombre y lo presionó contra el brazo de Sandra, trazando un corte profundo. La sangre comenzó a fluir nuevamente, pero seguía siendo negra, espesa y oscura como la tinta.
La mujer maldijo por lo alto, los hombres dieron un paso atrás, inquietos, podían presentí que algo no estaba bien.
La mujer, con el rostro pálido y las manos temblorosas, miró el líquido negro que goteaba del cuerpo de Sandra. Por primera vez, el miedo se apoderó de ella. Retrocedió un paso, y luego otro, hasta que su vista se dirijo al rostro de Sandra.
La atmósfera en la cueva cambió. El aire se volvió pesado, como si predijera que algo estaba apunto de suceder. Mientras todos la miraban fijamente, aterrados, los ojos de Sandra se abrieron de golpe.
Pero ya no eran sus ojos.
En lugar de aquellos ojos azules, ahora sus ojos eran de dos colores totalmente diferentes. Mientras uno expresaba un color amarillo, el otro reflejaba el color rubí en su pupila, ambos brillando con una intensidad asombrosa como si dos almas diferentes estuvieran tomando el control de aquel cuerpo.
Los dos hombres se observaron fijamente por unos segundos para luego comenzar a rodearla, sus rostros oscilando entre la incredulidad y el miedo. El rostro de la mujer, que hasta hacía poco había estado segura de su control sobre Sandra, se lleno de pánico mientras observaba cómo ella se incorporaba lentamente.
La mujer, sabiendo lo que estaba pasando, retrocedía lentamente. Los dos hombres se lanzaron hacia Sandra, confiados en su fuerza bruta.
El primer hombre intentó sujetarla por los brazos, pero Sandra se movió con una rapidez inesperada. Sus reflejos eran agudos, casi animalescos. Con un giro de su cuerpo, esquivó el ataque y usó su propio peso para impulsarse hacia adelante, estampando su codo contra el rostro del hombre. El impacto resonó en la cueva, y él cayó al suelo, aturdido.
El segundo hombre, con el cuchillo en su mano, aprovechó el momento para abalanzarse sobre ella. Pero Sandra no dudó. Agarró una roca del suelo y la arrojó con precisión, golpeándolo en la mano. El cuchillo cayó al suelo con un tintineo metálico.
El hombre en el suelo, furioso, con un hilo de sangre corriendo por su nariz. Se lanzó hacia Sandra con una fuerza brutal, y esta vez logró sujetarla por los hombros, empujándola contra la pared de la cueva. El impacto le arrancó un gemido de dolor, pero sus compañeras no se rendirían.
El hombre gruñó molesto, apretando sus manos alrededor del cuello de Sandra. Ellas jadeaban, sintiendo que el aire escapaba de sus pulmones. Pero entonces, algo mas sucedió. Los ojos de Sandra cambiaron está vez ambos de un color rubí, dando a entender a aquel hombre que está vez era su portadora quien lucharía contra el.
Con una mirada de fuego, y una furia que no parecía poder ser contenida. Levantó ambas piernas y lo pateó con fuerza en el pecho, haciendo que retrocediera tambaleándose.
Aprovechando el momento, su portadora se lanzó hacia el cuchillo que había caído al suelo. El otro hombre intentó detenerla, pero ella lo recibió con una patada giratoria que lo derribó al suelo. Su pie golpeó con precisión su mandíbula, dejándolo fuera de combate.
El hombre que aún permanecía de pies intento contratacar pero de un solo golpe directo al rostro logro derribarlo.
Cuando los dos hombres quedaron tendidos en el suelo, derrotados, su portadora se giró hacia la mujer, quien la miraba con una mezcla de miedo y frustración. Ella temblaba, pero aún sostenía un aire de superioridad.
La portadora de Sandra, sosteniendo el cuchillo firmemente en su mano, avanzó hacia ella, cerrando la distancia entre ambas.
-Tu jefa debería dar la cara y dejar de esconderse entre las sombras -dijo con voz firme.
Con una agilidad impresionante, antes de que la mujer pudiera hacer algo para defenderse, la portadora impacto su cuerpo contra la pared de la cueva, y antes que pudiera clavar el cuchillo en el cuerpo de la mujer, los ojos de Sandra cambiaron nuevamente de color, reflejando está vez un rosado coral.