CAPITULO 2: CON ESE BESO ME ROBASTE EL CORAZON Y
ME DISTE UNA OPORTUNIDAD DE VIDA
El Colegio Cristo Redentor encabezaba la lista de los mejores colegios, ubicado frente a una de las amplias y arborizadas avenidas del norte de la ciudad, se levantaba como un solemne edificio de cuatro pisos de ladrillos rojos, mostraba su majestuosidad y simbolismo religiosos con sus altos arcos y columnas griegas, las rejas de hierro forjado pintadas hoy de bronce y dorado, como queriendo demostrar la fortaleza con la que se había mantenido con el paso de los años. Sus jardines delanteros evocan a los de los palacios europeos que guían a la entrada principal, desde donde se observa colgado de lo alto de la construcción una cruz grande con la imagen del Cristo Crucificado al que debía su nombre. Los estudiantes pertenecían al selecto grupo de familias acaudaladas que algún día regirían los destinos de muchas empresas que hoy dominaban el mundo de los negocios en la ciudad.
Cruzando la avenida, frente a las puertas principales del Colegio Cristo Redentor, recostado y bajo la sombra de un árbol Julián esperaba que sonara la campana que indicaba la salida de los estudiantes, desde hacía varios días dedicaba un par de horas a estudiar la zona escolar, observando el comportamiento de los estudiantes a la salida, clasificando los más vulnerables que comparaba como a una manada de animales en la selva, porque se convertían en vulnerables al separarse del grupo por imprudencia o discriminación, analizaba las posibles rutas de escape, lo que más le atraía era la despreocupación con que los jóvenes usaban sus móviles al salir del colegio rumbo a sus casas, muchos tenían transporte, pero un porcentaje se iban caminando dado a la cercanía de sus hogares, era una zona tentadora, el grado de dificultad consistía en no toparse con una patrulla de policía en la escapada porque no tenía auto y no quería involucrar a otros en su negocio, era mejor mantenerse solo.
Entre las victimas más vulnerables pensaba Julián, estaba la chica de cabellos trenzados, siempre iba rezagada del grupo que caminaba en su misma dirección, su teléfono celular era moderno y comercializable, los de mucha tecnología eran fácil de radiar por el distribuidor, la consideraba linda, era un poco más gordita que las otras chicas del grupo, su mirada era un poco triste, así que supuso que era del grupo de las discriminadas al ver como observaba el juguetear intrépido, desinhibido y jocoso de sus compañeros, como deseando ser tomada en cuenta y poder participar. El grupo de chichos se perdía calle abajo, pero la chica del cabello trenzado cruzaba la esquina dos cuadras después de terminar las rejas del colegio, era el momento donde estaba más desprotegida, pues a pesar de estar la calle habitada a esa hora no se veía un alma por ahí, la convertía en su mejor opción del día y estaba decidido a empezar.
El sonar del timbre de la campana lo sacó de sus pensamientos, le indicaba que el momento había llegado, cuando pudo distinguir el grupo que por lo general seguía la chica del cabello trenzado, decidió cruzar la avenida lentamente y con despreocupación les dejo pasar mientras aprovechaba sigilosamente de marcar otras posibles víctimas. Habían alcanzado la segunda cuadra y Julián marcaba media cuadra de distancia con la joven para no inquietarla hasta que doblara la esquina, lo seguro era que al robarle el celular no se iría sin darle un beso en sus labios, lo había decidido, la dejaría tan atontada que no tendría ánimos para pedir ayuda, total nunca la volvería a ver pues no estaba a su alcance social, se había dado cuenta que le gustaba más de lo conveniente, ella era del grupo que heredarían la capital y yo haciendo magia para trabajar como dice la canción, ¡basta! no pondré más ideas en mi cabeza, ¿más problemas? con criar a Camilo es suficiente, para que pensar en amores imposibles, hablaba para sí mismo y con una leve sonrisa recobraba su concentración.
Con mirar aguileño, no perdía contacto con lo que sucedía a su entorno, la chica dobló la esquina, era el momento de apurar el paso, el sonido de dos impactos de bala lo paralizo unos segundos.
- ¡Hay Dios! que no sea, que no sea. –se repetía Julián en voz alta mientras corría al encuentro de la chica.
La chica del cabello trenzado yacía en la acera, mientras un joven revisaba sus pertenencias, Julián logro darle alcance y tomándole por su camisa le propino un par de golpes en el rostro, conteniendo un tercer golpe al escuchar el gatilleo de una pistola en su cabeza.
- ¡Quieto! déjalo así. –decía el del arma a Julián- ayúdala a ella.
Julián obedeció, soltando la camisa del joven delincuente, intento mover la cabeza para ver a su atacante, pero este rápidamente y adelantándose a su intensión le detuvo mostrándole la punta del cañón frente a sus ojos. Julián se acercó a la chica mientras el joven atracador sacudiendo su cabeza se recobraba de los golpes.
Editado: 15.05.2019